Esta vez no se trata de pasar revista a un sector que ha sido el leimotiv de todo un año de crisis energética, tampoco se hablará de los linieros que alumbraron Vueltabajo; esta vez en medio del homenaje a los eléctricos se encontró el espacio para desvelar la vida de una mujer sobresaliente a su manera, de esas que sin bombos y platillos resultan imprescindibles.
Porque a Belkis Bernal Cañizares, la auxiliar de limpieza de la Sucursal Parque de la Empresa Eléctrica Provincial, ese reducido espacio le queda chiquito para tantas ganas de hacer, porque no importa cuán ocupada esté para hacer lo que se necesite. “Aunque lo mío es mantener la limpieza, yo hago de todo y sé que mi gente me necesita”.
Pequeñita, pero ágil en sus 55 años y con una locuacidad envidiable, desanda una vida matizada por el amor que la unió a Mario Ulloa, un lector-cobrador que hoy es su esposo; por las maldades que a diario le gasta Avilés, uno de sus compañeros más queridos, por la osadía de treparse hasta lo alto de una escalera para pintar o cuando en plena pandemia salía al salón de cobro para organizar las colas en el exterior para evitar contagios.
Esta espirituana que todos extrañan y necesitan cuando raramente no está, quizás sin saberlo, desafía a diario los conflictos entre lo laboral y lo doméstico, al igual que la necesidad de viajes y traslados al centro laboral diariamente, las responsabilidades familiares, los horarios excesivos y el tiempo para el cuidado personal.
Sin dejar de sacar brillo a la superficie de las mesas, sigue desgranando historias, las muchas que acumuló como presidenta de su CDR durante dos décadas, su activismo en la Federación de Mujeres Cubanas, su apoyo a los compañeros con el café en tiempos donde el cierre de mes alarga las jornadas de trabajo o de la única frustración en su larga vida laboral porque la sociedad se perdió una albañil todo terreno.
Y es que no hay barreras para Belkis, a la que le cuesta ahondar en historias sobre su grandeza como persona porque las encuentra del todo normal.
Con ella no va aquello de la invisibilidad por el hecho de ser mujer: “Lo mío es hacer de todo lo que me gusta y no estudié albañilería, pero, aunque muchos no le crean, hice mi propia casa con enchape y todo”, cuenta al tiempo que muestra un vídeo como constancia de que técnicamente no viola las normas de un buen repello.
Sucursal adentro, todos disfrutan el bien ganado premio a la virtud porque según ellos, la medalla Ñico López que le fue entregada con motivo del Día del Trabajador Eléctrico es bien merecida para Belkis, esa mujer que todos adoran y que muchos confiesan no pueden prescindir de ella, la que suma muchos hijos postizos, la misma que los acompaña al hospital o “trastea” la medicina cuando están enfermos, y viven orgullosos de mantener una relación de familia con alguien que es ejemplo y protege, además, a “sus pollitos”.
“Es que mi trabajo me encanta, si me dieran otro, no voy. Lo que tengo aquí no lo cambio por nada; son mis amigos, mis hijos, mis confidentes y soy madrina de unos cuantos niños que si empiezan a pedir no me alcanza el bolsillo”.
Esta espirituana sobrepuesta a prejuicios pudo haber hecho muchas cosas, “porque oportunidades he tenido en cursos que me han ofrecido, pero qué le voy a hacer, me gusta este trabajo y gracias a esto soy una mujer multipropósito, lo mismo limpio que hago gestiones de cobro para recoger las deudas, así dejé tres de las rutas en cero. Sin ningún reparo, a manguera limpia desempolvo el frente, hago la guardia obrera y la nocturna una vez al mes o cuido la puerta si el custodio tiene un problema. Hay que cuidar lo nuestro y esta siempre ha sido mi casa”.
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