Siempre que le preguntan, Greter dice que el casino llegó a su vida en el 2022, cuando cursaba el primer año de Medicina. Pertenecía al movimiento de artistas aficionados de la universidad y la profe de Extensión Universitaria la contactó para que bailara en el concurso provincial. Ella, sin pensarlo mucho, respondió con un rotundo no.
“Sabía los pasos básicos, pero no me atrevía a bailarlo en pareja porque me parecía demasiado complejo. Una vez me convencieron, Daniel y yo nos presentamos a un concurso y dimos lo mejor de nosotros. Resultamos entre las parejas ganadoras”.
“Elegí la Universidad de Ciencias Médicas después de pensarlo mucho porque desde pequeña mi sueño era ser bailarina, pero me enamoré de la Medicina y encabezó mi boleta. Ahora que estoy en segundo año escogí la ayudantía en Ortopedia y espero, cuando termine, optar por la especialidad”.
Por su parte, Daniel afirma que la experiencia le llegó a través de la familia. Su papá era tremendo casinero; mas, no aprendió a bailar con él porque no se encontraba en el país en esos momentos. Fueron su tía Yudismary y su esposo de aquel momento quienes le enseñaron a moverse con este ritmo latino.
“De hecho, tuve que preguntarle a mi hermano porque no recordaba bien. Tengo memorias de mi infancia en las que veo a mi papá. Sí recuerdo que bailábamos juntos y practicábamos el marcaje, las vueltas, los tiempos. Debería tener 13 o 14 años”.
“Elegí las Ciencias Médicas antes que el arte aun cuando tengo vocación de artista. Fue una decisión no forzada. En décimo tuve la oportunidad de presentarme a la Escuela de Arte en Santa Clara por teatro, no por baile ni por canto. ¡Mira cómo son las cosas.
“Aprobé. Aquel fue un fin de semana glorioso. A pesar de ello, preferí seguir el carril de los galenos porque, para serte sincero, quería estar cerca de casa y porque la Medicina me rodea: mi papá es doctor y mi mamá es enfermera. Pensé en Rehabilitación porque me gustan los masajes, pero decidí irme por Medicina. Justo ahora no sé qué rama elegir. Quizá Pediatría, pero no me decido”.
Luego de participar en varios concursos baile y Daniel también en algunos de canto, en el 2022 vieron una oportunidad única: se presentaron al que posiblemente sería el concurso de baile más grande de su carrera universitaria.
“Hace un año tuvimos la oportunidad de presentarnos a la competencia de la región central, en la Universidad de Las Villas. Es uno de esos eventos en los cuales puedes preparar una coreografía o no: lo que en verdad vale es la conexión que tengas con tu pareja”, cuenta Greter.
“En efecto. El Festival Provincial del Son: Bailando Casino fue una experiencia fascinante. Es uno de esos grandes esfuerzos que hace el país para rescatar el son y nuestros bailes cubanos. Tristemente no llegamos al nacional, sin embargo, tenemos compañeros que sí hicieron y desarrollaron un gran papel”, acota Daniel.
Este concurso, agrega el joven, les enseñó el arte de la improvisación. “Ponen una canción cualquiera y tienes que bailar en la rueda”, rima. “Para otros, como el Festival de Artistas Aficionados, pueden preparar coreografías. No obstante, este tipo de eventos buscan explotar la conexión entre las parejas, la inventiva, la genialidad y, por supuesto, la creatividad”, confiesa.
A lo que Greter agrega: “Llevar el estudio y la afición no es tarea sencilla: ensayábamos hasta tarde en la escuela, lo cual era bastante complejo porque nuestra carrera es muy difícil. Entonces llegas a casa y tienes aprovechas el poco tiempo que tienes para continuar el estudio. Al final, siempre digo que somos médicos artistas y tenemos la necesidad de expresarnos a través del baile”.
Este año, tanto Daniel como Greter piensan que la realidad del concurso será muy diferente. Sinceramente, dicen no haber ensayado tanto por el tema de las vacaciones, pero después de tantos bailes y tiempo juntos han reforzado su vínculo danzario.
“Estamos al ciento por ciento”, agrega confiada la chica. “Siempre que bailo (y no solo en eventos de este calibre) siento los nervios. Ahora, cuando la música avanza me concentro y fluyo. Conocer tanto a Daniel me ayuda a bailar sin reservas”, explica mientras muestra una sonrisa.
Él, por su parte, dice sentirse preparado, pero ansía estarlo aún más. A pesar de que este año la preparación fue mejor porque les facilitaron videos y tutoriales para hacer una gran rueda, ha sentido una gran carencia durante en todo este tiempo.
“El año anterior nos prometieron profesores de Danza que nunca llegaron. Lastimosamente, en este año ocurrió más de lo mismo. Siento que tenemos herramientas para ganar, pero agradeceríamos la constancia de un profesor que nos enseñara la forma académica de bailar, el nombre de las vueltas o mejores formas de tomar las manos, de permitir el movimiento y darle libertad a tu pareja”.
A pesar de ello, ambos muestran una sonrisa quizá porque entienden que la confianza no siempre es síntoma de peligro. Para estos jóvenes, ella de segundo año de Medicina, él de cuarto, bailar no es otra forma de expresión artística: implica que dos sean uno solo y tengan control total del cuerpo. Es un momento de superación personal y un instante de libertad en el que sus pies se baten como alas y sin restricciones previamente impuestas.
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