El desempeño de la delegación cubana en los recién finalizados XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, con sede en San Salvador y subsede en República Dominicana, hay que verlo con diferentes prismas.
Uno de ellos debe sopesarlo en su contexto. Desde ese ángulo la actuación de los cubanos, ubicados en el tercer lugar del medallero y con 74 títulos, a tono con el rango de 70-80 que se propuso la delegación, es lo que más ilustra el sitial que ocupa en el deporte regional en tiempos en que nuestro movimiento deportivo no atraviesa por su mejor momento.
De un lado, las estrecheces financieras y económicas que de manera general distinguen el escenario nacional influye, por lógica, en un sector que demanda recursos de todo tipo y no siempre los tiene ni para garantizar una óptima preparación ni para respaldar la alimentación fuerte que demanda la práctica del deporte de alto rendimiento.
Ese es un hecho irrefutable, como lo es también el éxodo que ha marcado a todas las disciplinas, tanto de atletas como de entrenadores.
Se sabe además que Cuba llegó a los Juegos con una avanzada en muchos casos joven, con escasa experiencia competitiva, debido a que el roce con otros deportistas previo a la cita fue casi nulo.
Por esa y otras razones hay que aplaudir los desempeños tanto de individualidades como de colectivos que sobresalen a la hora del recuento. Aquí se inscribe la hombrada de la lucha, que logró actuación perfecta de 18 medallas con igual cantidad de atletas y 15 de ellos con títulos, la descollante actuación de las nadadoras con cuatro títulos en una disciplina que tradicionalmente no ha sido ganadora, el oro de las velas, los primeros lugares del tenis de mesa, el ajedrez y el canotaje, aunque este último por debajo de otras citas, con solo cuatro preseas doradas.
También, aunque le tocaba por la calidad de la armada que presentó, es justo reconocer el aporte del judo con sus nueve medallas de oro.
Habría que mencionar el atletismo con sus nueve títulos, pero al propio tiempo se debe señalar que, como ha sucedido en otros Juegos múltiples a diferentes niveles, varios atletas no fueron capaces ni de rebasar la marca con que llegaron a la competencia.
Algo similar le sucedió al tiro deportivo que en más de una prueba pagó la falta de municiones con que entrena hace rato
Aunque de manera individual Arlenis Sierra no hizo quedar mal el nivel que tiene para subir dos veces a lo más alto del podio, el ciclismo estuvo por debajo del aporte de otras citas, lo mismo que la gimnasia artística, el taekwondo, el clavado y la esgrima (con solo dos títulos), el remo (tres) y el kárate (uno).
Y en este recuento, un aparte otra vez para el boxeo. Hay que decir con todas las letras que el buque insignia esta vez zozobró en sus propias aguas ya que su aporte de apenas dos títulos es de lo peor de esa disciplina en los anales centroamericanos.
No es que importen solo los títulos. Justamente esa carencia en el ring lleva a mirar con el prisma de la satisfacción actuaciones relevantes y medallas de otros colores regaladas por varios atletas a lo largo del certamen, como muestra del coraje de quienes se sobreponen con talento y entrega al duro rival de las dificultades económicas.
Entre los colectivos, varios cedieron en su hegemonía regional. Por eso los mayores aplausos para el balonmano con oro en los dos sexos y el del voleibol masculino, que terminó una sequía de títulos de 25 años, pero, para ser justos, no podía ser otra la respuesta luego de asistir con un dream team en relación con el resto de las selecciones.
Por rigores del reglamento o por la lluvia que ayudó al desenlace, lo cierto es que el béisbol no pudo llegar a lo más alto del podio, aun cuando fue con equipo de primer nivel, medido a otros de inferior catadura, sobre todo porque perdió dos partidos que a la larga le pasaron factura.
Ahora, mirado con el otro prisma un poco más objetivo, hay que ver en toda su dimensión el descenso experimentado también por nuestro movimiento deportivo en el área centroamericana.
No era el tercer lugar el puesto a defender, sino el segundo, luego de que en la versión de 2018, en Barranquilla, Cuba cedió ante México en el liderazgo por países. Por tanto, si bien se cumplió uno de los objetivos en cuanto a los oros a alcanzar, el otro, el de la ubicación, no se pudo concretar.
Lo cierto es que los aztecas han emergido como la potencia del área con un dominio arrollador. Los títulos alcanzados casi doblan los logrados por Cuba: 145 (récord)-74; casi idéntico sucedió con la cantidad total de preseas: 353 (récord)-196, lo cual denota el desarrollo de esta nación en todos los deportes, sin considerar que en muchos casos no asistió con sus mejores representantes.
Pero a Cuba le nació otro rival en el último quinquenio: Colombia, con un crecimiento exponencial en su deporte, al punto de que el subtítulo por países no fue ni siquiera reñido con los nuestros al superarlos en 13 títulos: 87 y también en cantidad de preseas: 244.
Sin que sea tampoco un demérito el tercer lugar, hay otros elementos que confirman el descenso en la hegemonía regional por parte de los atletas antillanos. Por primera vez desde la versión de 1974 en Santo Domingo, República Dominicana, Cuba no rebasa los 100 títulos y esta vez se quedó bien distante.
Mirar los resultados con ese visor nos ayuda a ver con más claridad a la hora de sopesar los rumbos del deporte cubano, sobre todo porque, a diferencia de otras naciones, Cuba sí llevó una buena parte de lo mejor de sus representantes en varias disciplinas como la lucha, el boxeo, el voleibol, el béisbol y el judo.
Ayuda también a apreciar con ojos de elogio lo encomiable y, sin ensalzamientos ni triunfalismos, lo criticable, mucho más ahora que Santiago de Chile y su cita panamericana no darán mucho tiempo para el respiro, como tampoco París, a la vuelta de unos meses.
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