Sancti Spíritus: Distinguen lo mejor de las artes visuales

La III Bienal de Artes Visuales Fayad Jamís, convocada por el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en Sancti Spíritus, regresó y puso a disposición de los públicos obras que provocan el pensamiento sobre la dialéctica de vivir en tiempos complejos.

Algunas piezas alarman a los ojos que traspasan la pequeña sala que lleva el nombre del autor de Vagabundo del alba, en la casona ubicada en el bulevar yayabero. Desenfadadas para unos; arte contemporáneo para otros; expresiones todas del sentir de sus autores, exponentes de la mejor creación de las artes visuales espirituanas.

Tras evaluar lo presentado, donde coexisten diversas técnicas, formatos y estéticas, el jurado confirió tres lauros en igualdad de condiciones.

Una de las que se llevaron las palmas fue Nocturnidad 1, de Luis Enrique García Hourruitiner. Sobre la cartulina, el consagrado abstraccionista nos confirma que es un maestro en la combinación de las luces y sombras.

“Mi participación en este evento es un humilde recordatorio al gran maestro de la pintura Fayad Jamís, quien, además de legarnos una riqueza literaria, es reconocido como un excelente artista abstracto, perteneciente al grupo de Los Once”.

Fue esa su inspiración para regalarnos un coqueteo a la urbe de noche, donde la iluminación y oscuridad se abrazan.

“Las diferentes tonalidades fueron una rigidez compositiva y una aplicación de texturas claroscuros enfáticos que llevan a ciertas personas a experimentar amplios sentimientos de bienestar durante la observación y análisis de la obra en cuestión”, acotó el autor.

En tanto, Rafael González, como ya nos tiene acostumbrados, ganó con una pieza que arranca las miradas de hasta los menos conocedores de las artes visuales.

“Cabeza dura es el título —dice mientras se toca su propia cabeza y deja escapar una sonrisa pícara—. Puede ser la mía, la de cualquiera… Ahí es donde está el carácter conceptual del arte”.

Y sí, cada quien tiene su propia lectura cuando topa de frente con la piedra con una figura semejante a la de una cabeza, sostenida por una barra de acero fijada a un fragmento de mármol sobre un fragmento de alfombra roja.

“Necesitaba de un material duro y qué mejor que una piedra en su estado natural. Además, tiene un elemento añadido. La busqué en el río Yayabo para que se acercara mucho más a nuestra villa”.

Rafael González se ha erigido, pieza a pieza, como uno de los artistas más prolíferos del territorio y con una capacidad casi única de provocar siempre a múltiples lecturas y evocar diversos sentimientos.

Y si de no sorpresas se habla, el otro lauro fue a las manos del reconocido y premiado artista visual espirituano Álvaro José Brunet. Esta vez regresó nuevamente con una obra polémica, que constituye ya su sello creativo.

“Esto es mierda se titula la sui géneris pieza que, aunque forma parte de la serie El peso de la vida, además de existir en el formato de fotografía, se hizo en escultura”.

Es así como surgió una mano de las que se usan en las joyerías que soporta heces fecales entre los dedos, donde se promociona, por lo general, la prenda de valor.

“Trabaja directamente con la retórica de la imagen. Acentúa una crisis extremadamente grande, no solo en el país sino a nivel global tanto en valores, principios y otras cuestiones”.

A pesar de abordar una temática recurrente en el arte, rompe con lo realizado tanto por la visualidad como por el título; singularidades que quizá propiciaron que la pieza desapareciera de la sede del Comité Provincial de la Uneac.

“No corrió con mucha suerte. Su existencia como escultura fue efímera. Por eso lo que se puede apreciar es una tarja. Nos preguntamos constantemente qué sucedió. Pero son cosas que suceden y no me detuve. Hice algo positivo con esa creación de este año y estoy muy satisfecho”.

Junto a estos tres premios, las menciones y el resto de las obras presentadas en la III Bienal de Artes Visuales Fayad Jamís confirman el valor y la trascendencia del arte. Cada creador desde su sello y discurso nos conduce a una interpretación muy propia de la vida.