Sus frases punzan con certeza, estremecen, extasían, provocan. Son hijas de la sumersión constante en las múltiples realidades que lo rodean. Reinaldo Cedeño Pineda las ausculta con exactitud y nos devuelve sus interpretaciones arropadas del más fino lirismo.
“La gente me dice: ves las cosas cayéndose y encuentras algo. Y sí hasta en eso hay una historia, incluso quejándose de lo que fue. Los detalles siempre me llaman la atención”.
Él lo ha vivido en carne propia. Y entre tantos recuerdos vuelve a uno de los momentos más complejos de su niñez, cuando Caridad, su madre o más, “su ídolo” —como deja escapar—, sufrió un accidente y el cuerpo se le marchitó con la fuerza del fuego.
“Aprendí en medio de esa tragedia a ver lo positivo, sobrevivió. Ahí estuvo mi abuela para enseñármelo. Siempre me han gustado las personas mayores. Si yo fuera un fotógrafo hiciera una exposición de rostros de adultos porque la agonía y resistencia de la vida tienen una poesía extraordinaria”.
Sin conciencia, esos constantes aprendizajes y el inmenso mundo interior en ebullición lo obligaron a dejar sobre el papel en blanco sus primeros versos.
“Soy más poeta que cualquier cosa, no porque haya escrito mucho —aunque tengo varios poemas y he roto otros muchos—, sino porque mi manera de ver la vida es de ese lado, desde lo lírico”.
Regresa irremediablemente a Caridad, la misma que, con solo la fe como bastón, llegó a los pies de la Patrona de Cuba, casi desfallecida por cumplir la promesa ante el “milagro” de que su hijo no perdió la vida luego de tragarse un objeto punzante. De ella, la maestra del poblado santiaguero de Boniato, heredó, además, la pasión por los libros y el acto de compartir horas con personas que escribían.
“Casi era mi destino manifiesto. Además, uno tiene que conocer sus límites y las ciencias no son mi fuerte. Las letras sí lo son, indagar, sumergirme en las personas, narrar historias”.
Fue así que Reinaldo inició su más larga historia de amor. A esta hora, aún no sabe definir si el Periodismo lo sedujo o él lo conquistó. “Ya tenía vocación por escribir, facilidades”.
Con los saberes académicos y unos infinitos deseos, llegó este santiaguero de cuna recién egresado de la Universidad de Oriente al periódico Venceremos, de Guantánamo, donde escribió de todo o casi todo gracias a la máquina Robotron con más peso que aquel aprendiz de las letras impresas.
“Allí hice cosas de cultura —dice al buscar en su memoria la respuesta a la pregunta de por qué especializarse en ese sector, muchas veces vilipendiado por ser calificado como suave, fácil, sinónimo de diversión—. Siempre me maravillaron, me asombraron las personas que se suben a las tablas porque me decía qué se tiene dentro para hacerlo. Luego supe que el periodismo era el camino para descubrirlo”.
Retorna a Camagüey, su primer viaje fuera de su adorada Santiago. De la mano de Caridad y frente a él, su hermana, estudiante de Ballet, hace suyo el escenario. Al entonces pequeño Reinaldo lo envuelven demasiados sentimientos. Fue uno de los tantos inicios que la vida le aguardaba. Hoy es reconocido como un respetado periodista, no solo avalado por varios premios, sino por una obra reflexiva, de referencia y en estrecho abrazo con las agendas públicas.
“Los periodistas hacemos la historia cotidiana, esa tan difícil de escribir. Junto a la poesía hago, por fragmentos, la historia de la gente y de esta Cuba que amo tanto y que se ha vuelto tan compleja, pero es irrenunciablemente nuestra, nuestro aliento. Uno está sembrado aquí. Te puedes ir lejos, pero esas raíces no hay quien te las quite.
“En cada persona que conocemos hacemos un diálogo con su realidad, su pedazo de país. Como periodista aprehendes y cabalgas sus caminos interiores. Incluso, a veces sufres como si fueras ella. Algunos me dicen: aléjate, y no, todo lo contrario, penetro, sufro, he llorado mucho. Ahora de camino a Sancti Spíritus vi tantos pueblos humildes que no están en las noticias y ahí hay unas historias de amor, resistencia, de creación, de no renunciar, de familias que nos toca contar”.
Y de cierta forma, muchos de esos protagonistas de la Cuba de ayer y de hoy están en sus 16 libros. Lo mismo hechos en versos que en su hermosa y preciosista prosa. Uno y otro estilo nos presenta siempre a la Cuba profunda, sin maquillajes. La misma que duele y arranca del pecho el más sincero de los orgullos.
“Cuando muere mi mamá en el 2012 escribí en dos años cinco libros, sin parar porque el dolor me consumía. Luego apareció Juan Carlos Roque, un editor que nos ha facilitado la vida. Empecé poco a poco a tener espacio en varios medios y creía que era necesario reunir muchos de esos textos en libros.
“Ni tan siquiera me roza el pensamiento que son los mejores del mundo, pero, sí digo que si al menos una o dos crónicas logran impactar ya me siento feliz. Tengo muchos testimonios que me han arrancado ese sentimiento”.
Sancti Spíritus lo sabe. En una tarde calurosa, en una de las márgenes del Yayabo fue testigo de la presentación de ¡Apunten…!, retrato de la Cuba contemporánea y, además, descubrió algunos de los temas que sostienen a Tejiendo un país y Poemas del lente. En cada uno nos llega el mismo Reinaldo humilde, humano, de mirada transparente que cuando por contratiempos lógicos de la vida se aisló de las redacciones mediáticas, se aferró de cuantos soportes encontró para subsistir hasta que llegó a la radio “por casualidad”, como reconoce.
“La realidad no tiene ningún límite; la fantasía, sí. En el día a día te tropiezas con miles de cosas que no imaginas que existieran, como por ejemplo cuando conocí a un espirituano que se tatuó una de mis frases en su brazo”.
Necesidad, vocación, conciencia de ser un servidor público… No importa la causa. El Premio Nacional de Periodismo Cultural 2021 se empeña en no claudicar en la búsqueda de las múltiples esencias que lo rodean en su andar por la vida. Y, para suerte nuestra, las hacemos propias gracias a esa muy forma suya de mostrarnos con belleza las luces y sombras.
“Es un privilegio que el destino me haya puesto en las manos esa posibilidad de descubrir a los demás. Para eso tienes que adentrarte en sus vidas. Como el periodismo es muy rápido, desde que llegas al frente de las personas tienes que mirarle a los ojos y, de ahí, al alma. Es un ejercicio fuerte que en ocasiones asusta, pero es inevitable que lo hagas para poder captar el latido de Cuba”.
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