Cuando parecía que lo habían hecho todo bajo al embrujo de las aguas del Complejo Acuático Merliot de San Salvador, las cuatro muchachas doradas de la natación cubana lo volvieron a hacer: sacar de la piscina otro oro impensado, electrizante, sorpresivo.
Esta vez fue el relevo del 4×200 metros libres el autor de la alegría, estampada por Lorena González, Andrea Becali, Laurent Estrada y Elisbet Gámez, la cuarteta inmensa de la natación de la isla.
Pareció un calco al papel carbón de lo acontecido a menos de 12 horas de escribir la primera de las hazañas cuando ganaron el oro en el relevo 4×100 metros libres: igual rompieron el récord centroamericano y nacional ahora con 8:10.47, igual nadaron en el mismo orden, igual destrozaron pronósticos y corazones también.
Volvió Lorena, la espirituana, la nuestra, a lanzarse al agua en el primer tramo. Otra vez comenzó a trazar los bordes de la hazaña. Nadó con la fuerza del corazón más que de los brazos, que habitualmente se lanzan al agua en posición de estilo mariposa. Pero esta vez fue tan libre como el evento y no creyó en el favoritismo de mexicanas, colombianas.
Se agigantó en el agua, nadó con el empuje de los grandes y entregó segunda con un remate de lujo, pasados los primeros 100 metros, para garantizar lo que sobrevendría después: Andrea Becali llevó a Cuba a un primer puesto que preservó Laurent Estrada a pesar del acecho desde los carriles. Con Elisbet, el suceso sería cuestión de nadar y cantar para conquistar, ella sola, su quinta medalla centroamericana cuatro de ellas doradas. Hizo lo de siempre: nadar sin mirar a los lados, solo con la fuerza y el empuje de su estirpe, esa que la premia en sus terceros juegos.
Entonces los márgenes de piscina se mojaron más por la emoción de las lágrimas que por el agua destilada de sus trajes. Fue el llanto de un país que nadó con ellas brazada a brazada desde las imágenes televisivas y las reconoce heroínas de estos tiempos.
Y cuando Elisbet Gámez tocaba los bordes de la alberca salvadoreña, no solo destronaba el reinado de México y Colombia; permitía, como todas, un hito para la natación espirituana: por primera vez una representante de este deporte se alza con títulos en una cita centroamericana.
Le tocó por derecho a la muchacha que un lustro atrás, en Barranquilla, Colombia, había inscrito a Sancti Spíritus en los anales regionales con su primera medalla en estas lides: un bronce en el relevo 4×200 metros libres cuando apenas contaba 16 añitos.
Lorena y las muchachas de la natación trocaron la realidad el sueño de lo posible. Como todas, Lorena no tiene siempre la mejor de las piscinas para la preparación, como tampoco los recursos necesarios para un deporte de primer mundo, ni el roce internacional con los mejores de la disciplina.
Pero justo en ello les va el tamaño de la grandeza con un oro que reluce entre todos los que Cuba ha logrado arrancar a los escenarios salvadoreños y en cuantos ha tenido hacia atrás.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.