En el Diccionario de la lengua española (DLE) el sustantivo secundaria solo aparece con el significado ‘enseñanza secundaria’ (Fulano es profesor de secundaria, por ejemplo). Sin embargo, en el español de Cuba —y el de Argentina y, quizá, en otras variedades nacionales— resulta común emplear secundaria para aludir a ‘escuela secundaria’, como muestran estas realizaciones tomadas de la prensa nuestra: «visitó todas las secundarias del municipio»; «nos dimos a la tarea de ir a cada una de las secundarias de la provincia»; «tercer y cuarto grados se encuentran dando clases en la secundaria Jorge Vilaboy».
En ambas acepciones se produjo, por mera economía, el acortamiento de una expresión pluriverbal, y el adjetivo secundaria devino sustantivo. Algo similar pasó con primaria. Aunque el DLE solo registre el significado ‘enseñanza primaria’, los cubanos (también mexicanos e hispanohablantes de otros países) utilizamos la voz para designar las instituciones educativas donde se imparte ese tipo de enseñanza: «luego de las clases en la primaria del mismo Punta Brava»; «Tuve una maestra que me daba clases en la primaria Salvador Cisneros Betancourt»; «la estrategia metodológica fue puesta en práctica por la autora en las primarias del Consejo Popular Guáimaro Sur del municipio Guáimaro en la provincia de Camagüey».
Estos significados de primaria y secundaria están lo suficientemente lexicalizados como para merecer asiento en el DLE o, en su defecto, en las obras lexicográficas de Cuba y los demás territorios donde se verifica.
Por otra parte, la denominación oficial de tales centros en nuestro país es escuela secundaria básica urbana (prácticamente ha desaparecido la otra, escuela secundaria básica en el campo).
Pero los fomentenses podemos decir, y decimos: Fulano estudia en Mártires de la Familia Romero, sin necesidad de anteponer a Mártires de la Familia Romero la expresión escuela secundaria básica urbana ni sus reducciones escuela secundaria, escuela o secundaria. Las etiquetas denominativas de otros planteles de este tipo se introducen a veces, potestativamente, con artículo: (la) Eliseo Reyes —de Guayos—, (la) Juan Manuel Feijoo —de Jatibonico—, etcétera.
En palabras de la Ortografía de la lengua española (OLE), las etiquetas Mártires de la Familia Romero, Eliseo Reyes o Juan Manuel Feijoo constituirían «expresiones denominativas autosuficientes» y el compuesto sintagmático escuela secundaria básica urbana actuaría como «mero clasificador». La omisión casi sistemática de este en la lengua oral, sin que ello menoscabe ni la sintaxis ni la referencia, es un argumento sólido para sostener que, en rigor, no forma parte del nombre propio institucional, aun cuando oficialmente así se haya concebido.
En consecuencia, no habría razón lingüística para la mayúscula inicial en sus constituyentes (Escuela Secundaria Básica Urbana), como ha sido habitual durante años. Sería correcto escuela secundaria básica urbana Mártires de la Familia Romero, escuela secundaria básica urbana Eliseo Reyes, etcétera —sin comillas en el nombre propio, aunque muchos cubanos así lo distingan—.
Sucede parecido con otros compuestos sintagmáticos que designan clases de entidades de carácter económico, como cooperativa de producción agropecuaria, cooperativa de créditos y servicios, cooperativa no agropecuaria, unidad empresarial de base o micro-, pequeña y mediana empresa.
Ahora bien, el compuesto escuela secundaria básica urbana posee un abreviamiento acronímico, que siempre se ha escrito con todas sus letras en mayúsculas, ESBU. Este acrónimo, bien arraigado en Cuba, es también una voz plenamente lexicalizada, con valor de nombre común. En condición de tal, según la OLE, puede escribirse en minúsculas, modificación que exigiría tildar la última vocal: esbú.
Sé que el cambio de ESBU a esbú resulta violento en extremo. Pero ¿acaso esbú no responde a la misma razón que explica la forma mipyme, acrónimo (de micro-, pequeña y mediana empresa) que componemos íntegramente en minúsculas? La diferencia estriba solo en que la dicción mipyme entró a Cuba desde otras variedades del español y, careciendo de tradición gráfica entre nosotros, sus minúsculas apenas generaron resistencia; lo contrario de esbú, que debe lidiar con casi medio siglo de empleo de la forma ESBU.
La codificación ortográfica académica vigente desde 2010 exige pensar críticamente muchos hábitos de escritura, sobre todo los relativos a las mayúsculas. Las reglas y recomendaciones sobre este asunto constituyen, en mi opinión, lo más renovador y desafiante de la nueva normativa.
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