Detrás del equipo ultrasonográfico, Oriel Ernesto Otero Hernández pierde el rastro a las horas. El mundo exterior no cuenta. En ese momento, su pensamiento se convierte en un templo de concentración para no fallar en los diagnósticos.
En el pequeño local del Policlínico Universitario Camilo Cienfuegos, de Yaguajay, con espacio reservado para una camilla, el equipo de ultrasonidos y unos escasos asientos, este profesional de la Imagenología es feliz.
Desde el año 2003, cuando se inauguró el servicio de Ultrasonido en el centro, dio los primeros pasos en este mundo. Un poco más tarde, en el 2016, tuvo la oportunidad de cursar un diplomado en Genética Médica, con el cual aprendió a recorrer los vericuetos del embarazo a través de imágenes.
Con estos saberes a cuestas se adentró en el estudio de uno de los procesos más hermosos de la vida hasta los días de hoy. Delante del monitor, con los ojos prestos a los más mínimos detalles, el galeno se enfoca en los ultrasonidos prenatales.
“Atendemos todo lo que tiene que ver con las embarazadas, desde la parte prenatal, hasta los ultrasonidos obstétricos, con la cervicometría y los dopplers, que ya se hacen aquí. Aun cuando nos dedicamos a la parte prenatal, también hacemos algunos casos generales.
“Para nadie es un secreto que el mejor equipo de ultrasonidos está aquí en el policlínico, porque es el dedicado a la parte prenatal, con el cual se ven las imágenes de todas las estructuras fetales que, en un equipo de mala calidad, sería imposible. Entonces, para definir casos del mismo hospital y de las diferentes áreas de salud, trabajamos con este equipo”, refiere Otero Hernández.
Mucho antes de las ocho de la mañana, Oriel ya está en la instalación de salud. Allí permanece la mayor parte del día, solícito a cuanto caso llegue a sus manos. Una vez delante de él, cada paciente tiene su tiempo. Y mientras desliza el transductor por cada rincón del vientre materno, Oriel despeja las dudas y preocupaciones de las gestantes.
“Nosotros hacemos los ultrasonidos de los tres trimestres del embarazo. Cuando detectamos algunos problemas remitimos a las personas al Centro de Genética Médica Provincial, y ellos determinan si se corrobora nuestro diagnóstico. Muchas veces las pacientes tienen que ir al centro de referencia nacional para casos cardiovasculares y otras enfermedades”, acota el especialista.
Con estos ardides adquiridos de los años de estudio, de las horas prolongadas detrás del monitor y del contacto directo con los pacientes, Oriel enfrenta hasta los casos más complejos de los ultrasonidos prenatales.
“La parte más difícil de este tipo de ultrasonidos es la cardiovascular, porque el corazón es un órgano que está en constante movimiento y es muy pequeño a las 22 semanas de embarazo. Entonces, en esa estructura tan pequeña nosotros tenemos que ver muchas cosas”, recalca.
Por esa entrega y consagración a lo que hace, Oriel goza de prestigio y admiración en todo Yaguajay. Sus criterios resultan confiables cuando tocan a la puerta de cualquier instalación de salud del territorio, y fuera de él. En sus manos los diagnósticos se vuelven certeros, a pesar de la cuota de apreciación a la que está sujeta el mundo de la Imagenología.
“Lo más importante es conjugar la clínica con la imagen. Muchas veces el paciente llega con indicaciones incompletas, que no vienen con el examen físico, ni con la clínica. Por tanto, siempre hay que entrevistar al paciente, preguntarle qué se siente, dónde es el dolor, qué otros síntomas tiene, porque el ultrasonido es un medio diagnóstico que, en determinadas situaciones, se apoya en otros estudios más avanzados”, asegura el galeno de 55 años de edad.
Oriel ha dedicado más de 30 años al sector de la Salud y, a pesar de los desafíos, este profesional de la Imagenología sigue siendo el mismo. Para este hombre no existen las grandilocuencias ni las vanaglorias. En él solo habita el deseo de ayudar.
La prueba está en su consulta, hasta donde llegan personas de distintos parajes de la geografía yaguajayense en busca de su mano salvadora. Mientras prepara el equipo para el próximo paciente, vuelve la vista y sentencia: “Siempre se dice que nadie es profeta en su pueblo, pero tener una buena imagen y un reconocimiento de la población satisface mucho, porque vemos que hemos cumplido con nuestro deber: hacer el bien”.
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