“La enfermera o enfermero es la persona que se pasa las 24 horas al lado del paciente, y de la dedicación que le ponga, depende mucho su recuperación. He trabajado con pacientes que después de sufrir un infarto, de haber estado grave, salen caminando de la sala. Ese abrazo de familia, afuera, es suficiente para mí”.
Las palabras de la espirituana Raiza López Frenes nos devuelven la imagen diáfana de Florence Nightingale, una joven que a los 30 años, a la luz de una lámpara turca, curaba a los heridos de la guerra, y tal fue su entrega que, sin proponérselo, se convirtió en una de las grandes heroínas de la historia británica. A Florence Nightingale, fundadora de las bases de la asistencia de la Enfermería moderna, se debe la celebración cada 12 de mayo del Día Internacional de esta rama de la Medicina.
Pudiera parecer exagerado, pero no, la historia de esta profesión en Cuba y en Sancti Spíritus lo ha demostrado. Detrás de cada vida salvada hay muchas Florence Nightingale; la referencia hace justicia a las mambisas que durante la guerra contra España se fueron a los hospitales en la manigua a cuidar a sus compañeros de lucha, dignifica a las que en 1962 iniciaron en Cuba el Programa Nacional de Inmunización, la primera experiencia con participación comunitaria en las Américas. Cuentan que entonces no quedó un rincón de la isla donde no estuviesen ellas y ellos vacunando contra la poliomielitis a los niños desde el nacimiento hasta los 14 años.
En una de las batallas más difíciles libradas por Cuba en el presente siglo, la pandemia de la covid, las enfermeras y los enfermeros fueron gladiadores de la vida y permanecieron asidos al verso optimista de los poetas, cuando en días interminables el calor de los trajes, el miedo al contagio, el cansancio extremo parecían ganar la pelea. Entonces, venía la fuerza interior para decir a los enfermos: “No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje”. Y no pocos sonrieron y pestañaron dos veces en señal de sí, tiene razón.
Y hoy, cuando el bloqueo económico, financiero y comercial de los Estados Unidos contra la isla da otra vuelta de rosca al acceso del sistema de salud cubano, a medicamentos e insumos que pueden incluso salvar la vida de un recién nacido, las enfermeras y enfermeros apuestan por la resistencia creativa y por el apego al juramento de Florence Nightingale: ejercer la profesión con fidelidad y devoción y ser fiel al paciente por encima de todo.
Todos los días, el blanco impecable de la cofia y el uniforme impoluto las hacen visibles. Ante los ojos de los enfermos, ellas y ellos son salvadores de cuerpos y de almas.
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