No conoció el regazo de su madre, pero el amor lo sostiene en cada sorbo de esperanza. El pequeño cuarto hospitalario es un universo de afectos para Osmán Vivas Olazábal, el niño mimado de enfermeras, médicos, pantristas, de amigos y rostros anónimos… de la familia que crece y lo cobija.
En los servicios de Pediatría del Hospital Tomás Carrera Galiano fue recibido, con apenas cuatro meses de edad, tras superar los días más críticos de su gravedad. Una hipoxia severa al nacer le ocasionó daños múltiples, sobre todo en el sistema nervioso central, además del síndrome de West, entre los tipos más severos de epilepsia.
Su historia, de tan desgarradora, duele. Primero, la muerte de la madre debido a una hemorragia obstétrica posparto; luego, las complicaciones que más de una vez presagiaron la desgracia e intentaron burlar los cuidados de esos ángeles que habitan en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos. Pese a su fragilidad, Osman nunca se rindió; tampoco quienes confiaron en la ciencia y en la esperanza.
EL GRAN RETO DE ADDI LUCÍA
A Addi Lucía Saroza Pichardo le confiaron la vida de Osmán y es ella la primera en comprenderlo. Lo supo el primer día que lo tomó en brazos y le conmovió su desamparo. “Me explicaron que estaría a cargo del cuidado del niño. Por un momento sentí que era una responsabilidad demasiado grande”, confiesa mientras el pequeño se refugia en su pecho.
“Después de estabilizarlo se decidió su traslado para Trinidad porque reside en este municipio; sin embargo, la familia materna se desentendió del bebé y el padre alega que no cuenta con las condiciones en la casa para atenderlo. Fue entonces que se habilitó este cuarto aislado en la sala de Respiratorio, donde permanece rodeado de mucho cariño”.
Desde entonces, Addi se siente más abuela que enfermera. “Llegó muy delicadito, con una atrofia óptica bilateral y dificultades en la deglución, por lo que se la había colocado una sonda de gastrostomía endoscópica, que es la única vía para alimentarlo”, recuerda la profesional con 37 años de experiencia en Pediatría y que ahora “malcría” al más pequeño de sus nietos porque los otros dos ya son mayorcitos.
“A veces me preguntan, ¿Y tu hijo?, trabajando, les respondo. No, el chiquito. Ese es mi nieto y está bien”, dice con una sonrisa de complicidad en la que se presienten la ternura y la dedicación de esta mujer unida al pequeño Osman por los lazos que solo el amor entrecruza.
“Ya no siento ninguna preocupación. El niño tiene el medicamento que controla sus ataques de epilepsia. Por suerte, no hemos tenido que utilizar el aspirador ni el oxígeno, pues todavía mantiene su función respiratoria.
“Soy la que lo lleva a los turnos a Sancti Spíritus y reconozco sus pequeños avances. Sostiene más la cabecita, ya no está tan rígido, se ríe muchísimo y cuando escucha mi voz enseguida presta atención”.
“Mis compañeros de trabajo dicen que lo malcrío demasiado. A él no le gusta estar en la cunita y casi siempre lo tengo en mis brazos. Por la noche no me siento la cintura, pero te juro que no me pesa”, asegura con la pasión de la más amorosa de las abuelas.
La licenciada en Enfermería y especializada en Pediatría se encarga del cuidado de Osmán desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, de lunes a viernes. Otras tres profesionales asumen su atención en el horario de la noche y los fines de semana. Sin embargo, Addi nunca se va del todo.
“Cuando estoy en la casa pienso en él porque sé que me extraña. A veces llamo y la enfermera me dice que ha llorado o que está intranquilo. Durante mis vacaciones vine a verlo todos los días. Tenemos un vínculo muy fuerte y es difícil para los dos estar separados”, susurra casi ahogada por la emoción.
LA NUEVA FAMILIA DE OSMÁN
Por sus padecimientos, el pequeño permanece casi todo el tiempo en la reducida sala de ingreso, pero nunca se ha sentido solo. Es el consentido de todos; de las enfermeras que pasan a regalarle una caricia, de los pediatras guardianes de su bienestar, de la cocinera y su sazón maravillosa, de otras madres que le prodigan afectos, de trinitarios generosos, de personas en el extranjero pendientes de sus necesidades más elementales… Tanto desvelo consuela.
Y Addi le muestra a Escambray las cremas, las colonias, los culeros, la ropita, las medias, los zapatos, todo acomodado en el maletín inmenso y en el armario donde guarda la leche fortificada enviada desde el Hospital Pediátrico José Martí para reforzar su dieta, las vitaminas que complementan sus requerimientos nutricionales y la vigabatrina, un fármaco anticonvulsivante que no le puede faltar porque evita las crisis epilépticas.
“Siempre está bonito y oloroso. Lo cambio dos y tres veces en el día; es que tiene tanta ropa que me da lástima que se le quede sin estrenársela”, agrega.
La doctora María Elena Estépez Fernández es una de las pediatras que sigue de cerca la evolución del pequeño Osmán. “El hecho de no poder incorporar otros alimentos, excepto la fórmula que se le administra a través de la sonda de gastrostomía endoscópica, le ha ocasionado trastornos nutricionales, por lo que se evalúa como un bebé bajo peso.
“Además, es un niño que vive en un entorno hospitalario, por lo que corre el riego de adquirir infecciones, sobre todo respiratorias y dermatológicas, aunque en estos momentos se encuentra estable con sus padecimientos crónicos que los va a arrastrar a lo largo de la vida”, refiere la especialista que le ha asistido en cada crisis.
Y más allá del diagnóstico clínico, la doctora María Elena cree en el poder sanador de los afectos. “Él es el bebé de todos, recibe atenciones y mimos de quienes trabajamos en los servicios de Pediatría y de muchas otras personas. Puedo asegurarle que es una de las razones por las cuales su evolución sea satisfactoria hasta hoy”.
En brazos de la enfermera, Osmán deja de llorar de inmediato y hasta sonríe. Addi le habla con cariño y le canta. “La fisioterapeuta me explica que debo estimularlo a través de los sonidos porque su visión es muy limitada y solo de un ojo. También le hago los ejercicios para que se fortalezca su cuerpo. Su buen estado de salud tiene que ver con mis cuidados y el de todos los compañeros del hospital”, explica y son sus ojos los que hablan.
Este 17 de febrero Osmán cumple su primer año y tendrá su fiesta de cumpleaños. La piñata, los dulces, el refresco, el amor, la esperanza… No se me ocurre nada más tierno para celebrar la vida y la felicidad de este niño.
SRA ADDIS MI RESPETO PARA UD Y TODOS LOS QUE DAN AMOR AL PEQUEÑO PRÍNCIPE QUE UD ATIENDE, EL MENOR DE SUS NIETOS. VEO Q AYER CUMPLIÓ SU 1ER AÑITO. RECIBE UN BESO DE MI PARTE, ERES UN ANGEL EN LA TIERRA.
BENDITAS LAS PERSONAS LINDAS Y BUENAS!!!
AGRADECUDA,
MARIA L.
OSMAN ES UN ANGEL, SU HISTORIA ME HA HECHO LLORAR, TODAVIA NO SOY ABUELA Y ME CONMUEVE ESTE ANGEL, QUE MERECE SER FELIZ EN MEDIO DE TODAS SUS LIMITACIONES, HOJALA SIEMPRE ESTE PRESENTE EL AMOR PARA DAR, EN LAS PERSONAS QUE LO ATIENDEN.