Desde que en el 2018 José Manuel Hernández García se mudó para una de aquellas viviendas construidas detrás del Politécnico de la Salud —específicamente vive en Camino de Zaza interior No.81 altos—, en el Reparto Escribano de la cabecera provincial, han llovido sus gestiones para intentar revertir un problema, al parecer, crónico allí: la falta de agua. Mas, según refiere a Escambray la sequía de soluciones persiste.
Así lo escribía a esta sección: “En julio de 2018 compré la casa donde vivo, a pesar de que vi algunas dificultades con el abasto de agua, que solo llegaba con poca presión a ras del suelo lo que obliga a la mayor parte de los vecinos a tener cisterna o ladrones de agua en las acometidas.
“Al ver esto —suscribe Hernández García— me dirigí en varias ocasiones a los compañeros del acueducto para tratar el asunto; sin embargo, no recibí ni siquiera respuesta a mis planteamientos. En enero de 2019 envié una carta solicitando solución al problema a distintas instancias y organismos sin resultado; a pesar de todo, decidí esperar ya que el agua entraba un rato por la mañana y un rato por la noche, lo cual me permitía mantener lleno el tanque elevado que tengo, solo había dificultades cuando se rompía alguna de las bombas que la suministra, cuando esto sucedía tenía que comprar una pipa de agua en 400 pesos, al igual que muchos vecinos, pero ahora la
situación se agravó ya que desde marzo no entra al barrio o lo hace por 30 o 40 minutos solo por la noche, esto me ha obligado a tener que comprar dos pipas de agua al mes, 800 pesos, que con lo difícil que está la situación económica se siente”.
Aun cuando, según asegura José Manuel, se han personado allí directivos de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, del Gobierno, tanto municipal como provincial, y de la Oficina de Atención a la Población, y de que sus quejas han sido tramitadas, incluso, en la Oficina de Atención a la Población del Consejo de Ministros, los problemas en la derivadora de agua que alimenta aquel caserío no han logrado resolverse.
Han llovido las insistencias de José Manuel, tanto que se han solucionado algunos salideros, se taparon las mangueras que por lluvias quedaron al descubierto alguna vez, se cerró el hueco abierto para arreglar la derivadora…; pero sigue escaseando el agua.
“Se necesita rehacer correctamente la derivación que alimenta el barrio, ya que de la maestra sale una pulgada para llenar después un tubo de cuatro”, asegura Hernández García, quien cree que este es uno de los males con los que nació aquel caserío.
Valdría la pena revisitar definitivamente el asunto y lograr que, con el esfuerzo de todos, abunden las soluciones en lugar de las gestiones. A lo mejor así, más temprano que tarde, en aquellas viviendas podría terminar, de una vez por todas, la sequía.
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