José Ferrer cerca del mar y del monte (+fotos)

Fundador de la Nueva Trova, este compositor le ha dedicado a Trinidad hermosos temas que marcaron a una generación y enriquecen el patrimonio musical de la ciudad

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Uno fue complemento del otro, Pedrito voz prima y guitarra acompañante, Ferrer, voz segunda y guitarra prima.

Fue la música quien lo eligió. No lo sabía entonces, cuando a los ocho años cambió la espada de juguete por un pequeño acordeón; la certeza vendría después. Lo intuyó tal vez la tía que escuchó sus primeras notas y le regaló otro de más porte. Luego sería la guitarra la fiel compañera de los versos hecho canciones con los que José Ferrer endulzó los oídos de una generación, de una ciudad.

Trinidad ha sido su inspiración eterna. “(…) Cómo te extraño, reliquia hermosa, cuando me ausento no te me quitas ni un solo instante del pensamiento”. En las letras de sus temas se desborda la pasión del trovador por ese universo que habita entre el mar y el monte, donde sobrevuelan gaviotas, sinsontes, poetas y trovadores.

Desde hace 25 años vive en Santa Clara, “imaginando a Trinidad todo el tiempo”; y la nostalgia casi ahoga las palabras de este hombre sereno, humilde, grande. Alejado de los aplausos y de los honores, José Ferrer es, sin embargo, de los músicos imprescindibles cuando se habla de la Nueva Trova, un movimiento que desde una estética diferente catalizó en la década de los 70 del pasado siglo el sentir de los artistas cubanos y sus modos de expresión.

José Ferrer, integrante por aquel entonces del Dúo Escambray, es uno de los fundadores de la Nueva Trova.

Junto a Pedrito González, amigo entrañable y su otra mitad en el Dúo Escambray, se embriagó con esos aires fundacionales que los condujo a importantes escenarios. “Fue una etapa intensa. Participamos en los encuentros de la canción política en Camagüey y en La Habana, así como en eventos internacionales y nacionales. También compartimos con muchos creadores jóvenes y desconocidos en ese momento, entre ellos Lázaro García, Mario Crespo, Augusto Blanca y René Urquijo.

“Considero que nuestro modesto aporte fue el de continuar la tradición musical cubana y servir como un eslabón para evitar la ruptura entre la trova tradicional y la nueva forma de decir. No era muy común encontrar en los años 70 a jóvenes apasionados por los temas de Miguel Matamoros, Sindo Garay, Manuel Corona o Teofilito. Retomar a estos grandes compositores e incluirlos en el repertorio constituyó uno de los aciertos que el público todavía agradece”.

Durante 27 años Ferrer y Pedrito unieron sus acordes en el dúo que se empinó como las montañas del Escambray, aunque desde niños comenzaron a cantar juntos. “Abrazamos los mismos intereses musicales —evoca—; había también mucha afinidad entre nuestros padres. El mío no era trovador, pero muchas veces me durmió con las notas de Mariposita de primavera y todavía recuerdo su voz melodiosa”.

En la Escuela Provincial de Arte de Cienfuegos coincidieron una vez más en el año 1970. “Descubrimos el buen empaste de nuestras voces y decidimos unirnos en un proyecto más serio de música tradicional cubana. En un principio le pusimos Dúo Los Sindos, en honor a Sindo Garay, hasta que alguien sugirió el nombre con el que trascendió definitivamente la agrupación”.

José Ferrer y Pedrito González permanecieron unidos siempre por la trova.

Y uno fue entonces complemento del otro. “Pedrito hacía la voz prima y guitarra acompañante; yo, voz segunda y guitarra prima. El resultado de esa unión nos dio muchas gratificaciones y la más importante, los aplausos del público”, asegura este hombre al que Trinidad le debe más de un homenaje.

De esos años rememora las giras por los países del antiguo bloque socialista y las presentaciones que regalaron a las tropas cubanas en Angola durante la guerra. Llegarían luego los conciertos en Panamá, Mozambique y muchas otras naciones. El dúo viajó el mundo entero y varios de sus temas aparecen en Guitarra mía, el único fonograma grabado con la Egrem en el año 1989, con la firma Siboney de Santiago de Cuba.

La agrupación brilló también en los más importantes escenarios de la isla y en más de una oportunidad participó Ferrer en el concurso Adolfo Guzmán como compositor. “En una de las ocasiones salimos a cantar con nuestras guitarras sin el acompañamiento de la prestigiosa orquesta que fue siempre uno de los sellos distintivos del evento. Escogimos el tema Longina y el público aplaudió emocionado. Esa vez alcanzamos el tercer lugar en interpretación; fue precioso ese momento”.

La obra musical y poética de José Ferrer estremece por su delicada y profunda inspiración. De su deslumbramiento por la ciudad nacieron temas como Cerca del mar y del monte o Trinidad, Patrimonio de la Humanidad. “Los motivos son infinitos. Cuando quieres componer una canción, solo tienes que sentarte en un parque y la letra brota sin mucho esfuerzo. Amo todo de ese lugar, desde las chinas pelonas hasta las rejas de una ventana, o la idiosincrasia de su gente”, confiesa.

El Dúo Escambray marcó una etapa idílica de la canción trovadoresca en la villa y es lo que más lo reconforta. No soportó —tampoco Pedrito— el trabajo en función del turismo. “Nosotros teníamos una visión diferente de exponer nuestro arte. Fue muy frustrante. No era lo que me interesaba. Mi vida comenzó a tomar otro camino. Regresé a Santa Clara y formé un trío hasta que llegó la jubilación”.

El Dúo Escambray marcó una etapa idílica de la canción trovadoresca en la villa y es lo que más lo reconforta.

¿Qué significó Pedrito González en la vida de Ferrer?

“Fuimos, más que compañeros, hermanos. No solo nos complementamos en la música. Él era muy alegre y comunicativo; yo, menos expresivo. Su muerte nos llenó de dolor a todos los que lo conocimos.

“Cuando regresé de los actos fúnebres, los versos brotaron espontáneamente. ‘(…) Qué tipo aquel, bajito y buena gente, que a todos contagió con su alegría. Partió un domingo triste, qué ironía, el mundo es un poquito diferente. Qué tipo aquel, su guitarra y su canto, definitivamente son historia’.

“Fue una canción salida del corazón, de una amistad sincera y profunda”.

¿Por qué dedicarle tantos temas a Trinidad?

“No sabría decirte. Yo nací en Santa Clara; no soy trinitario de nacimiento, y es injusto pensar que no lo soy. Llegué a la ciudad cuando tenía tres o cuatro años, pero nos unen lazos muy fuertes. Si estábamos de gira, a la semana ya la nostalgia me mataba. No he dejado de estar en Trinidad, en la que vive en mis recuerdos; e incluso he decidido que mis cenizas reposen allí”.  

Cerca del mar y del monte es una suerte de himno de la ciudad…

“Es una fortuna, un premio que la vida se encargó de regalarme. Lo hice sin proponérmelo, pero esta canción ha trascendido y eso me da una emoción tremenda. En algún momento algunos intelectuales cubanos, como Miguel Barnet, sugirieron que se convirtiera en patrimonio cultural de la ciudad.

“Hay otras canciones muy hermosas; está, por ejemplo, Guitarra mía, pero cuando escucho Cerca del mar y del monte no puedo dejar de pensar: ¡caramba, esa letra es mía y con ella estremecí a una generación de trinitarios”!

Ana Martha Panadés

Texto de Ana Martha Panadés
Reportera de Escambray. Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

Comentario

  1. Ana Martha, muy importante su crónica, mis felicitaciones. Será que para el 510 aniversario de la ciudad el próximo año, a este hombre y al Dúo Escambray , se le realizará el merecido homenaje del que usted habla.

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