El solo hecho de imaginarse conviviendo, nuevamente, con la jerga, la música extremadamente alta y las reyertas populares que formaron parte en otros tiempos de las propuestas de fin de semana, en la unidad El Recreo, subordinada al sector de la Gastronomía en Sancti Spíritus, asusta a Guillermo Díaz Rodríguez, vecino de la calle Tello Sánchez No. 130, quien, preocupado, quiere poner la teja antes de que caiga la gotera.
En su publicación en redes sociales, que también compartió con Escambray, Guillermo se pregunta: “¿Qué derecho le asiste a una institución del Gobierno a perturbar la tranquilidad ciudadana? ¿Acaso los que dirigen El Recreo conocen que dicha instalación se remodeló hace unos años con la anuencia de los vecinos que la rodean para realizar actividades infantiles y brindar servicio de alimentación a personas que lo necesitan?”.
Claro, que con el tiempo esta unidad ha transitado por varias administraciones y etapas, entre las que figuran esas en las que se violó el objeto social y en la que, bajo el pretexto de la recreación, se desarrollaban espectáculos de cabaré a cielo abierto, sin las condiciones más elementales y perturbando no solo la paz de los vecinos, sino la de las pacientes del Hogar Materno radicado a escasos metros del lugar.
Pero la preocupación de Guillermo consiste en que el pasado sábado sábado se desarrolló allí una actividad donde un DJ puso música de muy mala factura, a un volumen incontrolable, y acompañada por gritos, frases y mensajes inadecuados y de excitación, dirigidos a un público principalmente juvenil, porque se trataba de una fiesta de quince.
“Desde la mañana se montó el escándalo sin ningún pudor y nosotros sin saber qué hacer”, refiere el lector, quien afirma: “Eso sería apropiado para un lugar donde el sentido común y el respeto rigieran nuestros destinos, pero en Sancti Spíritus eso no importa siempre, a pesar de las leyes, los decretos, las disposiciones, los discursos. Yo no soy nadie para decidir qué tipo de propuesta recreativa pueden poner allí, pero sí me asiste el derecho ciudadano de quejarme ante tales violaciones”.
Escambray indaga sobre el asunto con Leonardo Montero Obregón, administrador de El Recreo, quien explica: “Le prestamos el local a una compañera de la empresa para que celebrara los quince de su hija, la fiesta comenzó sobre las 10:00 a.m. y se extendió hasta la tarde, nunca hasta la noche; pero no supe del tipo de música, las frases o las palabras dichas durante la actividad, porque salí del centro a causa de un problema personal y no pude regresar; pero aquí quedaron otros compañeros.
“Aunque, aclaro, esta unidad mantiene su objeto social destinado, principalmente, a la distracción infantil y no a otro tipo de espectáculo que perturbe la tranquilidad de los vecinos y pacientes del Hogar Materno. Para nada este sitio se convertirá nuevamente en un cabaré o algo por el estilo”, asevera Leonardo.
Esperemos entonces que la alerta de Guillermo no caiga en saco roto y que tal y como asegura Leonardo, El Recreo siga sirviendo al público infantil; aunque, lamentablemente, allí no siempre se cuenta con propuestas sistemáticas y atractivas para que los niños rían y jueguen.
El 17 de junio del pasado año un grupo de vecinos, domiciliados en las calles República, Lidier Hernández y Nieves Morejón, en Cabaiguán, aquejados por el estruendo de bocinas y del animador del llamado Centro Recreativo “Club Juvenil”, aledaño a dichas personas, presentaron queja ante el entonces Presidente de la AMPP y el Intendente del CAM, con sendas copias al Presidente de la ANPP y a la Gobernadora Provincial: nunca ofrecieron una decorosa respuesta, ninguna de estas instancias.
La queja se pronunciaba en estos extremos:
Olvidada o extraviada de su protocolo de disposiciones jurídicas por la autoridad administrativa, la Sentencia Número Doscientos cincuenta y seis (256), dictada por el Tribunal Municipal Popular de Cabaiguán, en el Expediente radicado al número ciento diecinueve (119) en Proceso Ordinario sobre Limitaciones derivadas de las Relaciones de Vecindad, de fecha diecisiete de diciembre de dos mil diez (17-12-2010), condenó en los siguientes extremos a la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía de Cabaiguán, cuyo fallo se reproduce textualmente:
FALLAMOS: Declarar CON LUGAR la demanda establecida y, en consecuencia se condena a la dependencia económica de la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía de Cabaiguán, denominada Club Juvenil “La Carreta”, ubicada en la calle Lidier Hernández y República, en este municipio, a moderar en el ejercicio de su función recreativa la emisión de música mecánica, sin sobrepasar los decibeles permitidos por la Norma Cubana de Ruidos, no excediéndose de los setenta decibeles, en sus sesiones de trabajo diurno y nocturno, que la locución de su animador no sobrepase dichos niveles límites, así como colocar las bocinas que allí existen a una altura del piso no mayor de los diez centímetros y ubicarse de forma que la onda de emisión del sonido quede en dirección a la arboleda que está en el lateral izquierdo entrando a dicho centro. Sin costas.
Ahora sucede que, bajo un nuevo prisma contractual, formalizado entre dicha Empresa y personas naturales, el citado Club Juvenil “La Carreta”, ha cedido el uso del inmueble pero no su título domínico, sobre el cual recaen cargas y obligaciones, de entre ellas, el acatamiento de dicha Sentencia 256/2010 ignorando, una vez más, la orden judicial fallada en su contra, y con sus atronadoras bocinas, música horrísona y vociferante animador, de día y de noche, en los fines de semana, ha quebrantado la tranquilidad del entorno donde moran los vecinos que formalizan esta queja, sin respeto alguno a las diferencias etarias y laborales de quienes residen en su periferia. Interpelados los infractores de dichas disposiciones alegan que ellos son “dueños” del negocio particular.
Se preguntan los vecinos que, si el Presidente de la República de Cuba ha llamado en diversas ocasiones a los órganos de gobierno, empresariales y ciudadanía en general, a insuflar espiritualidad en los entornos vecinales, ¿qué significa tal clamor oficial a favor de la espiritualidad para los “dueños” del Club Juvenil?
Y por carácter transitivo, suponemos que, para la dirección empresarial, la espiritualidad significa brindar a raudales música altisonante, chabacana, si no linda con lo obsceno, conductas irrespetuosas para con los vecinos, amén de las vulgaridades de los concurrentes al sitio y la ingestión de bebidas alcohólicas, y quién sabe qué otra cosa; todo ello bien distante de la filosofía vecinal de asistencia a los grupos sociales vulnerables, enarbolada por el Presidente cubano.
Se preguntan: ¿existen leyes y sentencias judiciales en este país para acatar o para ser violadas
Yo sí pasé por allí justo en ese momento y la gritería del animador era molesta. ¿No basta con que enfrente haya un hogar de embarazadas?