Soñó con ser actor, pero es investigador, museólogo y un apasionado de la cultura trinitaria que lo sedujo desde muy joven, aunque sus primeros pasos lo condujeron por el camino de las ciencias técnicas.
Por ello no sorprenden las primeras notas en el currículo de José Antonio Pérez Menéndez cuando en el año 1986, recién graduado de ingeniero termoenergético en el Instituto Técnico superior de Cienfuegos, hoy universidad Carlos Rafael Rodríguez, participó en la construcción de una nueva fábrica de níquel y cobalto en Moa, inconclusa tras la caída del campo socialista, o su presencia en todo el proceso ejecutorio de lo que sería años más tarde la central termoeléctrica en Felton, y que recuerda con la misma fascinación de entonces.
“Es un lugar hermoso; un puerto de mar que recrea las construcciones del sur de Estados Unidos con casas de madera, sobre pilotes, pintadas de blanco y los marcos y destaques de las ventanas y puertas en verde”, evoca y el entusiasmo en sus palabras descubre al hombre sensible y apasionado por la belleza en su más amplia dimensión.
Regresó a Trinidad para acercarse a su familia y se incorporó a una de las industrias más importantes de esa etapa, la empresa Papelera Pulpa Cuba, en la que permaneció durante una década hasta que decidió dar un giro de 180 grados a su vida profesional y tocó a las puertas del Museo de Arquitectura Colonial de la ciudad.
¿Por qué ese vuelco total? José Antonio mira en sus recuerdos y descubre las respuestas. “De niño estuve siempre en grupos de teatro y participaba en todas las obras que se presentaban en la escuela y otros escenarios. En el preuniversitario opté por una carrera de actuación, estuvimos en la sede del grupo de Teatro Escambray y tuve la oportunidad de conocer a Sergio Corrieri. Aprobé las pruebas, pero nunca fui para La Habana”, comenta sin sombra de arrepentimiento mientras cuenta detalles de su participación en algunas de las escenas de la novela Sol de batey en el papel de cura y en otros pequeños personajes en documentales y películas filmados en Trinidad.
Llegó al Museo de Arquitectura de la ciudad en el año 1998 con sus primeras indagaciones en agenda y la certeza de que la investigación histórica sería desde entonces la brújula de su derrotero profesional.
“Comencé como especialista de fondos y documentación. Me dedique a ordenar y clasificar las piezas por espacio de dos años. Fue una labor minuciosa que me dio todo el bagaje necesario para superarme y pensar en otros proyectos.
“En aquel momento se conocían datos muy exactos de las colecciones, por eso decidimos profundizar en otros aspectos historiográficos como el origen de las familias a las que pertenecieron y la etapa en la que vivieron. Casi todas las piezas que exhibe la institución son originales, desde una puerta, un herraje, un llamador… Y cada una revela detalles de nuestro pasado.
“He trabajado en varios departamentos, lo que me ha permitido conocer a fondo una de las instituciones más importantes de Trinidad. Actualmente me desempeño como especialista de Superación e Investigación, una labor hermosa que me ofrece la posibilidad de socializar los datos que recopilo”.
Y ha sido una de las mayores motivaciones para José Antonio en estos 25 años como museólogo. Fue su sensibilidad la que definió los primeros proyectos de hondo sentido humanista con los cuales tocó el corazón de niños con problemas de conducta y de reclusos en los centros penitenciarios de la provincia.
“Esa experiencia formó parte del Programa Batalla de Ideas. Me acompañó Norberto Juviel, del Museo de la Lucha Contra Bandidos. Lo hicimos con mucha ética y amor. No era ir y dar una charla. Primero escuchamos sus expectativas, lo que más podía interesarles y así concebíamos las actividades.
“Organizamos presentaciones de libros, obras de teatro, invitamos a combatientes de la talla de Percy Alvarado, el agente Fraile de la Seguridad del Estado Cubano, y Golbán Marín, un trinitario que estuvo en la guerrilla del Che en el Congo.
“Los internos se entusiasmaban e incluso algunos visitaron la ciudad. No fue cumplir una tarea y ya. Dejamos una marca porque alegramos a ese ser humano que estaba cumpliendo una sanción”.
Después llegó el proyecto Huellas gracias al cual se vincula a alumnos de quinto grado para profundizar en el conocimiento de la historia de Cuba. Cada encuentro supone el desafío de sorprender y motivar a los niños.
“Ellos vienen al museo y les explicamos el origen de las colecciones. Además, les mostramos piezas utilizadas por los aborígenes y los esclavos, documentos importantes; les enseñamos bailes tradicionales y afrocubanos. La idea es que conozcan la historia y la cultura de forma amena para cultivar su espiritualidad.
“Lo que más recompensa es su alegría. Cuando termina cada encuentro suelo preguntarles su opinión sobre la actividad y ellos te dicen que quedó buenísima. Ese adjetivo superlativo es muy reconfortante. Ya llevamos 15 años en este proyecto y creemos en su utilidad”.
¿Por qué incluir los temas afrocubanos en sus investigaciones?
Recuerdo que desde niño miraba por las ventanas las fiestas religiosas, los conocidos bembés. Esos toques de tambores y cantos despertaron siempre mi admiración y mi curiosidad.
La oportunidad de comenzar el estudio de estas tradiciones se dio durante el diplomado de Gestión turística del patrimonio, impartido por profesores españoles. Comenzamos con una investigación sobre el Templo de Yemayá.
Hoy hemos concluido prácticamente el estudio de todos los cabildos que existen en la ciudad. Ha sido un trabajo arduo de campo, porque no se disponía de información en los libros y periódicos de la época. Al gobierno español solo le interesaba la cultura católica y en las crónicas solo se reseñaba ese tipo de celebraciones.
Afortunadamente hemos logrado recopilar elementos muy interesantes y esas investigaciones se han socializado en numerosos eventos dedicados a esa temática en el país. Lo que llama la atención de Trinidad es que no tuvo, como otras ciudades, una influencia franco-haitiana, sino congo-bantú.
Conocer y registrar los vocablos de la lengua africana que se mantienen en los cantos de los cabildos y las casas es un tema pendiente al que quiero dedicarme.
¿Eventos a los que no dejaría de asistir?
Están los encuentros de estudios regionales y locales que organiza, de conjunto con universidades mexicanas, el doctor Hernán Venegas, trinitario y casildeño de pura cepa; un historiador importante de Cuba y Latinoamérica, una personalidad de la historiografía del país.
También los eventos en las Casas de África de La Habana y Santiago de Cuba, en el que participan representaciones incluso de misiones diplomáticas y que incluyen un programa amplio de conferencias y otras actividades.
Y no menos importante es el encuentro anual de la Cátedra de Arquitectura Vernácula Gonzalo de Cárdenas, adjunta a la Universidad de Madrid y representada en Cuba por la Oficina del Historiador de La Habana, de la cual es miembro distinguido por sus aportes al estudio del patrimonio edificado de la villa.
¿Qué le agradece al Museo de Arquitectura?
Le debo mi vocación y la realización de todos mis proyectos. Ha sido un amor recíproco. Le debo parte de mi realización profesional y he estado aquí en los momentos más difíciles.
Recuerdo, por ejemplo, el paso del ciclón Denis, estuve de guardia esa noche y no dormimos protegiendo las piezas. Fui testigo de la destrucción de una parte del patio al caerse la mata de mango que tenía más de 100 años. Lo más emocionante resultó participar en la reconstrucción de este espacio, considerado entre los más vistosos de la ciudad.
Después de 25 años como museólogo, ¿cuáles en su opinión son las exigencias actuales de este tipo de instituciones?
Hoy los museos son muy modernos, incluso con un dedo puedes encontrar lo que buscas a través de pantallas gigantes. El montaje del nuestro es el mismo de hace 30 años atrás, pero el hecho de atesorar elementos arquitectónicos y piezas originales le confiere un valor excepcional.
El reto está en la preparación de los especialistas, en la manera en que logres motivar al visitante, ya sea nacional o internacional. Por eso también el trabajo con los niños.
Actor frustrado, ingeniero, museólogo, investigador…
De todo un poco, cada una de estas facetas aportaron a mi vida personal y profesional, pero definitivamente me defino como un museólogo que nunca se cansará de investigar.
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