Empezó como la zafra más atípica de cuantas se recuerden en Sancti Spíritus, porque nunca la producción del territorio había descansado sobre un solo central; tuvo momentos buenos y regulares, con un final donde las bajas molidas ponían a dormir los mediodías al batey de Tuinucú.
Se hizo de punta a cabo en medio de severas limitaciones y bajo un esquema de cosecha tan inédito como complicado, porque concebir un abasto de caña donde el 60 por ciento de la materia prima había que moverla por ferrocarril desde los campos del Uruguay, en Jatibonico, era de por sí un desafío, una operación de riesgo solo de saber que las dotaciones de carros jaulas y locomotoras tienen suficientes años de explotación como para acogerse a la jubilación.
Aunque físicamente no lo contempla el balance de recursos, la mayor garantía de la contienda estuvo siempre alrededor de las fuerzas agroindustriales y del transporte, esos hombres y mujeres que se imponen a los vaivenes del día a día y son capaces de hacer de tripas corazón para reinventar una pieza, revivir el tándem…
Durante 122 jornadas el central Melanio Hernández estuvo frente al examen más exigente de su vida porque, más que una prueba sin derecho a revalorización, cabe decir que Sancti Spíritus y Azcuba se la jugaron a una sola carta. El asunto no era solo cumplir el plan de azúcar, es que, si fallaba la industria de Tuinucú, no había quien le moliera la caña a las unidades productoras de la provincia que tienen montada la economía sobre esa materia prima.
Enhorabuena, el ingenio pasó el examen, aunque demoró 26 días más del calendario previsto, un hecho que frente a tantos contratiempos y carencias hasta de combustible, no le quita brillo al cumplimiento azucarero, máxime cuando se ubicó como el quinto central del país en llegar al compromiso y colocó a Sancti Spíritus como la segunda provincia cumplidora, después de Cienfuegos.
Si ponemos la producción al lado de otras etapas, es corta: 23 517 toneladas. Solo que el central fabricó el azúcar contra un balance de caña molible a nivel provincial, y pudo superar a la anterior campaña en más de 12 000 toneladas.
La fabricación de crudo estuvo acompañada de favorables indicadores de eficiencia, en primer lugar, un rendimiento industrial por encima de lo previsto, lo que permitió que el ingenio solo necesitara procesar el 94 por ciento de la caña prevista para fabricar la azúcar planificada, y ello derivó en el ahorro de unas 15 000 toneladas de materia prima.
El autoabastecimiento energético al 134 por ciento, con la entrega de más de 3 700 megawatts al Sistema Electroenergético Nacional, se inscribe como la otra señal más relevante de la zafra en Tuinucú. En el plano negativo se identifica un abultado inventario de problemas objetivos y subjetivos que dejan un grupo de lecciones de cara a la siguiente cosecha.
Mientras Sancti Spíritus tejía la contienda alrededor del Melanio Hernández y en Jatibonico las unidades productoras también hacían zafra, varias dotaciones de trabajadores del central Uruguay ayudaron en la operación en otros centrales del país.
Aun en medio de la depresión agroproductiva del sector, siempre se vuelve estimulante cumplir la zafra por lo que representa en el plano económico y, sobre todo, cuando ese resultado está tan ligado al esfuerzo de los colectivos. Si últimamente lo predominante en el territorio era la caída del estimado cañero, esta vez quedan por moler más de 50 000 toneladas de caña, por lo que el ingenio puede mantenerse activo y aportar un sobrecumplimiento en la producción de azúcar para el país.
La provincia cumplió, pero se deben mirar los números con objetividad, sobre todo porque el territorio decrece en la producción con respecto a la pasada cosecha en más 11 000 toneladas de crudo. El problema en Sancti Spíritus no es solo cumplir el plan, sino crecer en caña, aspiración que a corto plazo no da buenas señales en las plantaciones necesitadas de humedad y también de recursos.
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