En la Loma de la Vigía, la mayor de las alturas que rodea a Trinidad, un busto del Apóstol invoca a juntar desde el cielo todas las virtudes de la tierra.
A 86 metros, la efigie de José Martí domina esta atalaya que siempre ha resguardado la ciudad. Se encuentra en esa elevación desde el año 2003, al conmemorarse el 150 aniversario del hombre que sumó al verso apasionado el amor a la patria y las ansias de independencia.
Dos décadas después se desempolva la memoria para honrar al Maestro y también a quienes gestaron la idea de colocar allí, más que su imagen, las esencias de su patriotismo y el profundo sentido de justica que lo iluminó siempre.
A Orlando Martínez Rodríguez, por ese entonces secretario del Consejo de la Administración de la Asamblea Municipal del Poder Popular, se debe la recapitulación de este fragmento reciente de la historia local. Homenaje, así titula la crónica en la que narra con lujo de detalles la génesis de la iniciativa hasta su materialización definitiva.
Sobre lo alto de la cima se diseñó una estrella de cinco puntas, cada una de 1.20 metros (m) desde la base del pentágono. En el centro se erigió una pirámide trunca de 1.40 m de altura.
“Los bordes de la estrella, levantados con dos hileras de ladrillos, formarían una jardinera en la cual se vertería tierra vegetal para poder sembrar plantas ornamentales. Al lado de una de las puntas, se colocaría un asta para que en el lugar fuese izada diariamente la enseña nacional”, reseña en su crónica este trinitario quien también se desempeñó como profesor del Centro Universitario Municipal Julio Antonio Mella.
Trasladar los materiales hasta la cima no resultó una tarea fácil, pero muchas manos se entregaron al noble proyecto hasta que “el 28 de enero del año 2023 en el sesquicentenario del natalicio del Héroe Nacional José Julián Martí Pérez, a las 10.00 a.m., se efectuó una sencilla ceremonia en la Loma de la Vigía donde fue develado el busto”, testimonia Orlando.
En esa ocasión, tras concluir el Desfile Pioneril, las principales autoridades locales encabezaron la peregrinación por la empinada cuesta. Una vez en la cima, se entonaron las notas del Himno Nacional y “acto seguido se invitó a los compañeros Edelio Torres, primer secretario del Partido y Norberto Carpio, presidente del gobierno en Trinidad a develar el busto, los cuales solicitaron a su vez la colaboración de Teresita Angelbello, presidenta de la Unión Nacional de Historiadores en la localidad.
“Desde ese día Martí permanece mirando hacia la ciudad, que desde los pies de esta elevación le rinde permanente tributo a su memoria”, concluye Orlando su crónica.
Veinte años después se reeditó la peregrinación, organizada por la dirección de la Casa de la Amistad y la Unión de Jóvenes Comunistas, a la que se sumaron estudiantes, amigos de otros países que integran comités de solidaridad con Cuba, trabajadores del Inder, trinitarios de varios sectores quienes estuvieron más cerca del amigo sincero.
Y es a ese Martí al que debemos acudir en enero y siempre; al ser humano que se despojó de todo lo material y casi niño decidió entregarse a la Patria. Al que procuró para sí una vida de renuncias, leal a sus principios.
“Pero mientras haya obra qué hacer, un hombre entero no tiene derecho a reposar. Preste cada hombre, sin que nadie lo regañe, el servicio que lleve en sí”, escribió a su querida madre en una carta fechada el 15 de mayo de 1894. Y más adelante añadió: “Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor. Siento que jamás acabarán mis luchas.”
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