Con el inicio del año, el deporte cubano pone un pie en el acelerador. Tras un año de resultados discretos a nivel internacional, el que comienza trae una reanimación total de la actividad competitiva.
Esta temporada activa la capitalizan los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador, fijados de 23 de junio al 8 de julio y, solo tres meses después, los Panamericanos de Santiago de Chile, pactados del 20 de octubre al 5 de noviembre, una coincidencia atípica. Ambos eventos constituyen las mayores prioridades para la familia deportiva del país.
A estos dos certámenes, se unen otros como el V Clásico Mundial de Béisbol, para el que Cuba quema prácticamente todas sus velas a fin de volver a la élite que la condujo a la medalla de plata de la primera versión, el mejor resultado en esas lides, pero ello merece una mirada aparte.
Volvamos a las citas regionales y los desafíos para los atletas cubanos en un contexto bien adverso. El evento de San Salvador debe volver a plantear una porfía entre México y Cuba por el dominio del medallero, una pugna en la que los antillanos tratarán de reconquistar el primer lugar perdido en la lid de Barranquilla en 2018 ante los aztecas, mientras en Chile el desafío será mucho mayor después de que la Mayor de las Antillas fuera relegada al sexto puesto, tras 11 ediciones anteriores en el segundo (solo interrumpido por el primer lugar de La Habana 1991).
Además de que ninguna magna cita se parece a otra, las ubicaciones en ambos casos respondieron a las distinciones de sus contextos, caracterizados por un avance incuestionable en el deporte regional y cierto estanco del nuestro, motivado por disímiles razones.
Los juegos que vienen serán nuevamente un medidor para ver en qué punto se sitúa hoy el deporte nacional, lacerado por varios factores, uno de ellos histórico como el efecto del bloqueo, otros acentuados por la crisis económica y financiera que atraviesa el sector y le limita en varios sentidos, sobre todo en la alimentación, la logística general y la reducción de las participaciones internacionales en no pocas disciplinas y uno que lo viene minando desde hace rato, pero con mucha más fuerza en los últimos años y meses: el éxodo de varios de nuestros mejores deportistas y técnicos en la oleada migratoria que corroe al país.
Todos juntos dejaron su impacto en el 2022, un año en el que Cuba registró saldos muy discretos en varios de los principales eventos foráneos de mayor renombre. Para solo hablar de los campeonatos mundiales resulta llamativo que solo el canotaje, el judo y el atletismo en la modalidad bajo techo aportaron títulos, apenas cuatro, entre los deportes que tuvieron eventos de este nivel, a los que se une el oro del béisbol 5, único colectivo que logró subir al podio, en tanto muy pocos sumaron medallas de cualquier color (solo la pelota vasca con un bronce en frontenis se une a los anteriores).
Otra disciplina que manifestó su reinado planetario fue el boxeo que, a falta de mundiales u otros eventos regionales, arrasó en su debut en los circuitos profesionales, aun cuando no enfrentó a rivales de alto nivel.
En el reverso, lo más llamativo resultó el hecho de que la lucha y el atletismo se fueran sin medallas de sus respectivos campeonatos mundiales, algo inédito en años de competiciones, sobre todo para disciplinas tradicionalmente aportadoras en juegos múltiples.
Es verdad que no todo puede verse desde el prisma de las medallas, como el sexto lugar mundial de la dupla sincronizada de plataforma o el quinto del softbol, pues si se le mide de manera aritmética resulta lógico que en el área regional deban imponerse.
El 2022 dejó ya repartidos 322 cupos para los Centroamericanos y 98 boletos panamericanos. Pero Cuba, más que a la masividad, deberá apostar otra vez por la eficiencia de sus mejores exponentes, pero para ello debemos esperar a estar más cerca de los eventos.
El 2023 es también la antesala de los Juegos Olímpicos de Paris 2024, con una separación de apenas tres años tras los ajustes impuestos por la covid a sus antecesores de Tokio 2020, que en la realidad se materializaron en el 2021.
O sea, que no habrá mucho tiempo para respirar, mucho menos para una armada que, contrario a lo que sucede en varios países, tendrá que repetir asistencia y capacidad competitiva en los eventos múltiples mencionados en pos de medir la real estatura del deporte cubano en un año muy duro.
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