El olor a papel gastado aun le atraviesa los poros. Levanta la vista y tropieza con la mirada de su abuelo. Entre sus manos, un libro de Historia de Cuba lo obliga a romper la intranquilidad propia de cualquier niño de siete años. Lo abre y, tras leer la primera línea, el anciano lo sorprende.
“Decía: ‘Gracias a la generosa ayuda de Estados Unidos, Cuba se volvió República en 1902’ —cuenta a la vuelta de unos cuantos años Humberto Jesús Solís Angerí—. Él enseguida saltó e insistió con tono un tanto incómodo: ‘Lo único que no es verdad es ese fragmento, porque se cogieron lo que hicimos en la guerra’”.
Desde mucho antes, el niño conocía de la trayectoria de su abuelo como mambí. Fue emisario de guerra y estuvo cerca de muchos de los próceres independentistas que hoy veneramos.
“Me sembró mi amor por Cuba y su cultura. Disfruto todas las expresiones musicales, mientras las palabras no ofendan. Respeto a todo el mundo, aunque piense diferente, siempre y cuando no me ataque”.
De andar despacio, afincado en un bastón como ayuda necesaria, luego de superar un infarto cerebral, mochila en la espalda a Humberto Jesús Solís Angerí lo conoce prácticamente todo Cabaiguán. No necesitó nacer allí para entregarle demasiados años de su vida en una constante labor.
“Soy de un poblado más al norte: Mayajigua, en Yaguajay; pero, por cosas del destino, me mandaron por un año para hacer trabajo político-ideológico a Cabaiguán y luego por cuatro años que ya llegan hasta hoy”.
Fue la época en que residió en La Habana, donde cursó estudios en la Escuela Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas Julio Antonio Mella.
“En la capital descubrí el mundo cultural. Hice cosas con Moncada y el grupo Los Dan. Me gané el dinero como músico, pero soy político. Por tanto, al enviarme a Cabaiguán asumí responsabilidades en la refinería Sergio Soto, en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, en el Partido, en el Sindicato de Educación… Al unísono de todas esas funciones me gradué como licenciado en Historia y Ciencias Sociales y me especialicé como profesor de Filosofía”.
Los días en que corría de una acción cultural a otra en La Habana lo obligaron en pensar cómo hacer realidad los muchos sueños que lo mantienen despierto.
“Me eligieron como presidente de la Sociedad Cultural José Martí, en Cabaiguán, donde hoy tenemos nueve clubes con 87 asociados. No dudé en aceptar, porque soy comunista, martiano y cubano hasta la tabla”.
Y justo el 20 de octubre de 2008 concretó la idea que por tanto tiempo cocinaba: subió al escenario el proyecto artístico-literario Abdala, con ovaciones no solo en su municipio sede, sino en varios rincones de la geografía espirituana y un poco más allá.
“No me puedo quejar de la suerte. El cine-teatro Rogelio Rojas se abarrota con cada presentación. Trinidad, Jatibonico y Zaza del Medio nos reciben como si fuéramos de ahí. Cuando el huracán Irma, llegamos a comunidades yaguayajenses afectadas, sin corriente eléctrica y aquello fue inolvidable. Incluso, con un grupo más reducido acompañamos a Los Lamas, en La Habana, y hemos actuado en el bulevar de la ciudad de Sancti Spíritus”.
Aferrados a la prédica martiana, los actuales 42 integrantes del colectivo —merecedor recientemente de la distinción Honrar honra que otorga la Sociedad Cultural José Martí (SCJM)— regalan arte; lo mismo una obra teatral o un baile de danzón que una canción con ritmos más actuales.
“Es un todo incluido y por eso lo integran personas de todas las edades. Somos una gran familia y ensayamos sistemáticamente por especialidades. Hoy tenemos ya registrada la actuación número 155 como proyecto”.
Humberto Jesús Solís Angerí sabe que conducir las riendas de tantos intereses no es cuestión fácil. A su juicio, el amor y respeto han sido las claves para posicionar su trabajo como referente en Cabaiguán.
No olvida los días en que permaneció en cama por un accidente cerebrovascular. En su puerta estuvieron diariamente todos los integrantes del proyecto y sus familiares para sobrellevar aquellas jornadas, en las que tampoco dejó de soñar.
“No podíamos llevar otro nombre si defendemos la cultura cubana. Abdala fue escrito por el Apóstol con solo 15 años y nos deja el más profundo amor a Cuba, esta tierra nuestra que merece todos los esfuerzos. Por eso, estaré junto a ellos mientras tenga fuerzas para enseñar la obra de Martí y alegrar la vida de quienes nos disfrutan”.
¿Y al frente de la Sociedad Cultural en Cabaiguán?
Hasta que me digan: vete. Siento un profundo amor por el Apóstol y la cultura. Me siento con las pilas cargadas y con cada reconocimiento aumenta, porque no solo fue el que recibió ahora el proyecto, sino otros que me han llegado a título personal. En Cabaiguán soy feliz desde que llegué, porque he logrado casi todo lo que me he propuesto.
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