No hay cómo resguardarse del sol que brilla y casi quema a media mañana. A los costados del camino que conduce al módulo pecuario de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Pedro Lantigua, del municipio de Trinidad, el verde retoña y el ánimo de los productores, también.
“Esta fue la seca más brava que recuerdo en todos mis años de ganadero”, dice a modo de bienvenida Osmani Pérez Balmaceda mientras mira hacia los animales que se tiran en la tierra humedecida para mitigar el calor. Y si sobrevivieron a la escasez de agua y de comida se debe en buena medida al desvelo de este campesino, que lleva largo tiempo afincado entre potreros, sembrados y retazos de monte.
Osmani habla poco y con serenidad. En el tono de la voz se intuye al hombre que no le gusta presumir de su trabajo, pero que no puede vivir desligado de los ciclos de la naturaleza, del olor de los cuartones y de los animales. Ronda los 50 y luce más joven. Ni siquiera el sol que abraza las tierras de Algaba ha curtido su tez morena, todavía lozana bajo el sombrero de yarey.
Cuidar el ganado, ordeñar las vacas, atender la cría de conejos, darles de comer a las gallinas… Esa es la rutina de Osmani y del pequeño colectivo que dirige desde hace poco menos de un año. “Hemos desarrollado el módulo a pulmón. Comenzamos en agosto y ya en noviembre nos dejó de llover. En esos seis meses tuvimos que trabajar muy duro para asegurar el alimento y el agua para el ganado”, resume con un gesto de satisfacción.
“Es una masa que viene en crecimiento. Son más de 440 reses, 26 caballos, además de los carneros, los chivos, las aves y los conejos. El objetivo del módulo pecuario es abastecer a los cooperativistas y sus familiares; pero tampoco fallamos con las entregas al Estado.
“Cumplimos todos los meses los planes de leche y de carne. Tuvimos que hacer de todo para proteger a los animales. En los potreros dejamos los que podían moverse con facilidad y aquí en los corrales los más jóvenes.
“Nunca les faltó la comida, pero no es igual. En la seca la hierba no tiene agua y, aunque el ganado se alimente, no ingiere las cantidades necesarias de líquido; por eso no rinde lo mismo en el ordeño. Sin embargo, no hemos fallado ni un día. No podemos afectar a los campesinos y mucho menos al pueblo, porque esa es la leche de los niños y estamos guapeando para eso”.
Alrededor de los corrales sus compañeros apenas se percatan del diálogo; cortan la hierba y la trasladan a la sombra para luego molerla y hacer el forraje; otros limpian o alimentan los carneros y chivos. “El ganado ovino- caprino se encuentra en fomento y desarrollo. Nuestro propósito es incrementar la masa y la venta de la carne a precios módicos”, comenta.
“En toda esta etapa no hemos dejado de garantizar el huevo para el comedor y el autoconsumo de las familias. También el pollo para las actividades que organiza la cooperativa.
“De un plan de 14 toneladas de carne vacuna el año anterior, se entregaron 22. Las 13 toneladas del 2023 vamos a sobrecumplirlas también”, asegura con tono que no deja lugar a dudas.
Por ese arraigo al trabajo, Osmani es el primero en llegar. Recorre a caballo los potreros hasta los mismos confines de la cooperativa cuando algún animal anda extraviado; custodia el ganado a cualquier hora, atiende los partos y mima a los becerros, cobija a los conejos recién nacidos… Así vuelan los días en el módulo pecuario de la Pedro Lantigua, de referencia hoy en el sureño municipio.
“He trabajado en varios lugares; no porque me gusta saltar de un lugar a otro, sino porque nunca he dicho que no cuando me llaman.
“Comencé muy joven en la forestal de Pitajones y después integré un contingente agrícola en Higuanojo, hasta que en el año 1993 me fui para el Servicio Militar. En la Pecuaria San Pedro estuve cerca de 10 años. Allí aprendí todo el manejo de los animales”, recuerda con cierta nostalgia ante el declive de esa empresa ganadera.
“Toda mi vida he estado pegado a la tierra. Vivo orgulloso de ser campesino; por eso cuando el presidente de la cooperativa fue a buscarme no pude decirle que no. Ahora estoy aquí y junto a mis compañeros vamos a desarrollar el módulo y aportar más comida para todos”.
Se acomoda el sombrero de alas anchas y camina hasta los jaulones donde por días crece la cría de conejos.
“Es muy importante contribuir a la producción de alimentos no solo para el autoconsumo de la familia, sino también para ayudar a la economía del país, sobre todo en los momentos que estamos viviendo. No podemos sentarnos a pensar que no hay esto ni lo otro. Siempre se encuentra una alternativa.
“La agricultura es amplia y cada cual debe buscar el lugar donde se siente más útil. A mí me gusta mucho el campo, eso lo heredé de mis padres; por eso trabajo con alegría y seguiré aportando hasta que las fuerzas me lo permitan”.
El ser ganadero tiene que llevarse en la sangre. Es una pasión de la que habla con profundo gozo Osmani Pérez Balmaceda.
“Esto de ser campesino es un don. Nosotros vivimos de la tierra, de la naturaleza, de los cultivos, de los animales y de nuestro esfuerzo; y eso se disfruta”.
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