Ella lo ayuda a incorporarse. Él está en cama y se reclina sobre una almohada, visiblemente adolorido. Acomodan el cuerpo con esfuerzo, él coloca sus espejuelos en el rostro y se dispone a contar una historia de lucha, de esas que no cuenta nadie por temor a la vergüenza.
Por encima del nivel de las sábanas aprecio al profesor: amoratado, calvo, no muy alto de estatura, pero de buena complexión física. Por debajo de ellas, una sola pierna.
José Francisco Echemendía Gallego alberga en su rostro el cansancio que ha legado una batalla de más de cuatro años contra el cáncer, cuatro años del carajo, como él mismo refiere, pero en los cuales ha descubierto a su trabajo, al reconocimiento, a su familia, colegas, estudiantes y amigos como los mejores asideros posibles.
Antes de ahondar en tan desgastante cruzada contra el mieloma que le arrebató la extremidad y le ha provocado tantas angustias, decide contar buena parte de su vida y reconocer a quienes no se han separado ni un solo momento en estos días:
“Pertenezco al sexto contingente del destacamento pedagógico. Llegué al magisterio casi por azar, luego de un llamado de Fidel, cerca del año 80. Nunca tuve en mente que acabaría dedicando mis días a esta noble profesión”.
Durante sus más de cuarenta años con el compromiso de instruir, José Francisco trabajó en diferentes escuelas y desempeñó funciones variadas: metodólogo provincial y municipal, profesor en escuelas pedagógicas y en el IPVCE… Siempre estuvo vinculado en general a la enseñanza del Español-Literatura, aunque en la universidad también impartió materias relacionadas con la plástica, la historia del arte y estudios lingüísticos, como la gramática.
“Creo que uno no puede sino sentirse satisfecho, completo y feliz cuando mira hacia atrás y ve una carrera sólida y gran aceptación por parte de los amigos; apoyo, admiración y respeto gigantescos, cosas que agradezco hoy, cuando vivo esta etapa, sin duda, la más compleja de mi vida”.
Delegado del Poder Popular durante algunos años, piensa a la educación como una plaga benéfica que permea cada una de las esferas de su existencia, incluso la política. “Cada vez que elaboraba un informe, lo reconocían. Sin autosuficiencias, pero mis informes bonitos y bien compuestos descollaban por su calidad”.
“Creo que los profesores abnegados avanzamos hacia un punto sin retorno: una vez la ejerces, acabas por entregarle el alma a esta labor y, al menos en mi caso (y aquí no puede evitar llorar) esta experiencia me vuelve dichoso. No concibo mi vida sin el magisterio porque ha sido el magisterio quien me ha devuelto a la vida”.
José cuenta cuán determinante ha sido su familia. “Un bastón, un hombro, un brazo, un abrazo”, rotula. “Mi esposa y mi hermano han estado pendientes de todo, como si fuera un niño pequeño. Tener a mis allegados cerca es un placer que no todos logran conocer. Los míos se mantuvieron días y noches sin dormir, al pie del cañón”.
Perdió la pierna hace, como mucho, un par de meses. La enfermedad base, el mieloma, se encuentra en estado actual de remisión, lo cual es favorable. “Me da un respiro físico y mental porque mientras esté así, las cosas están a mi favor. No es lo mismo tener esa espada de Damocles viéndote desde arriba”.
Confiesa: “Vivo pujando porque el ánimo no caiga y la esperanza no se venga abajo, pienso en mi familia y en los que no lo son, pero se comportan como si lo fueran, en estudiantes y amigos. Visualizo que todo sale bien y que todo fluye, mi estado de salud mejora y acepto una nueva oportunidad”.
Entonces le recuerdo a mi profesor de matemáticas de séptimo grado, Félix Marín: estelar como José, que perdió su pierna derecha por causa de la diabetes y sí, mantuvo la esperanza, sanó, continuó en las aulas y le robó muchos años a la parca.
Justo antes de irme se enerva: extiende la espalda, oprime las sábanas, tensa el rostro, deja caer un par de lágrimas y en un acto de vehemencia, con más resolución que congoja, acaso porque sabe que la lástima pertenece a los vencidos, me dice para que entienda: “¡Pero hay que dar batalla, compadre!”. Y su sentencia lo salva porque José, cual ave fénix, resurge de las cenizas.
Fuimos compañeros de trabajo en el IPVCE una excelente persona y mejor profesor hace mucho tiempo que no lo veo y no conocía de su situación pero le deseo lo mejor del mundo y que se recupere pronto le mando un abrazo grande desde la distancia
Es un «maestro del alma». Son, su desenfado, su inteligencia y su humildad quienes vencen la silenciosa enfermedad. Sus alumnos, compañeros de trabajo y amigos, quienes tenemos la dicha de verlo todavía sonreír. Es adorable tener 3 palabras con él, solo tres. ¡Ah! y revisar pruebas de ingreso más ja, ja. Abrazo para ese campeón.
Hace algunos días lo visité, conversamos, es un estratega y combatiente como pocos en la defensa de la vida. Su familia que abrazo y quiero es la línea defensiva idónea, complementada por amistades también incondicionales. Al final de la visita el compromiso con la profesión y el cumpleaños de la universidad fue el sello. En efecto, es fuente de inspiración y respeto. Un abrazo
Y yo soy Nelson Monzón Padrón, otro compañero de estudios de la carrera en el Varela villaclareño, amigo de tantos años, que me mantengo todavía trabajando aquí, donde nos graduamos, y como Omar (hicimos Práctica Laboral juntos en Cascorro) seguimos luchando por la vida. Me he mantenido en contacto con Jose, un ejemplo de revolucionario, de educador, de cuadro, de amigo y de hombre que asume su existencia con amor, con trabajo e investigación. Saldrás adelante, y seguro tus estudiantes, familiares y amistades dentro de 100 años te seguirán recordando con admiración. Seguimos en combate Jose.
Excelente reconocimiento a nuestro MAESTRO Jose! Esperamos que su salud se mantenga estable y que siga con ese espíritu de valiente y luchador! Orgulosos los uniseños de contar con una persona tan especial y entregado como èl! Te deseo amigo y maestro Jose lo mejor del mundo, acompañando de tus personas màs cercanas y siempre con la Maricela, que también, tanto quiero! Un fuerte abrazoooo
Guerrero,ese fue el calificativo que te di desde que supe por lo que estabas pasando por segunda vez en tu vida,guerrero porque luchaste por vivir,el optimismo te permeó y te está acompañando,puedes sentirte feliz porque tienes una familia que ha sufrido a tu lado, tienes amigos que te han demostrado un sentimiento de amistad en grado superlativo .
Desde la distancia te he acompañado en muchos de esos momentos,te he escrito dándote aliento y vamos siguiendo tu recuperación como lo hacen tus compañeros que nos encontramos fuera.
Mucha fuerza que siempre has demostrado ante cualquier tarea que te han asignado
Un fuerte abrazo.
Fui su condiscipulo en el Felix Varela de Santa Clara. Supe de su enfermedad, pero muy vagamente, sin detalles. Me alegra saber que, aun con todos los problemas concomitantes, se mantiene luchando contra ella, lleno de optimismo. Un saludo para Echemendia y, si alguien de su circulo cercano lee mi mensaje, por favor, digale que Omar, El Toqui, le manda un abrazo BIEN FUERTE.
Gracias por tu comentario, me da mucha alegría saber de ti , un o de los más brillantes compañeros de aula que tuve. Abrazos, cuídate
No podría ser menos la actitud y fortaleza de mi compañero y amigo, también jefe en un tiempo, Jose. Desde Brasil mis mejores deseos para ti y muchas fuerzas para continuar la batalla que vencerás, estoy segura. Un gran abrazo