La mañana del 11 de febrero fue como volver a estar en casa. Era acaso el calor de colega a colega que se aclimataba también a las temperaturas de afuera; fueron las palabras de ambos presidentes que sentados frente a los colaboradores cubanos de la salud parecían, más que mandatarios, los amigos de toda la vida; serían las fotos sin protocolos y los saludos apretados que acortaban tantas distancias.
Aquel sábado, sin dudas, cuando el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez y su homólogo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hablaban de gratitudes y compromisos junto a los médicos de la isla Cuba era Campeche y viceversa.
Lo sintió así de golpe el joven cirujano Nester Camacho, uno de los médicos espirituanos que cumple misión internacionalista en México y que fue de los seleccionados para participar en el encuentro, cuando el apretón de manos le agazapó todas las nostalgias. Y la fotografía sin más poses que la de los brazos sobre sus hombros vendría a eternizar uno de los momentos más emocionantes de su corta estancia en tierra azteca.
Las confesiones viajan ahora a miles de kilómetros cuando Whatsapp vuelve a reducir tantas distancias. Desde Escárcega, ese municipio del estado de Campeche, donde labora, describe en palabras las remembranzas que le sobrevienen.
“Cuando terminó el acto ellos bajaron para una explanada y empezaron a pasarnos uno a uno para saludarnos, incluidos los mexicanos del Instituto Mexicano de Seguro Social que fueron invitados al acto. Ahí aprovechamos para la foto.
“El presidente AMLO nos agradeció por nuestra presencia y la ayuda que brindamos. El encuentro entre los presidentes se trató del cumplimiento del acuerdo de los 610 especialistas y AMLO se refirió a la necesidad de ampliar el convenio”.
Y aunque en su intervención de aquel día el propio AMLO reiteraba su gratitud por todo lo que los médicos cubanos han salvado, por esa vocación humanista de curar sin distinciones algunas, por trabajar en los hospitales rurales… Nester no cree que hasta hoy él haya hecho algo extraordinario. Será porque la humanidad es parte del ADN de los profesionales de la isla.
“Yo hago el turno que entra a las nueve de la noche y sale en la mañana. Lo que hecho no es nada excepcional: algunas apendicitis, traqueostomías por casos que no han podido ventilar, pleurotomías —son cosas que hacemos habitualmente nosotros— y alguna hernia local.
“En este municipio lo que hago hasta ahora en mi turno es clasificar y remitir lo quirúrgico a dos horas de aquí. El tema es que antes ellos no tenían a nadie en ese turno, solo a médicos generales”.
Hasta el Hospital General de Escárcega Dr. Janell Romero Aguilar, donde trabaja junto a ocho colaboradores cubanos más, lo mismo atiende a adultos que a niños, que a embarazadas.
“Somos dos intensivistas, dos clínicos, un pediatra, un ortopédico y dos cirujanos. Vamos en taxi al hospital que está como a dos kilómetros de donde estamos alquilados. Nosotros trabajamos para el IMSS, que es el que está instituyendo el presidente para cumplir el mandato constitucional de salud gratis y de calidad para todos, en especial, para los pobres que no la pueden pagar.
“Pero el Hospital era de la Secretaría de Salud y hasta ahorita es como un híbrido: hay trabajadores que pertenecen a las dos instituciones, pero todos en función de la atención del paciente”.
Allí ha visto de todo: pacientes con traumas, heridas, drogados. En Escárcega se ha impresionado también con los policías apertrechados de pies a cabeza como en las películas.
“La población que principalmente se atiende es de bajos recursos. Las principales patologías son las traumáticas, desde politraumas hasta contusiones, abdomen agudo quirúrgico, enfermedades crónicas y descompensadas, infartos, enfermedades cerebrovasculares, mordeduras de serpientes, infecciones respiratorias agudas. Además, se realizan partos y cesáreas que son las que más inciden.
“Aquí los casos que más impactan son los politraumatizados con predominio cráneo facial severos, con fracturas abiertas en pacientes jóvenes… Es lo más complejo para trabajar con ellos”.
Han sido los pacientes más difíciles de los que ha ido atendiendo en aquel hospital que dista un tanto del Camilo Cienfuegos donde acostumbraba a llevar la Cirugía con la dirección de la sección sindical de la institución. En la historia clínica de la solidaridad que ha comenzado a escribir en tierras mexicanas descuellan, hasta el momento, algunas páginas.
“Un caso con un trauma cráneo facial con varias fracturas de cráneo expuestas donde veías la masa encefálica, con estallamiento ocular, esternón expuesto y lesiones en los miembros superiores por una agresión es lo más impactante que he tenido hasta ahora.
“También he tenido dos traqueostomías que he hecho a traumas severos que no han podido entubar, que para nosotros es normal, pero ellos nunca lo habían visto hacer en este hospital. Lo inusual para nosotros fue que no había cánula de traqueostomía y tuve que adaptarle un tubo endotraqueal y fijarlo por el traqueostoma, ventilarlo y remitirlo. Por lo menos llegó vivo luego de dos horas de viaje, pero no se lo digas a nadie”.
Y lo advierte no por censura, acaso porque la modestia, generalmente, hace desapercibir las heroicidades cotidianas. Lo que es rutinario para él para otros puede resultar extraordinario: tratar los traumas severos, estabilizarlos, asegurarles vía aérea, remitirlos porque allí, según cuenta, no hay tomógrafo ni sala de terapia… salvar.
Por eso la instantánea de aquel sábado donde se le ve sonriente —pese a que muy adentro sobrelleve la nostalgia por los dos hijos, la esposa, los padres, los amigos— junto a AMLO y Díaz-Canel viene a ser la imagen más nítida de la fotografía que día a día no revela: la de la solidaridad.
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