Durante los últimos tiempos, hacer parir frutos a la tierra resulta un proceso cada vez más complicado y angustioso en Cuba, no solo porque faltan brazos, tecnología e incentivos para los productores, sino porque el suelo en muchos lugares ha comenzado a cojear enclenque como resultado de la sobreexplotación, el cambio climático y la utilización errada.
En esas circunstancias, que también aquejan a muchos otros rincones del planeta, en el país ha comenzado a promoverse el manejo sostenible de tierras (MST) como una alternativa para mitigar los efectos del cambio climático, alcanzar la neutralidad en la degradación de los terrenos y con ello la búsqueda de alternativas para la producción de alimentos, así como la preservación de los ecosistemas y su resiliencia o capacidad de adaptación frente a estas adversas situaciones.
Desde el 2008 se inició en la isla el Programa de asociación de país sobre MST con proyectos apoyados por el propio gobierno cubano, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Más de una década después comenzó el llamado Proyecto 3 “Fortalecimiento de capacidades para Mecanismos Financieros Sostenibles // Manejo Sostenible de Tierras en áreas de bosques y ecosistemas ganaderos”.
Esta idea, centrada en el fortalecimiento de los mecanismos financieros con el propósito de que los productores les sacaran partido en apoyo al MST, concluyó recientemente en dos unidades productivas de la provincia y su implementación resultó calificada por el equipo evaluador como Altamente satisfactoria, condición que por primera vez merece un proyecto del Citma en Sancti Spíritus.
“Se seleccionaron dos sitios demostrativos en el municipio de Trinidad: la finca La Esperanza, que pertenece a la cooperativa Conrado Benítez y se dedica a la actividad ganadera; y la finca La Baría, cuyo objeto social es forestal y pertenece a la UEB Agroforestal de ese territorio”, puntualizó el máster Ernesto Pulido García, uno de los coordinadores.
Según el diagnóstico inicial, la primera de estas unidades productoras presentaba cárcavas y suelo desnudo por su relieve ondulado; practicaba una ganadería extensiva y no realizaba siembras de plantas proteicas ni forrajeras.
Por su parte, en la segunda área presentaban semejantes dificultades con el terreno, incluido su deslizamiento en las laderas y otras afectaciones por la incidencia del fuego, debido a las malas prácticas de unidades vecinas.
Este proyecto les permitió acceder a financiamientos internacionales, a créditos nacionales —con tasas de interés inferiores y diferenciación en la bonificación—, y a una póliza de seguro con una amplia gama de coberturas de riesgo y una prima única como tributo al financiamiento de los productores reconocidos por su eficaz MST y motivación para adoptar este modelo de trabajo.
El informe final del proyecto asegura que los resultados alcanzados durante sus cuatro años de ejecución expresan un incremento significativo de trabajadores que se beneficiaron con el acceso a estos mecanismos financieros, a partir del desarrollo de una estrategia de infocomunicación y acciones de capacitación, sensibilización y asistencia técnica para elevar su conocimiento.
El documento agrega además que se implementaron diversas prácticas para contribuir al incremento de la diversidad biológica, los rendimientos, los salarios y la eficiencia de los ecosistemas.
“Este Proyecto 3 logró resultados concretos en el territorio, por ejemplo, en la finca La Baría reforestaron seis hectáreas, reconstruyeron otras 12 de bosques, limpiaron más de 30 hectáreas por año y recuperaron otras 14 con acacia, eucalipto, bien vestido, que son plantas formadoras de suelo, melíferas y aportan madera para horcones. Además, han incrementado hasta 11 kilómetros de cercas vivas. Por todos estos logros fueron bonificados con más de 197 000 pesos”, detalló Pulido García.
Ese sitio demostrativo también se ha convertido en un abanderado del uso de las energías limpias con la utilización de un molino de viento para extraer el agua del pozo cercano, la instalación de un biodigestor; y se gestionó la construcción de la vivienda del finquero para crearle mejores condiciones de vida a él y su familia, con vistas a garantizar su permanencia en el lugar.
“Los rendimientos agrícolas alcanzados en este período se incrementaron, a partir de la aplicación de prácticas como la asociación y rotación de cultivos y el uso de biofertilizantes. Las producciones pecuarias en la finca La Esperanza también se beneficiaron y como resultado allí se incrementó la producción de leche, de carne vacuna y caprina”, sintetizó el especialista.
Y concluyó: “Esta filosofía de trabajo ha demostrado a corto y mediano plazo los beneficios del MST, que favorece la seguridad alimentaria, el bienestar de las comunidades, la conservación y mejorara de los servicios ambientales de estos ecosistemas”.
Sin duda, los nuevos incentivos financieros concebidos por este proyecto incrementan la motivación de los productores para adoptar ese modelo de labor. El equipo de consultores independientes emitió una categórica evaluación favorable: “Las estrategias implementadas producen una triple rentabilidad, donde la economía nacional, la economía del agricultor y el medio ambiente ganan”.
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