Conocer los públicos para los que trabajamos es una asignatura pendiente en la cultura. Se promueven y se organizan acciones todos los días en instituciones oficiales y espacios públicos, pero en la gran mayoría de esas acciones se desconoce el destinatario real.
El asunto tiene una implicación insospechada en los resultados y en el impacto real que se persigue por sus gestores. Hay un desconocimiento entronizado sobre las necesidades sentidas de los receptores actuales, que han variado de una manera sustancial en la era poscovid.
La tendencia actual de los jóvenes y adolescentes de preferir por encima de lo autóctono las variables menos felices de la música urbana es una disgregación que tiene su génesis en la desproporcionada promoción de esos géneros y en la comodidad de los organizadores de eventos masivos, que encuentran ahí la manera más cómoda y fácil de llenar las arcas de ingresos financieros.
Y es el fenómeno musical quizás el más visible, pero en la actualidad se siguen organizando tertulias, presentando libros, debates críticos, inaugurando exposiciones, estrenando obras teatrales y cinematográficas donde la falta de audiencias con verdadero interés es notable.
Urge replantearse la organización de las programaciones culturales en toda la red de instituciones, donde pulula la falta de creatividad y motivaciones para atraer a esos segmentos que por momentos dan la sensación de andar desvalidos al no hallar su espacio, propuestas cercanas a sus universos variopintos, diversos, complejos.
Si revisamos las estadísticas pareciera que todo anda bien, que se cumplen las expectativas, pero, ¿son reflejo cercano de la realidad? ¿Las cifras se corresponden con las verdaderas potencialidades de los territorios? ¿Se logra un cambio evidente en la conducta y el interés por otros universos más allá de las esquinas, los quicios de las casas o los sitios nocturnos de moda?
Sin darnos cuenta el desconocimiento de los intereses y gustos de las generaciones actuales nos ha llevado a una descomercialización de varias instituciones de fuerte arraigo, a la apatía ante la presentación de agrupaciones musicales locales, a que perezcan los tríos, septetos, algunas muestras de las artes visuales o se llegue a una simple estancia en el cine, que todo ello se vea como “cosas de viejos”.
En un reciente encuentro de los Organismos de la Administración Central del Estado con representantes de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, los primeros explicaron las medidas adoptadas por las máximas instancias del gobierno para responder a las demandas e insatisfacciones de sus miembros. Ello suscitó un tuit del Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que deja clara la posición del Estado cubano: “Es tiempo de recuperar la dinámica cultural, artística, musical, que existía antes de la pandemia, porque es una necesidad y un reclamo del pueblo y de nuestros intelectuales y artistas.”
Es tiempo de recuperar la dinámica cultural, artística, musical, que existía antes de la pandemia, porque es una necesidad y un reclamo del pueblo y de nuestros intelectuales y artistas. Con la UNEAC avanzamos en ese propósito. #Cuba 🇨🇺https://t.co/5OupjoQgzz
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) March 31, 2023
Es cierto que la última oleada migratoria, la situación financiera que viven las familias cubanas y otros elementos de la vida nacional afectan también la asistencia de públicos, pero en ningún caso ello debiera convertirse en justificación para aceptar rutinas y acomodamientos que, incluso, llegan a causar daños al cumplimiento de la política cultural.
Es obligación más que necesidad buscar alianzas con la academia, intercambios que propicien saber de primera mano cuáles son los caminos a seguir, diagnosticar mejor, vincular sin miedos los planes de estudio a la potencialidad existente en el sistema institucional de la cultura. Tenemos que invertir hoy en el goce estético, en lo que sublima el alma de los nuevos públicos.
Las herramientas están, el capital humano, la fuerza creadora de nuestros artistas, pero si no tenemos conciencia de que acercar, formar y motivar a los públicos actuales a nuestra gestión es una cuestión fundamental para avanzar en el desarrollo y sostenibilidad de la cultura y las artes, seguiremos regodeándonos en nuestras propias alabanzas, cometiendo errores, ocupando nuestros espacios creativos con lo de siempre y en horarios que llevan al desencuentro.
Llenar plazas con facilismos comerciales, conformarnos con cumplir planes y programas aquí o allá no es la demanda de estos días. La verdadera demanda está en hacer valer lo nuestro sin imposiciones, con conocimiento, respaldo científico, promoción asertiva, propuestas que se parezcan a su tiempo sin olvidar de donde vinimos y hacia dónde debemos ir.
Excelente -en serio- artículo. No me quedan ya dudas; es por eso que el capitalismo no funciona, pues a diferencia nuestra, ellos no se plantean estas cuestiones. Como producir mejor arte? Como llenar salas? Como satisfacer al público pueblo? Como contribuir a la felicidad colectiva?
Yo, sé,- yo sé, en el capitalismo se llenan si-o-si los teatros. Se llenan los conciertos. Se llenan las playas. Cada día hay mas ofertas y la demanda no para de crecer. Pero igual. No importa, para nosotros el resultado es el mismo. El diagnóstico inamovible; por esas cosas, ellos -los capitalistas- no se preocupan como lo hacemos nosotros, y punto.