El trabajo desempeñado por miles de féminas espirituanas hace hoy parir la tierra y, en medio de tantas limitaciones, es rocío que abona cada surco, donde el sudor se multiplica en beneficio del desarrollo local y la soberanía alimentaria.
Tal fuerza señorea sobre montes de encendido verde; su talento es capaz de convertir el terreno árido en granos, viandas y hortalizas. No son pocos los espacios donde alguna vez campeó el marabú y ahora crecen platanales, pues nada es imposible para la mujer cubana.
A Carmen, la de La Sierpe, le llaman así porque la mayoría de sus producciones se comercializan en ese territorio, aunque oficialmente la finca El Suegro pertenece al municipio de Sancti Spíritus y ella se considera una empedernida yayabera.
Es célebre por haber patentado en Cuba el vino de la flor de Jamaica y también por no revelar la receta, ni siquiera a los vecinos; como si se tratase de la fórmula de la Coca-Cola, o la interpretación de la ecuación física más celebre en la historia de la humanidad, con la cual Albert Einstein completaría la teoría de la relatividad.
Pero no divulgar el secreto del producto que la ha hecho famosa en la provincia y más allá es un derecho que esta guajira defiende a ultranza, porque, en definitiva, es ella quien sangra en el campo, junto a su esposo e hijo, por hacer realidad los sueños de vinicultora.
Gracias a ciertas variedades genéticas de la flor de Jamaica creadas por especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), Carmen Luisa Vidal Ruiz puede sembrar esta planta todo el año y entregarse por completo a la elaboración no solo de la bebida, sino también de dulces con excelente calidad y sabor.
Con aproximadamente un cordel (37.71 metros) sembrado de la planta, esta hacedora de sueños solo piensa en ser útil al país.
“El pasado 11 de noviembre hizo siete años desde que conocí al otro amor de mi vida, la flor de Jamaica, a través del Proyecto de Innovación Agropecuaria Local (PIAL) que me invitó a un congreso internacional auspiciado por el INCA, y nunca más la he podido sacar de mi mente”, confiesa.
Toda vez que el empleo de la flor de Jamaica es una novedad en el país, la guajira se dedicó por entero a develar sus misterios para darle a conocer al pueblo su sabor y propiedades medicinales.
“Luego fui creando recetas de mi autoría, hasta que un buen día, fruto del intercambio contante en exposiciones y eventos científicos a los cuales acudí en calidad de productora, un especialista de la Empresa Agroindustrial de Granos Sur del Jíbaro, de La Sierpe, me sugiere patentar las marcas de mis productos.
“Entonces me presenté en el Citma con los papeles en regla y una muestra de mis producciones e hice un sueño realidad al patentar mi vino de flor de Jamaica”.
Según la productora, tanto la bebida como la finca se nombran El Suegro en honor al padre de su esposo, quien le inculcó el amor por el campo y falleciera poco tiempo después de haberla enseñado a arar la tierra.
Todo lo que produce la finca se comercializa bajo ese sello comercial: “No me corresponde hablar de la calidad del vino, mejor pregúntele a la población, aunque bueno, ya que preguntas te digo que es una excelente bebida. ¿Quieres probar…?”.
Carmen vende hoy más de 3000 botellas de vino de flor de Jamaica al año.
¿Qué trabas ha encontrado como productora?
“La verdad que ninguna; en cuanto a la melaza, quisiera que me entregaran un poco más para aumentar las producciones, pero todo me ha salido bien, gracias a Dios.
“Todo en la vida tiene su encanto, pero para mí no hay nada difícil o imposible, aunque sí te voy a confesar que he pasado trabajo para arrancarle los secretos a la flor de Jamaica.
“No me lo tomes a mal, ni como una arrogancia de mi parte, más bien como sano orgullo, porque todo el que prueba el vino de la flor de Jamaica hecho por otros productores y luego prueba el mío dice que el de El Suegro es el mejor”.
Sus manos curtidas por el sol y la sal del sudor se han vuelto expertas en elaborar también mermeladas y panetelas de flor de Jamaica.
Agrega que ya la provincia posee el “pru espirituano”, una refrescante bebida tradicional inspirada en su homóloga del Oriente del país que ha sido extrapolada a nuestros predios, también a raíz del empleo de la Hibiscus sabdariffa, nombre científico de la planta que inspira a Carmen.
Entonces sonríe por primera vez y, con la ingenuidad de los guajiros, explica que esa receta no tiene secreto alguno, por lo cual un día la compartirá con los lectores del periódico.
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