Retado por la más reciente hecatombe en los Panamericanos de Santiago de Chile, el béisbol cubano hinchó sus velas esta semana para iniciar otra aventura contra molinos. De estos últimos, uno de los más enconados es tratar de enamorar a sus protagonistas, entiéndase jugadores, técnicos, directivos y personal de apoyo, para que defiendan, con el mejor decoro posible, lo que todavía se precia de ser el principal espectáculo deportivo de un país que tampoco es que tenga tantos como para comparar, ya que hace rato la afición asumió que una es la pelota para competir afuera y otra la de adentro para recrearse.
Si se defendió llevar adelante la II Liga Élite del Béisbol Cubano, aun cuando las condiciones económicas, financieras y, sobre todo, energéticas aconsejaban no realizarla, ahora debe encontrar los incentivos para que los seis equipos participantes asuman con seriedad, calidad competitiva y rivalidad cada uno de los juegos en disputa.
De otro modo, no se justifica que los estadios sigan siendo algo así como arbolitos encendidos en medio de ciudades y poblados oscuros, por más que reconozcamos que los partidos nocturnos resulten más cómodos para los jugadores y el público.
A juzgar por los primeros encuentros, al parecer, esta “bombilla”, junto a la decisión de cambiar los nombres y la composición de los equipos a partir de la territorialidad —aunque tiene detractores—, funciona en la identificación de los aficionados con el elenco de su preferencia, atrae a los escenarios beisboleros y fuera de estos a una mayor cantidad de asiduos al deporte de las pelotas y los strikes, algo que, desde nuestro punto de vista, puede ser un punto ganado en relación con la primera versión, jugada a gradas vacías hasta que llegó la postemporada.
Ello avista otros molinos y eleva el desafío a los organizadores y actores de un evento que, como en su primera edición, tampoco logró esta vez reunir a todos los mejores peloteros del país, en unos casos por estar en contratos, en otros por lesiones, y unos cuantos porque declinaron participar, incluso después de haber sido seleccionados como refuerzos de alguno de los seis equipos, lo cual obligó a reemplazos de correcorre, una práctica que lacera la calidad del torneo que, a propósito, enseña desde bien temprano un preocupante orificio en la defensa al compilarse 22 errores en los primeros cinco desafíos, debilidad que ojalá no marque la tendencia en dicha Liga.
Uno de los mayores reclamos de los peloteros cubanos, que aún no está resuelto, es la creación de un sistema de pago que elimine el nocivo igualitarismo de remunerar con el mismo salario a los que juegan y a quienes se quedaron en casa.
Ante tal situación, habrá que pedirles a los que animan la Liga Élite un esfuerzo extra a puro amor para que se pueda concretar, con decoro, el calendario de los 40 juegos de la etapa regular y luego la postemporada, a la cual acceden los cuatro primeros puestos para un enfrentamiento cruzado entre el que termine en el primer puesto y el cuarto, en tanto el segundo se medirá con el elenco que ocupe el tercer lugar, ambos pareos en una subserie de siete partidos al mejor en cuatro.
Los ganadores pugnarán por el título en idéntico cotejo de siete juegos a ganar cuatro, y para el campeón ya se ha anunciado, como incentivo, su presencia en la Copa Antillana, en Puerto Rico. Guiados por lo vivido en la pasada Serie Nacional y por cómo quedaron las nóminas tras el pedido de refuerzos, varios pronósticos se inclinan a que el “cuartico” se quede igualito: Las Tunas, Industriales, Santiago de Cuba y Matanzas.
Para romper ese vaticinio, que parece atravesar al mismísimo fatalismo beisbolero hacia los más débiles, los Gallos deben apostar por sus armas guerreras a partir del engrane entre el juego rápido, veloz y altivo de hombres como Juan Carlos Arencibia, Rodolexis Moreno y Lázaro Fernández, por ejemplo. También por la fuerza al bate de Frederich Cepeda y Yaser Julio González, además de la constancia ofensiva de Yunier Mendoza.
Eso es para fabricar carreras, en cambio, para contenerlas, desde el box exprimir los brazos, inning a inning, de quienes conforman un staff donde no se advierte un claro líder, sobre todo en el departamento de los abridores.
Comenzó a rodar la bola en la II Liga Élite del Béisbol Cubano y, aunque no espero que aporte mucho a la mejoría que le reclaman al béisbol, ojalá sea capaz de animar este cierre de año en Cuba y no sume grados de frialdad a los días invernales de la isla y termine derribada por los molinos.
Torneo mediocre