Desde que comenzó la II Liga Élite del Béisbol Cubano, un desafío singular se ha entablado dentro y fuera de los estadios entre dos “equipos” enfrentados en desigual competencia: la pelota y el apagón, mucho más en Sancti Spíritus, donde a los Gallos les dio por robarse la arrancada en la senda de la victoria y han atraído a miles de parciales.
Pasiones, polémica, sentimientos… definen los bandos. De un lado están los que, como María Rosa Delgado, cuestionan que, si “el país está atravesando una crisis energética fuerte unida a la escasez de combustible para la generación, ¿por qué desarrollar juegos de béisbol en horario pico? ¿Cuántas luces se encienden?”, o como Teodoro Castillo, que intenta espantar el calor a fuerza de penca porque es duro “tener un viejo encamado en medio del apagón mientras ese estadio está encendido para una Liga que de Élite no tiene nada”. Del otro, figuran los que, como el joven Javier Ernesto, van al “Huelga” porque “disfruto de los juegos y más ahora cómo están los Gallos”, o los que como Felicia Martínez prefieren “traer el niño al estadio porque se divierte y en mi circuito tocaba el apagón de ocho a doce de la noche”.
Hay quienes, incluso, se abstienen; tal es el caso de Atilio Guzmán, porque eso no es peor que “vender pan de 75 pesos en las mismas panaderías donde por estos días no hay el de la canasta básica”. Buscar, como en la pelota, un equilibrio, con dos elencos tan populares, es como la consabida demanda de pedirle peras al olmo. Sin ánimo de ponerse traje de árbitro, Escambray trata de situarse fuera del home.
Que en Cuba hace rato se juegue béisbol de día es un dictado energético-económico, más que deportivo. En todo el mundo la pelota real se juega, generalmente, de noche, no solo porque es mejor para el espectáculo al permitir a la mayoría de los aficionados asistir en su momento de asueto, sino porque es lo ideal para la salud y el rendimiento de los atletas y del evento en sí mismo. Pero nuestro país vive otra realidad hace rato con el déficit de energía y ello impuso a la dirección del país una disyuntiva para mantener el principal suceso deportivo del país: o se suspendía ni se sabe hasta cuándo o se desarrollaba con el sacrificio de jugar de día; y así ha sobrevivido, entre luces y sombras, la Serie Nacional.
Por eso al imponer este contraste: luz-apagón, la Liga Élite enardeció graderíos, mucho más porque el clásico cubano, reconocido como el evento esencial aquí, se jugó bajo los abrasadores grados de sol y calor del verano, mientras ahora las temperaturas son más frescas. Concordemos en que resulta, cuando menos, chocante, contraproducente e irritante tener parte de la ciudad en semipenumbras mientras un oasis de luz irradia en la zona del estadio, realidad que alterna en otras cuatro urbes cubanas donde se juega la Liga, y exceptúo la sexta del Latino de la capital, donde no existe apagón.
A esa hora, para quienes están a oscuras o se preparan para estarlo, el “Huelga” carga los insultos, unos merecidos y otros no. Para deslindar las certezas de quienes como Yusdel Pérez, que con su afán de matemático empedernido saca hasta las cuentas de los gastos de combustible contra cada una de las luces del estadio, Escambray “pidió tiempo” en medio de la polémica. Según José Luis Rodríguez, director de la Unidad Presupuestada del Inder, las 180 luminarias incandescentes instaladas en las torres consumen en unas cinco horas (se encienden más de una hora antes y el encuentro que más ha durado ronda las tres horas y 45 minutos) unos 1 800 kilowatts, y sumado el consumo de áreas internas, incluida la pizarra, los equipos empleados para la venta gastronómica, suman cerca de 2 megawatts por partido”. Yoanny Acosta Solenzar, director de la Empresa Eléctrica de la provincia, corrobora los datos y aporta que ese consumo “es similar al empleado por unas ocho viviendas en un mes”.
La respuesta, que apenas pretende equilibrar emociones entre los bandos y situar las cosas en contexto, quizás provoque el mismo impacto que la victoria sacada del refrigerador por los Gallos frente a Matanzas el pasado martes. Algo es también cierto. Aunque “pierde” por minoría, si consideramos a los más de 28 000 que han asistido al “Huelga” en los ocho partidos efectuados, y a los miles que siguen los partidos a través de las trasmisiones, ese bando ha “encendido” sus almas tanto por el disfrute de la propuesta deportivo-cultural como porque el equipo de su simpatía desoye pronósticos y está en la cima con un juego alegre, agresivo y compacto, arrastrado, en parte, por el líder de bateo, el refuerzo pinareño Juan Carlos Arencibia.
Haber aplazado la Liga Élite para mejores momentos del país, en lo energético y lo logístico, hubiese sido una salida razonable, tanto como potenciar más la Serie Nacional, pues los problemas esenciales y estructurales que padece nuestra pelota no se resuelven solo jugando de día o de noche. Tal decisión hubiera sido prudente en un país que tiene industrias paralizadas y ha debido aplazar, sin fecha fija, no solo eventos, sino proyectos que deciden en nuestro acontecer socioeconómico y en nuestras vidas.
Por suerte esta semana, mucho mejor alumbrada, aplacó quizá el conflicto entre los bandos, aunque no pudo evitar que las vibras de uno llevara al “Huelga” el fantasma de los apagones cuando el miércoles se opacaron sus luces por desperfectos técnicos y quedó inconclusa, con la complicidad de la lluvia, la subserie ante los Cocodrilos.
Pienso que si hay combustibles se juegue de noche pero sino es así jugar en otro horario y disminuir o anular los apagones, lo mismo sucede con la fiesta de los sábados.
Elsa muy atinado tu comentario como siempre, es verdad que no tiene lógica jugar de noche y tener apagados muchos circuitos por escasez de fluido eléctrico, eso es inconcebible. Gracias.