Cuando en 1999, con 32 años, Alberto Gorrín Martín bajó del Escambray, se arrimó a la Agricultura Urbana y apostó al cantero apenas calzaba los conocimientos de técnico de nivel medio en Agronomía y sabía de café; entonces no imaginaba cuánto aprendizaje le deparaba el destino, ni que armaría una obra productiva capaz de colocarlo en la vanguardia de ese movimiento en Sancti Spíritus.
“Es algo bonito, donde ves crecer rápido las plantas y un trabajo muy dinámico”, revela a la sombra de un bosque tan diverso como acogedor, que pareciera ser más una estancia del Jardín Botánico que el corredor de naturaleza que une dos organopónicos a escasos metros del edificio 12 Plantas, en la zona de Olivos I.
Bajo la guía de Alberto Gorrín, El Estadio ha devenido uno de los rostros más estables de la Agricultura Urbana en el territorio. Raro el día que no hay ofertas en el punto de venta, o ver un cantero vacío, o que no desfilen por allí personas en busca del vegetal o una planta medicinal.
Casi un cuarto de siglo de vida en esa labor le ofrece crédito para hablar de la modalidad productiva que puso desde hace 35 años los vegetales y las hortalizas al alcance de los habitantes urbanos. Ser reconocido como el mejor productor en Sancti Spíritus en el 2022 da motivos para develar la historia de un hombre tan sencillo y común como consagrado al cantero; capaz de convertir el organopónico en una fábrica para producir las semillas, en polígono de conservación de suelo y atractivo paraje donde armonizan naturaleza y producción.
¿Acaso la Agricultura Urbana es mover el sustrato del cantero y echar semillas?
Nada de eso, aquí hay que aprender o no triunfas ni llegas a la sostenibilidad. Entré analfabeto y me tuve que alfabetizar, porque no es la misma agricultura; hay gente que dice: Tengo experiencia en el campo, pero esto es diferente, se usan técnicas distintas.
Al inicio tuve la oportunidad de integrar un equipo de trabajo que visitaba los organopónicos del municipio con los fundadores del movimiento; aprendí mucho ahí de qué podía hacer y qué no, me dio experiencia. Hoy puedo decir que domino este escenario, no improviso nada, camino sobre el conocimiento y la experiencia
Hago planes de siembra, no de producción, porque hay muchos obstáculos en el camino, ya empíricamente voy poniendo cada semilla donde va; claro, respeto siempre los ciclos de los semilleros para que nunca me falte la producción en el punto de venta. En la etapa de invierno aplico mucho la asociación de cultivos, intercalados, así se logra más producción en la misma área. Pero no es asociar por asociar, hay que saber cuáles especies juntas, porque un cultivo te puede dejar el otro abajo y no coges nada.
La Agricultura Urbana es como las cuatro patas de una mesa: semilla, abonos orgánicos, manejo agroecológico de plagas y el riego de agua; el que logre esos cuatro elementos puede producir estos alimentos todo el año. Claro, a eso hay que sumar el conocimiento y la voluntad del hombre de hacer producir el cantero.
¿Cómo compaginar la estabilidad productiva con la obtención de semillas?
Asegurarte la semilla no es un trabajo, ni una inversión perdida, y sí un camino seguro en esta actividad. Hoy no hay garantía de tener la semilla para el momento que hace falta, entonces lo mejor es producirla; por ejemplo, las dos variedades de semilla de lechuga que tengo aquí no están en el mercado regularmente; además, estas son muy aceptadas, tienen mayor rendimiento, la población puede comprar más y nos da a nosotros mayor utilidad.
Este organopónico tiene un eslogan: Salvemos la semilla. A veces hemos perdido buenas variedades, como la del pepino chino, porque las abandonamos y luego las que usamos son más malas. No hay mejor camino para la sostenibilidad de este programa que tener la semilla y no llegar al bache de que se acabó y no tienes quién te la venda; eso sin hablar del precio, que es muy alto.
Una experiencia particular de este organopónico es que hemos logrado tener semilla de cilantro isleño durante todo el año, con buenos rendimientos; sin embargo, la bibliografía dice que es en los meses de invierno cuando se da, y aquí la producimos permanentemente. Igual el apio, el perejil, que también son cultivos de frío y mantenemos ofertas bastante estables.
¿Cuánto ha aportado la individualidad de Alberto Gorrín a la estabilidad del organopónico?
Al haber tanto déficit de tenedores —instrumento usado para mover la tierra en el cantero— llevábamos años con una idea que ya la concretamos y con un herrero fabricamos un arado, el mismo que toda la vida ha utilizado el campesino en el campo, pero lo hicimos en una escala más pequeña y más liviano, para que lo puedan halar dos hombres y otro va guiando el implemento.
Un cantero que podía demorar hasta una mañana completa para picarlo, ahora, con mucha facilidad, en siete u ocho minutos se prepara la tierra y queda más desgranada, mucho mejor el suelo. Ante la falta de insumos y abono orgánico, en otros organopónicos han bajado los rendimientos; aquí, con ese arado no han mermado los rendimientos ni la producción.
¿Es más fácil la Agricultura Urbana que la convencional?
Al contrario, es más difícil, porque las semillas son casi microscópicas, si no las empiezas a atender desde un inicio, a cogerle la hierba a diario, las pierdes. Estamos hablando de la agricultura en miniatura, en la otra sembraste, te fuiste y al cabo de los días regresas a darle guataca u otra atención; a esta hay que echarle agua todos los días, escardarla a diario; cuando trasplantas tienes que estarle pasando garabato u otros instrumentos constantemente. Claro, aquí el espacio y las distancias son menores.
Si divides una caballería en 100 partes, aquí de terreno cultivable —los pasillos no cuentan— tenemos una sola parte de esa caballería; de eso vivimos siete personas. Somos rentables, pagamos las rentas a la Granja Urbana, salarios que oscilan sobre los 10 000 pesos mensuales y nos da utilidades el organopónico.
¿Qué le permite a El Estadio sostener la eficacia productiva?
No le damos tiempo al cantero vacío; cuando se cosecha, se prepara, se fertiliza y al otro día se siembra de nuevo. El ciclo productivo de la lechuga ronda los 26 días. Vengo todos los días, hasta el domingo y casi siempre me voy de noche. Soy enemigo del trabajo mal hecho, porque la chapucería se paga caro en la agricultura y en esta actividad específica no cabe.
La labor diaria del colectivo es lo más importante, la dedicación, el interés por hacer las cosas correctamente, todos aportamos ideas, colegiamos las mejores maneras de hacer. Alberto solo es el que guía el trabajo, da criterios técnicos, pero todos los que han pasado y están ahora tienen su parte en los resultados. Es una unidad que ha perdurado en el tiempo; no es el organopónico de los baches. Eso lo determina el escalonamiento de los semilleros, por eso también es de los que más rápido se recuperan cuando hay eventos meteorológicos.
No puedo estar aquí para calzar la chequera, como me decía un productor tiempo atrás; me hace falta que el organopónico sea productivo, porque este movimiento fue diseñado para que el pueblo tenga a su alcance esa opción alimentaria y nos garantice el sostén económico a los que trabajamos aquí.
¿Por que esa fidelidad al cantero?
Si caigo en la monotonía, en el bache, ya no sería yo y los trabajadores tampoco confiarían en mí. Me reconocieron como el mejor productor de la Agricultura Urbana en el 2022, pero el colectivo está también en esa distinción, uno siente orgullo por esa referencia, pero no soy persona de andar buscando reconocimiento o diplomas, lo que me interesa es que el pueblo salga del punto con alimentos sanos para su casa y la familia.
La paso bien aquí, siempre estoy creando cosas nuevas, por mi cabeza no pasa separarme ni del movimiento ni de El Estadio, porque me ha gustado esta agricultura en miniatura.
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