La profesora Mercedes volvió de entre los muertos y no se trata de una exageración literaria, ni de una metáfora encumbrada con la cual impresionar a los lectores.
En marzo del 2004, la hoy doctora en Ciencias Pedagógicas, profesora titular y metodóloga para la formación doctoral de la Universidad de Sancti Spíritus (Uniss), María de las Mercedes Calderón Mora, tenía 36 años, un hijo de 11 meses de nacido y sufría de un asma tan severa que le hacía suplicar por la vida tras cada bocanada de aire.
“Ese día me puse muy mal y le pedí a mi esposo que me llevara al hospital, pero desde que llegué, el médico del cuerpo de guardia me manda a inyectar, porque ya me conocían”.
“Al verme, la enfermera me preguntó cómo me sentía porque notó mi estado crítico. Ella, bajo su responsabilidad, me pasa a la Unidad de Cuidados Intensivos de Emergencia (UCIE), donde me atendió el enfermero Joaquín, con quien quedó una gran amistad, además de la doctora Tania, a quien no he vuelto a ver nunca más”.
Las cortinas del tiempo se apartan mientras ella evoca recuerdos que quiso enterrar en lo profundo del subconsciente: “Ellos trataron de ayudarme hasta donde pudieron, pero yo no respondía. Me entubaron y ventilaron, pero fue inútil”, dice y oculta el rostro entre sus manos, ante la vergüenza innecesaria de contar que presentó todos los síntomas de una persona fallecida, incluida la relajación del esfínter y la ausencia total de los signos vitales durante mucho tiempo.
GOLPES COMO DEL ODIO DE DIOS
Desde hace siglos, el intento por determinar el momento preciso de la muerte ha generado debates academicistas y polémicos; de hecho, esta llegó a definirse como el instante donde cesan los latidos del corazón y la respiración.
En la actualidad, el desarrollo de la ciencia permitió establecer que la muerte es un proceso, el cual en un determinado momento se torna irreversible, por lo cual existen en Medicina complejos protocolos clínicos para establecer con certeza ese minuto.
Al presentar estos síntomas los especialistas se convencieron de la muerte súbita de Mercedes y notificaron a su esposo, el también doctor en Ciencias y profesor titular, Ramón Reigosa Lorenzo.
“Cuando llegué al hospital todos me miraban extrañados y me explicaron que mi esposa había llegado muy mal y que estaba en la UCIE. Allí llegué y me senté afuera para no interrumpir, hasta que entró un médico y le solicité información”.
“La doctora salió y me dio la ropa de mi esposa. Me dijo que estaba en crisis, que le habían tenido que picar la ropa, que tenía todos los síntomas de una persona que va a fallecer de inmediato, que estaba en paro y que no me garantizaban que ella saliera viva de aquel lugar”.
Como si de evocar fantasmas se tratase, el actual jefe del departamento de Historia y Marxismo Leninismo de la Uniss, cuenta que, atónito, corrió a buscar cuanto le pedían, mientras la certeza del fallecimiento de su esposa le carcomía por dentro. Pensó en lo vivido, en su hijo pequeño que tanto amaban, en los planes futuros, en el sueño de compartir una vida juntos… Todo arrebatado en un santiamén.
En medio del dolor, Reigosa les explicó a los padres de su cónyuge la gravedad de la situación y regresó al hospital, aún sin dar rienda suelta a los sentimientos. Todo parecía tan irreal como en una película.
“Al retornar con todo llegué a la sala, pensando que me iban a dejar entrar para despedirme de mi esposa fallecida, pero al mirar no la vi; entonces la doctora me habló con calma y con mucha ética”.
Recuerda que lo invitaron a pasar a la UCIE —algo que no es costumbre en los hospitales—, y le dijeron que no había existido ninguna violación de los procedimientos, ni de la ética: “Ella se murió, estuvo clínicamente muerta, su corazón se detuvo, le aplicaron todas las técnicas de rehabilitación, pero la perdieron”.
El mundo se le vino encima mientras un sudor frío recorría cada centímetro de su cuerpo. En la sala se hizo el más absoluto de los silencios y todo se volvió negro ante sus ojos, pero la especialista le comunicó una noticia aún más inverosímil.
Resulta que mientras bañaban con agua fría, lo que pensaron debía ser el cadáver de Mercedes para trasladarlo a la morgue, ella se movió y corrieron a aplicar nuevos procedimientos de emergencia.
“Nunca olvidaré a la doctora decirme que había sido un milagro, que sus signos vitales regresaron de pronto y llamaron a la guardia de anestesia. La lograron ventilar y la subieron para terapia intensiva”.
¿Qué sentiste cuando te dieron la noticia de que tu esposa había, literalmente, revivido?
“Imagínate, te pasa tanto por la mente. Son muchos factores: nuestro amor, sus dos padres viejos, yo también tenía a mi mamá sola en su casa y muy viejita, un niño pequeñito de 11 meses…”
Días después Mercedes salía del hospital justo cuando su hijo cumplía el primer año de vida.
SOMOS MÉDICOS, NO DIOSES
Los casos de espirituanos que han regresado a la vida tras una parada cardiorrespiratoria son bastante frecuentes en la UCIE de la provincia, confiesa Yudeisy Santos Espinosa, especialista en medicina intensiva y de emergencia.
Durante los últimos 10 años ha lidiado cara a cara con la muerte, mientras se afana en salvar a cada paciente que llega hasta la sala de emergencias del Hospital Camilo Cienfuegos de Sancti Spíritus, de donde fue, incluso, la jefa del servicio durante algún tiempo.
“Cada día nos llegan personas en paro que, al tratarlos, algunos se recuperan completamente, pero otros, aunque sobreviven, quedan con algunas secuelas; en dependencia del tiempo de la parada cardiorrespiratoria. Sobre todo, quedan con daños neurológicos.
“Lo que sí sucede con muy poca frecuencia es que, tras ser declarada fallecida una persona, esta vuelva a la vida de manera espontánea. Cuando nos ha sucedido es tras aplicársele maniobras de resucitación prologadas”.
Refiere la especialista que el organismo es capaz de aguantar con vida alrededor de cinco minutos mientras se apliquen los protocolos establecidos para la reanimación, tales como el masaje cardiaco y la medicación: “El cerebro logra suplir con esas maniobras la falta de oxígeno y lo distribuye a su vez por todo el cuerpo. Ya pasado ese tiempo el daño comienza a ser irreversible”.
Agrega la doctora que, al menos, los pacientes tratados por ella no recuerdan absolutamente nada, tras regresar de una experiencia de este tipo.
“No es lo mismo tratar una asistolia, que una fibrilación ventricular que es otro tipo de paro, o tratar una taquicardia ventricular; por lo cual nosotros aplicamos el tratamiento en dependencia del ritmo cardiaco que estemos viendo en el monitor”.
De acuerdo con Santos Espinosa, en casos como estos, un paciente se declara fallecido cuando se mantiene en asistolia, o sea, sin latidos cardiacos tras unos 40 minutos de reanimación, midriasis pupilar, ausencia de presión arterial, cianosis distal, piel fría, entre otros parámetros.
Pero, más allá de protocolos, Yudeisy sabe de dolores infinitos tras perder a un paciente y de la fuerza de voluntad que se debe juntar para, al siguiente día, regresar al servicio de emergencias con la misma entrega y la misma pasión.
“Duele mucho cuando pierdes esta carrera por la vida ajena que en parte es también tu vida, y duele sobremanera cuando es alguien joven. Pero si eso es difícil, imagina lo que sentimos cuando nos toca salir y decirle al familiar que espera afuera por buenas noticias que su hijo, hermano, tía, sobrina, abuela, o su mamá no lo logró.
“La verdad, no somos dioses, y por más que uno trate de salvar al paciente, a veces no podemos y eso se lleva una parte de nosotros, pero fue la profesión que elegimos”.
Desde la antigüedad se ha extendido el criterio de que, faltando pocos minutos para el desenlace final, las personas son capaces de sentir la muerte. ¿Cuál es su posición al respecto?
“Yo creo que sí y lo he visto, sobre todo en pacientes con tromboembolismo pulmonar o con infartos; también lo he visto en personas con edema agudo del pulmón que refieren sentir que la vida se les va y muchas veces te lo dicen y eso nos impacta”.
Aunque usted posee una sólida formación científica, ¿cree en la vida después de la muerte?
“No te puedo asegurar si es que creo, o que quiero creer; pero, si te soy sincera, para mí es un misterio y quiero creer que sí”.
UN EPÍLOGO SOBRE SEGUNDAS OPORTUNIDADES
Aunque la profesora Mercedes no experimentó lo que muchos califican como una experiencia cercana a la muerte (ECM), siente que tuvo una segunda oportunidad para amar a su familia y ayudar a todos cuantos necesiten de su asesoría.
Tal vez por ello usted la encentre siempre sumergida entre las páginas de una tesis de maestría o de doctorado; no importa la hora, la fatiga visual de unos ojos inmensos o si es su fin de semana libre. Mercedes está ahí para todos, esa fue la mayor secuela que quedó de tan misterioso “viaje”.
Aunque la comunidad científica explica estos fenómenos a partir de la hipoxia, o escasez de oxígeno en sangre —cuando el córtex visual es desinhibido por efecto de la hipoxia, en el cerebro las células se activan desordenadamente—, algunos sostienen que las ECM incluyen experiencias fuera del cuerpo, incremento de la percepción sensorial, emociones intensas, sentido de alteración del tiempo y el espacio, viaje a través de un túnel, visión de una luz brillante y hasta encuentro con seres queridos.
Sin embargo, Mercedes no recuerda nada. Todo para ella fue como quedar dormida.
¿Te sientes afortunada de esta segunda oportunidad que te ha dado la vida?
“Después de ese evento quedé con una hipoxia cerebral y una epilepsia que me han tratado. He tenido tratamiento con fenitoína y me salvé gracias a la medicina cubana. No en todos los lugares se puede hacer lo que hicieron conmigo, luego de haber llegado sola al hospital.
“Fueron muchos los que hicieron todo lo posible por salvarme, sin ser allegados, solo por saber que estaba en crisis. Luego, cuando se enteraron de que tenía un niño pequeñito, sentí que se esforzaban mucho más. Después de eso me hice doctora en ciencias y, a pesar de los daños y la gravedad, especialista en docencia en psicopedagogía. Yo digo que gracias a Dios también estoy aquí”.
¿El asma se controló después de aquello?
“No sé si es obra de Dios o del destino, pero el asma se controló mucho. Yo digo que tengo otra vida porque he visitado otros climas en Venezuela y en México, en este último con muy bajas temperaturas y no he tenido problemas”.
¿El alta médica te la dieron el mismo día del cumpleaños del niño?
“Exactamente el día en que el niño cumplió el año me dieron el alta. Ese cumpleaños se lo estaban organizando mis amistades de la cuadra, donde muchas habíamos parido en fechas muy cercanas.
“Como yo estaba tan mal por aquellos días, el mío no iba a tener un cumpleaños, pero cuando llegué del hospital vi el cake y todo lo que habían conseguido. Se hizo el cumpleaños y ahí están las fotos que han quedado para la historia”.
Increíble anécdota, gran trabajo x parte de esos médicos y especialistas espirituanos, y gran mujer por haber sobrevivido a la muerte «literalmente» creo q algo así es increíble y aún luego de pasado tantos años debería ser investigado x científicos y especialistas en el tema, esto deberían llevarlo como medalla al valor todos los médicos y especialistas espirituanos. Saludos
Que historias ,, todo un milagro para mis compañeros de trabajo Mercedes y Reigosa les deseo muchas felicidades y bendiciones y que por siempre los acompañe la unidad y el amor junto a,su querido hijo. Un abrazo colegas. Siempre mi cariño y respeto a tan excelentes profesionales