Cuba es un lugar hermoso para relajarse. Excelentes playas de arena, océano cálido, gente hospitalaria y un maravilloso exotismo. En ninguna parte del mundo verás tantos coches raros perfectamente conservados. Además, estos coches verdaderamente milagrosos no son copias de exposición, sino un transporte diario.
Viajamos desde Rusia y el 26 de abril del presente año estábamos en Cuba por primera vez. Descansamos los dos primeros días en La Habana y planeamos pasar otra semana en la ciudad turística de Varadero, en el excelente hotel Selectum Family, junto al océano.
La Habana nos sorprendió por la abundancia de coches antiguos brillantes, muchos edificios coloniales en restauración, pisos de madera, enormes e inmensos ficuses, buganvillas brillantes, mangos increíbles, aun sin madurar; un bello malecón, fortalezas antiguas y otras maravillas exóticas.
Habiendo cumplido el plan: un mínimo para conocer La Habana, después de haber comprado libros sobre Fidel Castro y Che Guevara, nos dirigimos a la tranquila y acogedora ciudad turística de Varadero para continuar nuestras vacaciones. Nos instalamos en un hotel muy hospitalario, acogedor y hermoso y, luego de descansar un poco, decidimos hacer el recorrido de un día Tres Ciudades. Fue bastante largo e implicó superar largas distancias. El grupo incluía a cinco personas de Rusia y otros cinco turistas de habla francesa, de Francia y Canadá.
Queríamos ver poblados étnicos antiguos, bien conservados y reconocidos por la Unesco. Y así, al regresar en la tarde del 31 de marzo de una de estas ciudades, nombrada Trinidad, nuestro autobús tuvo un accidente automovilístico. En el intento por evitar una colisión frontal con un camión, el ómnibus se enganchó al borde de la carretera y cayó de lado. Todos los pasajeros sufrimos lesiones de mayor o menor envergadura, pero cuatro de nosotros fuimos más desafortunados: otra mujer rusa, una turista francesa, el guía de turismo cubano y yo. Ya en casa, evocando todos estos eventos perturbadores, quedaron en la memoria los recuerdos más cálidos sobre el pueblo cubano.
Las víctimas fuimos llevadas al hospital de Sancti Spíritus, donde nos atendieron durante una semana, y luego nos trasladaron a La Habana para recibir más tratamiento. A pesar de algunas dificultades con determinados medicamentos, el tratamiento fue exitoso. Un mérito considerable en esto tuvo el personal médico local, su profesionalismo, máxima diligencia, atención constante y simpatía. Desde temprano en la mañana teníamos en nuestra sala a un intérprete que nos ayudaba en todo. Los traductores venían todos los días, reemplazándose entre sí, de manera absolutamente desinteresada, y permanecían junto a nosotros hasta la noche. Nos traducían todo, nos distraían de pensamientos tristes, hablaban sobre sí mismos, sobre el país, sobre los cubanos; hasta nos obsequiaron golosinas. Una de ellos incluso trajo ropa para mí, ya que la de hospital no resultaba cómoda ante mi herida en un hombro y se requerían tirantes.
Todos estos cubanos nos cuidaron como si fuésemos sus parientes. Más tarde, ya en el hospital de La Habana (Clínica Internacional Cira García), también fuimos recibidos y tratados calurosa y cuidadosamente.
Muchos de los cubanos que conocimos estudiaron anteriormente en Rusia. Para mi sorpresa, una de nuestras traductoras, Delia Rosa Proenza Barzaga, estudió, aunque poco tiempo antes, en la misma universidad que yo, la Universidad de Crimea, que entonces llevaba el nombre de M. V. Frunze.
Los cubanos son personas amables, efusivas, desinteresadas y amistosas que siempre están dispuestas a ayudar. Muchos de ellos y nosotros nos hicimos amigos.
Nana Mijáilovna Mgeladze, Cónsul General de la Embajada de la Federación Rusa en Cuba, nos brindó una gran ayuda y apoyo durante toda nuestra estancia en Cuba. Visitó personalmente a nuestro grupo afectado en el hospital, estuvo constantemente en contacto y, a pesar de su apretada agenda, siempre respondió rápidamente a las solicitudes y resolvió de manera efectiva cualquier problema.
Merecedor de nuestra gratitud es también el segundo representante del Ministerio de Turismo en Sancti Spíritus Luis Ernesto Camellón Curbelo, quien acudía casi a diario junto a otro personal de allí.
Un aparte para los traductores voluntarios Delia Rosa Proenza Barzaga, Fernando Medinilla Nápoles, Vladimir González Machado, Luis Hernández Fando e Isidoro González Cáceres, estos dos últimos de Trinidad, donde nos auxiliaron durante nuestra permanencia en el hospital.
Muchas gracias, asimismo, al director del Selectum Family Hotel de Varadero, Jorge Hernández.
Mi esposo y yo hemos visitado muchos países de todo el mundo. A través de la comunicación, a través de la literatura, la historia de países y pueblos, puedo decir con confianza que a los rusos y a los cubanos nos une un estado común de libertad interna. Tenemos una visión del mundo propia de personas libres, capaces de sentir la verdad y seguir principios espirituales y morales.
La autora, Elena Babenko, turista de Rusia.
Traducción: Marina Lobunskaya.
Magnífico trabajo que da continuidad a otros escritos sobre el tema en ocasión del referido accidente. Son cosas que enaltecen y dan fe de la cercanía afectiva entre los pueblos cubano y ruso. Felicitaciones.