A los 10 años de edad sabía lo que no quería ser: ni pelotero, ni médico, ni ingeniero… Sus padres lo acercaron a la música, ya fuera comprándole juguetes afines o dejando escuchar melodías clásicas en su casa, en la que pasaba mucho tiempo con el piano y los libros. Uno, sobre la vida de Mozart, lo leyó varias veces. “Fue ahí donde descubrí al compositor”, rememora el pianista espirituano Joel de Jesús Díaz Rodríguez.
Este joven de 22 años, que cursa la carrera de Composición en la Universidad de las Artes de La Habana, ha merecido en menos de doce meses tres premios internacionales por su pieza Escena nocturna: Gran Premio en el International Youth Music Competitions (EE. UU.), tercer puesto en el concurso que convocó la Fundación Mons. Sante Montanaro (Italia), e igual posición en el certamen organizado por la World Piano Teachers Association Argentina.
Con la misma fluidez con que pulsa las teclas del piano, ofrece consideraciones sobre la manera en que los profesores podrían estimular la creatividad de los futuros músicos.
¿Con poca edad intentaba componer?
En nivel elemental, estudiaba piano en un aula donde había un estante lleno de libros de música. Me ponía a leer piezas de Shostakovich, Grechaninov, Aliabeiev, Kabalevski, Stravinski, Tchaikovsky… en vez de estudiar lo que me asignaban, que una vez que lo podía tocar me parecía aburridísimo. Las piezas que yo hacía se parecían a lo que encontraba en los libros. Uno imita en primer lugar, luego se abre su propio camino. La curiosidad es lo más importante.
Si no abundan en los estudiantes de Música de la Enseñanza Primaria quienes muestren interés por la composición, ¿qué se puede hacer para encontrar talentos?
Hay niños que son más imaginativos que otros, pero todos son creativos en esencia. Se les debería instar a que hagan su propia música desde edades tempranas, como un mero ejercicio, como una tarea más de cualquier clase. En el transcurso desde el nivel elemental hasta el superior, donde el estudiante ya tiene la opción de elegir la Composición como especialidad, las veces que se le pide que haga una pieza de música son escasísimas. Esto es escandalosamente erróneo. ¿Qué mejor forma hay de desarrollarte como intérprete que creando para tu instrumento? Me refiero a una utilidad práctica de la composición y no a una búsqueda de genios.
¿Se le da más importancia a la interpretación que a la composición?
En las escuelas se muestra la interpretación como una cosa predefinida o estandarizada y completamente ajena a la composición-creación. No hay una verdadera búsqueda de la creatividad del estudiante-intérprete. Y si a eso se le suma que no te enseñan a que la música clásica forme parte de tu vida, y a amarla, y que en la gran mayoría de los casos esta nunca pasa de ser “la audición de la clase de Historia de la Música”, estamos ante un terrible escenario.
¿De qué manera se puede despertar la creatividad?
En el breve período que trabajé en la Escuela Elemental de Arte Ernesto Lecuona, de Sancti Spíritus, a veces pedía a mis alumnos más pequeños que improvisaran algo al piano. Era un experimento que me gustaba hacer. Algunos tocaban par de teclas con el dedo índice para luego quedarse mirándome; otros, más aventurados, comenzaban a dar palmadas en el teclado (clusters) o tocaban sucesiones rápidas de notas, o glissandi, o utilizaban los pedales ruidosamente… A veces comenzaban a canturrear a la vez que tocaban. ¡Todo esto era tan interesante! Es una pena que en las escuelas no se les diga: ‘Eso que acabas de inventar puedes hacerlo tuyo, y escribirlo, y puedes hablar a través de lo que sea que inventes’. En ese momento entenderían lo que la música puede significar para ellos.
Con un profesor así se aprende divirtiéndose.
Estos momentos de creación que yo les pedía los emocionaba y los divertía en gran manera. ¿Cuán interesante no sería que pudieran tocar sus propias creaciones en los exámenes? ¿Cuánto tiempo más no pasarían con el instrumento si la composición se volviera parte del estudio, en vez de que el profesor se vea forzado a decir: ‘Estudia dos, cuatro, ocho horas?’. Por el divorcio entre creación e interpretación se forma en los estudiantes esa imagen de la obra que estudian como un fósil y del compositor como un semidiós de dotes inalcanzables que existió en algún tiempo remoto. La falta de dinamismo aburre, cansa, desencanta, entorpece y frena el estudio de un instrumento y de la música.
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