A los retos productivos están acostumbrados los trabajadores del taller Yamil Duménigo de Trinidad, una de las cuatro fábricas pertenecientes a la Unidad Empresarial de Base Confecciones Cumbre en la provincia espirituana, cuyos surtidos satisfacen las solicitudes de varios organismos, entre ellos Educación y Salud Pública.
En estos momentos, tras la arrancada en la segunda quincena de enero, se elaboran allí las batas de médicos tanto de hombre como de mujer —entre 800 y 1 000 piezas diarias— con destino a la Habana, Cienfuegos, Villa Clara y Ciego de Ávila. La actual demanda exige el engranaje casi perfecto de toda la cadena productiva, desde el corte hasta el empaque.
Las costureras y el resto de los trabajadores implicados en el proceso confeccionan estas prendas que lucirán luego los profesionales de la salud. Por ello, Norma González Rodríguez, la responsable de la calidad en el taller, revisa cada paso y rectifica el más mínimo detalle.
“Se trabaja por ficha técnica que incluye los moldes y las tallas. En el caso de estas piezas el acabado es esencial para que la bata tenga presencia; la de las mujeres, por ejemplo, lleva unas alforzas que requieren de mucha destreza de la costurera”, explica.
Antes de este pedido, en la unidad se confeccionaron más de 12 000 prendas de los uniformes escolares comercializados en Sancti Spíritus previo al inicio del curso lectivo, lo que exigió laborar horas extras, fines de semana y días feriados para cumplir la norma y el compromiso contraído, en primer lugar, con los estudiantes y sus familias.
Este y muchos otros encargos se materializan en el taller gracias a la laboriosidad y disposición del colectivo. “Es de destacar que durante los casi dos años de pandemia no se interrumpió la producción y se elaboraron los nasobucos y los trajes verdes que fueron utilizados por el personal sanitario en Zona Roja”, explicó Belkis Cuéllar Martínez, administradora de la fábrica trinitaria.
En un ambiente de mucha laboriosidad transcurren las jornadas, al tiempo que se garantizan las condiciones de trabajo en cuanto a iluminación y ventilación para que las costureras puedan cumplir la norma diaria. “El pago por resultados respalda un salario medio de 3 000 pesos; pero no se han repartido utilidades, lo que constituye una insatisfacción para el colectivo, la sección sindical y la propia administración”, agregó Cuéllar Martínez.
Con garantía de materia prima, la principal preocupación radica en el estado técnico de las 79 máquinas de costura activas, con varios años de uso y no pocas innovaciones. Las especiales que realizan los ojales, las candelillas y colocan los botones son las más costosas y por el momento no cuentan con reemplazo. Aunque la casi totalidad de las producciones de estos talleres responden a un encargo estatal y generan poco valor agregado, la consagración de estos trabajadores del sector de la industria ligera, más que recortar presupuestos, merece reforzarse con hilos de oro; o en este caso con sistemas de estimulación salarial efectivos.
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