Casi a mitad de la senda de piedra que conduce al hotel Las Cuevas, una estatua del Padre las Casas da la bienvenida al caminante. Dos indios arrodillados a sus pies confirman lo que puede leerse en la placa “Fray Bartolomé de las Casas (1454-1566). Misionero dominico español, dedicó su vida y obra en favor de los indígenas americanos. Se le conoce como el protector de los indos”.
El monumento, develado el 6 de junio de 1955, identificaría al primer centro turístico construido en Trinidad de Cuba, Las Cuevas, con categoría de motel. Y es que la instalación se concibió al principio como aldea india con cabañas diseminadas en la ladera de una loma.
Grutas naturales asedian el entorno; resalta entre ellas la Cueva Maravillosa, que se convirtió en celda, escondite, hasta los últimos días de Caucubú, la india más hermosa del cacicazgo de Guamuhaya. Allí encontró refugio cuando fue perseguida por el conquistador español Vasco Porcayo, que la quería hacer suya.
Se dice que los indios llevaban hasta la entrada de su caverna las mejores frutas y las más bellas flores, costumbre que se mantuvo hasta la muerte del último taíno de estos lares. Cuenta la leyenda que, en las noches de luna llena, cuando los vientos del norte hacen murmurar los árboles de la loma, aparece su imagen a la entrada del antro.
Entonces estuvo bien pensado el emplazamiento de la efigie del Padre las Casas a la subida del hotel Las Cuevas, en gesto de bienvenida y anuncio a la vez de las historias que atesoran sus alrededores.
El proyecto lo concibió y llevó a cabo Manuel de Jesús Béquer Medina, segundo historiador de Trinidad, quien fue figura principal del movimiento que se organizó en 1940 en aras de la conservación de la ciudad, dato que enriquece con su sapiencia la doctora en Ciencias del Arte Alicia García Santana, historiadora, investigadora y ensayista.
“Él preparó la cueva para ser visitada, se conoce como La Maravillosa; además, escribió la leyenda de Caucubú y el motel formó parte de la proyección de desarrollo local concebida por Manolo para Trinidad, que no solo era la conservación de monumentos, archivos y demás, sino también una serie de soportes de la infraestructura como las carreteras, las comunicaciones, los hoteles, las fábricas, es decir, avances para la ciudad en bien de sus pobladores”.
Manolo Béquer dedicó su existencia no solo al estudio de la historia de Trinidad, sino también al rescate de su patrimonio material e inmaterial. Fue el presidente de la Asociación ProTrinidad, y durante toda su vida fue fiel a las palabras con las que describía a dicha sociedad: “Trinidad: lo que fue, es y será”.
Su labor antecedió los trabajos de restauración y conservación de la villa. La estatua del Padre Las Casas, una de las pocas de esa dimensión que existen en el país, es símbolo del desarrollo que envolvió a Trinidad a finales de la década del 50, propiciado por Béquer Medina.
La escultura ha resistido el paso del tiempo y de los fenómenos atmosféricos. Y es que las obra dignifica la bonanza, la humildad, el amor al prójimo.
Nota: Escambray agradece la colaboración de la investigadora Felicia Argüelles Montalván.
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