La magia de hacer brillar lo sucio (+fotos)

Desde hace dos años Misleidy Rodríguez Ortiz barre las calles del poblado de Iguará, en el municipio de Yaguajay. Con sus manos mantiene la higiene comunal

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Misleidy barre de lunes a sábado las calles del poblado de Iguará, en el municipio de Yaguajay. (Fotos: Greidy Mejía/Escambray).

Mira el reloj y solo faltan minutos para la medianoche. A esta hora ya perdió la cuenta de las vueltas que ha dado en la casa para dejar todo listo para el próximo día. Sus pies ya no resisten. Sus ojos luchan contra el cansancio de la jornada. Sus manos, también.

Sin embargo, Misleidy Rodríguez Ortiz saca fuerzas. Hasta que no deja los uniformes y las mochilas de sus dos hijos arregladas para la escuela no puede dormir tranquila. En medio de ese ajetreo consigue descansar unas escasas horas, hasta que la alarma indica que llegó la hora de levantarse.

De un tirón se arregla y, cuando la mayoría del pueblo duerme, ya va con su escoba de camino al trabajo. Mientras recorre más de un kilómetro para llegar hasta el lugar donde labora, le da gracias a Dios por tener este oficio. A pesar de los desvelos, las preocupaciones y el ritmo agitado de la vida, está ahí, de pie, para mantener la higiene de su localidad.

“Este trabajo me ha dado fuerzas para vivir, para luchar, y poder encaminar a mis hijos”, refiere la barrendera.

No importa si los días son húmedos, fríos, o calurosos. El clima no impide que esta mujer salga a barrer las calles del poblado de Iguará, en el municipio espirituano de Yaguajay. Desde la conocida esquina de la escuela primaria Raúl Perozo Fuentes, hasta la farmacia del territorio, Misleidy se encarga de recoger cuanta basura encuentra a su paso.

“Casi siempre comienzo a barrer sobre las seis de la mañana. Madrugo para que esa parte del pueblo amanezca sin suciedad. Es un área de mucho tránsito, porque van los niños para la escuela y la gente visita los puntos de venta que hay por aquí. Aunque me levanto temprano, a veces son las doce del día y todavía no he llegado a la casa.

“No solo es barrer el área. También guataqueo la parte de atrás de los quioscos, y en lo que recojo la basura y la echo en los sacos me demoro un poco”, cuenta mientras me mira con ojos cansados e intenta averiguar el porqué de esta entrevista.

Se trata de una mujer común solo en apariencias, porque encargarse de la limpieza de las calles no es tarea fácil. De lunes a sábado y, contra viento y marea, Misleidy sale a barrer con la misma voluntad del primer día.

“Todos los días me encuentro mucha suciedad en las calles. Las personas lo mismo tiran latas, papeles, cartones, sacos rotos, bolsas de nailon, y hasta el resto de las viandas que se venden en la feria los sábados”, destaca Rodríguez Ortiz.

Misleidy lleva dos años como trabajadora de Comunales en Iguará y durante todo este tiempo se ha mantenido en esa misma área. Se conoce al dedillo cada rincón, de ahí que se agencie estrategias para limpiar, primero, la parte más concurrida. Aun así, hay jornadas complicadas.

Hace dos años que Misleidy labora en el sector de Comunales.      

“Los días más difíciles son los lunes. Después que pasa el fin de semana se une la basura que normalmente dejan las personas y todas las hojas que caen de las matas. Cuando dan fiestas o cualquier actividad cultural es mucha la suciedad y, créame, me canso.

“Hay personas a quienes les da lo mismo ver el pueblo sucio. Entonces, nosotros que nos sacrificamos y madrugamos para que esté limpio el lugar donde vivimos, a veces nos sentimos mal cuando no cuidan lo que hacemos.

“Los inspectores deberían velar un poco más por eso, porque hay ciudadanos que, aunque vean los cestos, prefieren tirar en la calle los papeles, las latas, cualquier cosa. Por el centro del pueblo la gente pasa a comprar, a comer, y si, como mínimo, dos personas echan basura en cualquier esquina, el área se ensucia muy rápido”, confiesa la mujer, mientras barre con detenimiento para no dejar nada atrás.

Apenas son las diez de la mañana y el sol hostiga con sus rayos. Por debajo del sombrero que le cubre el rostro, Misleidy siente el calor. Se detiene unos segundos y vuelve a la carga. Sus manos acomodan la escoba de un lado a otro para barrer con facilidad.

Mas, no se queja. Su propósito es cumplir con lo que le toca. Tanto es así que por estos días se ha sumado, junto al resto de los trabajadores de Comunales, a la limpieza del cementerio de la localidad. Y lo ha hecho con gusto porque, según ella, el sitio lo necesitaba.

“El cementerio se está guataqueando, limpiando, y se va a pintar para dejarlo en las mejores condiciones. Esto es un lugar sagrado de nuestro pueblo”, refiere con desenfado la mujer de 50 años de edad. Sin embargo, este no es el único trabajo de Misleidy. Una vez concluida su faena en las calles, en casa la esperan sus dos hijos: Cristo y Cristian, y un sinfín de tareas domésticas que no puede desatender.

“Cuando llego a la casa, ahí empieza mi otro trabajo. Entre la limpieza, la comida, y las cosas de la escuela de mis niños, no paro ni un minuto. Nada de dormir hasta por la noche”, expresa la barrendera, y se ríe cuando enumera cada una de sus actividades en el hogar.   

“Me siento cómoda en este trabajo. Si no hubiera sido por este oficio, no hubiera sido nadie. Esto me ha dado fuerzas para vivir, para luchar, y poder encaminar a mis hijos”, dice, y se le quiebra la voz por un instante.

Misleidy Rodríguez Ortiz está hecha con la arcilla con la que se modelan las heroínas. Ella no lo cree. Piensa que su trabajo es algo común. Y se equivoca. Barrer todos los días las calles de Iguará la hace inmensa.  

Greidy Mejía Cárdenas

Texto de Greidy Mejía Cárdenas

Comentario

  1. Delia Rosa Proenza Barzaga

    Mis respetos para esa mujer, díselo, Greidy. Ella es realmente grande, de las que dignifican al cubano, en este caso a las cubanas. Le envío mi abrazo.

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