“No hay nada mejor para el alma que levantarse bien temprano y llegarse al vivero donde las plantas conservan aún las gotas de rocío”. Con esta sabia convicción inaugura los días Neida Hernández Carballo, quien hace más de 20 años se asentó en la finca El Palomar, en las inmediaciones de Fomento, y poco tiempo después ya había transformado ese paisaje agreste en un sitio admirable de la geografía espirituana.
La cordial y laboriosa campesina, vinculada a la Cooperativa de Créditos y Servicios Armando Mestre, es capaz de cultivar, en tan solo 33 cordeles de terreno, la mayoría de las plantas ornamentales que se exhiben en la provincia, pero, además, producir alimentos para el autoabastecimiento de su familia y para ayudar a los obreros vinculados a esta actividad.
“Mis amaneceres son de cara a los canteros”, confiesa mientras camina revisando las bolsas de polietileno ya plantadas o las que aún no muestran la germinación, porque El Palomar es su gran obra y, sin dudas, su mayor desvelo.
Para Neida, quien además es madre y abuela, compartir con su familia las labores diarias le da fuerzas y deseos de seguir. Es por ello que podemos verla sembrando pasto en la Plaza de la Revolución de la ciudad cabecera o multiplicando y repoblando las macetas que adornan la Carretera Central, el bulevar, las inmediaciones de cualquier centro, las avenidas más importantes de los territorios y hasta las instalaciones del Turismo.
¿Cómo aprendió el manejo de este tipo de cultivo?
No fue por el estudio, aunque sí he tenido que leer mucho para conocer los tipos de plantas y sus características. El trabajo nos educa y cuando uno ve cómo brota la hoja del esqueje recién plantado, entonces se empeña en cuidarlo para que crezca sano en el vivero, esa es la mejor recompensa. Aquí las plantas se separan por especies, las que son resistentes al Sol, las de sombra, las que llevan más o menos cantidad de agua, incluso las que ponemos en las naves semiprotegidas.
¿Por qué en lugar de dedicarse a la producción de cultivos varios desarrolla las plantas ornamentales?
“Mi mayor satisfacción es sembrarlas, verlas nacer, crecer, podarlas, darles el tratamiento que llevan desde el vivero hasta que las depositamos en las macetas con toda esa gama de colores. También cuento con mi parcela de autoconsumo, donde acabé de cosechar frijoles, pero tengo plátano, calabaza, boniato, ajíes, tomates; es decir, lo más elemental, además de una amplia variedad de frutales. Solo que alguien tiene que cultivar plantas; de lo contrario, ¿cómo se adornan las ciudades?”
Para Neida no hay días en pausa, así lo asegura mientras camina entre canteros, mostrando la amplia variedad de dragos tricolor, aralias lea, isora, crotos, ataliza verde y roja, leitonia, palma fénix, corona de Cristo, maela y peperomia nevada, entre muchas variedades más que crecen en El Palomar.
“Nuestro principal cliente es Comunales —asegura—, aunque le prestamos servicio a muchas empresas y organismos de la provincia y también al sector no estatal. Hay que mantener el entorno embellecido, solo que después es preciso que lo cuiden, algo que no siempre se logra”.
Las plantas tienen un alto valor económico. ¿Cómo se las ingenia en estos tiempos de limitaciones de recursos?
Ya nada cuesta lo mismo que en años anteriores, nosotros lo compramos casi todo, el envase, la materia orgánica, el compost, el nilón para la confección de bolsas, el hilo…, a veces reciclamos la tierra, cuando renovamos las macetas dañadas y las traemos para el vivero, entonces la mejoramos con materia orgánica y otros nutrientes, luego, la volvemos a utilizar para abaratar costos, así pasa con la reforestación, porque aquí producimos nuestras semillas y esquejes para no tener que comprárselas a otros productores.
Constantemente la convocan para decorar espacios públicos y usted siempre está dispuesta.
Ya me sé de memoria cada área y desde que me solicitan el servicio sé que tipos de plantas debo llevar a la Carretera Central, por ejemplo, porque hay unas que son resistentes al sol y a los gases de los carros y otras, que solo deben ponerse en sitios de sombra. Eso no lo estudié, solo aprendí durante los más de 20 años que llevo en estos trajines, yo vivo pegada al vivero y esa experiencia del día a día me da sabiduría.
Las plantas pueden crecer hermosas, porque, aunque no lo crean ellas son especies vivas que sienten cuando son bien atendidas, yo creo que hasta me escuchan cuando les hablo o me preocupo porque les falta agua, en este período el trabajo es más duro y nos obliga a volver una y otra vez con el riego.
¿Cómo define este espacio verde en que vive?
Esto es mi vida, aquí soy la única mujer, pero todos mis trabajadores me respetan y ayudan. He visto tantas veces llenarse y luego vaciarse estos canteros, pero lo que no puedo permitirme es dejarlos de cultivar, porque las plantas me hacen sentir viva.
Las plantas de Neida
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