Como parte de una actualización de parámetros en los embalses más antiguos de Cuba, la provincia espirituana estrenó hace alrededor de una década los estudios batimétricos, primero en la presa Siguaney, después en la Zaza. Más adelante aplicó la investigación en La Felicidad, Banao II y Aridanes, convirtiéndose en el territorio con mayor uso de la herramienta que permite conocer si ha disminuido la capacidad de almacenamiento, a fin de hacer balances de agua y proyecciones más objetivas.
Carlos Lizama Troyano, director de ingeniería de la empresa Aprovechamiento Hidráulico Sancti Spíritus, destacó a Escambray que los estudios de batimetría han permitido disponer en esos embalses de una actualización real de parámetros importantes como la actual capacidad de almacenamiento de agua, proceso que guarda relación con el nivel de azolve —arrastre de tierra hacia el interior del acuatorio— que han acumulado en décadas de explotación.
Sancti Spíritus es pionera a nivel de país en los estudios batimétricos y arrancamos —dijo— a partir de una inquietud, sobre todo del embalse Zaza. “Para ciertos niveles la presa se desfasaba, llegaba a un volumen que tenía una correspondencia y, de pronto, el agua como que se desaparecía; hablamos de grandes volúmenes de agua; se revisó la parte de hidrometría, las mediciones, pero existía esa incógnita”, señaló Lizama Troyano.
“En el caso de la Zaza el estudio determinó que ya no tiene la capacidad de los 1 020 millones de metros cúbicos de agua, operamos con los mismos parámetros, pero físicamente, a partir de ciertos niveles, sabemos que no los tiene. Se hicieron Consejos Técnicos Nacionales, están hechos los cálculos a partir de lo que arrojó la batimetría, están solicitados los cambios de parámetros, es una decisión que compete al país y está pendiente de aprobarse”, subrayó el especialista.
Sobre la disminución de la capacidad en la Zaza —construida para una vida útil de un siglo— se dan dos hipótesis, según Lizama Troyano. “Hay un nivel de azolve que se pudo apreciar, incluso cuando se hizo la topografía; pero no un grado de asolvamiento que pudiera ser uno de los problemas que causa la pérdida de capacidad. La otra hipótesis está relacionada con la topografía, no tanto en el vaso interior como en las áreas de la periferia, más alejadas del centro del embalse y que son parte de él”.
Los estudios batimétricos en Siguaney y Aridanes —añadió—, determinaron también disminución de capacidades; en La Felicidad y Banao II no cambiaron los parámetros. Los embalses que no se han estudiado ha sido por un problema de financiamiento y de llenado de las presas, añadió la propia fuente.
La utilidad de la batimetría es tener certeza de que se cuenta físicamente con el agua que según los parámetros la obra almacena, porque el agua es un recuro que se balancea igual que el combustible. “La validez es demostrar que realmente existe ese volumen, tener precisión con el agua”, acotó Lizama Troyano.
De acuerdo con el especialista, de los estudios de batimetría se derivan también medidas para proteger esas obras y el recurso agua. “El transporte de sedimentes existe y existirá siempre, son elementos que se tienen en cuenta a la hora de diseñar el embalse y calcular el volumen muerto. Basta decir que, en el caso de la Zaza, su volumen muerto es de 90 millones, no hay muchas presas en Cuba con esa capacidad de almacenamiento”, destacó.
En la medida que se aproxima a los 60 años de explotación, conocer qué capacidad le queda a la presa Siguaney —construida para una vida útil de 80 años y enclavada en una cuenca donde predomina la agricultura—, resulta, según los especialistas, muy importante para los hidráulicos y la economía porque permite balancear el agua con objetividad, además de evaluar a largo plazo nuevas alternativas y proyectos de abasto.
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