Que Diego Velázquez recurriera a una expresión latina para nombrar la villa de Sancti Spíritus es una auténtica rareza; y sus habitantes debieron tener conciencia de ello: apenas unos años después, en 1536, tanto en el pedimento del vecino Fernando Gómez como en la merced de tierra concedida a este por las autoridades —si la reproducción del documento es fidedigna— se desecha el latín y se apela a la traducción española: Santo Espíritu.[1]
Todavía en la primera mitad del siglo XIX se halla Santo Espíritu en obras científicas de Ramón de la Sagra, José María de la Torre y Felipe Poey,[2] así como en textos oficiales: la carta geotopográfica que gestó el gobernador Vives, publicada en 1835, y el Cuadro estadístico de la siempre fiel isla de Cuba, correspondiente al año de 1846, por ejemplo.[3]
Con esta variante coexiste una denominación híbrida, a medio camino entre una lengua y otra, cuya peculiaridad más significativa es la mezcla del final vocálico del primer constituyente latino con el inicial del segundo constituyente español: Sancti Espíritu. A la combinación básica se suman, a menudo, modificaciones consonánticas, bien la eliminación de la c de Sancti, bien la añadidura de la s en Espíritu o ambas: Santi Espíritu, Santi Espíritus, Sancti Espíritus.[4]
Conforme con la revisión —por fuerza, parcial— que he realizado en impresos de la época, tales hibridaciones alcanzan una presencia notoria hasta la sexta década de la centuria. Su impronta puede justipreciarla el hecho de que el sabio Esteban Pichardo elige exclusivamente una de ellas, la más radical, Santi Espíritu ~ Santi-Espíritu, para varias obras —de corte geográfico, lexicográfico y de otro tipo— que escribe entre los años treinta y los setenta.[5]
Según se aprecia en el último ejemplo, las variaciones gráficas aumentan con la inserción de guion intermedio, bastante común en el XIX: Santo-Espíritu, Sancti-Espíritu, Santi-Espíritu, Santi-Espíritus, Sancti-Espíritus… El signo procuraba señalar la naturaleza unitaria de la etiqueta. Se constata en otros nombres: Villa-Clara, Puerto-Príncipe, Nueva-España... (El arraigo de tal recurso gráfico en topónimos compuestos llevó a que la Real Academia Española, en su Gramática de la lengua castellana de 1874, lo considerase una excepción innecesaria al uso normativo del guion.[6] Punto de vista que mantiene.)
Es indudable que los híbridos representaron un intento de acercar la escritura a la pronunciación mayoritaria. José García de Arboleya aseveraba en los años cincuenta que Sancti-Spíritus —y observen el adverbio y el verbo, que enfatizo—: «comúnmente se nombra en latín corrompido diciendo Santi-Espíritu».[7] Pero a fines del XIX los híbridos desaparecen de los impresos, y se hace patente el triunfo definitivo de la grafía latina: unas veces sin tilde, Sancti Spiritus ~ Sancti-Spiritus; y las más con ella, Sancti Spíritus ~ Sancti-Spíritus.[8]
Son estas cuatro variantes gráficas las que trascenderán al XX. En la documentación estadística de los censos demográficos emprendidos durante la República prima la forma con guion y tilde, que Manuel Martínez-Moles —valga el dato curioso— emplea en su Vocabulario espirituano, de 1928.[9]
El guion, carente de respaldo en la codificación ortográfica de la RAE, estaba destinado a perderse hacia la segunda mitad del siglo. Lo contrario de la tilde.
En la normativa académica sobre la acentuación no hubo hasta 2010 un principio teórico o regla que pudiera aplicarse de modo satisfactorio a un caso peculiar como el de Sancti Spíritus, que no es una mera voz o expresión latina, porque constituye un nombre propio de lugar o topónimo; y tampoco es, en rigor, un nombre geográfico extranjero o exónimo, sino la insólita denominación escogida por un hispanoparlante para designar el espacio que habrían de poblar otros hablantes de su mismo idioma.
Sin embargo, debió favorecer la paulatina consagración de la tilde en el topónimo el que la Gramática de 1874 orientase «poner acento a las voces latinas o de otras lenguas que no lo tienen en la escritura propia y se usan a menudo en la nuestra»[10] y el que las Nuevas normas de prosodia y ortografía de 1959 indicaran que los «nombres geográficos ya incorporados a nuestra lengua […] no se han de considerar extranjeros y habrán de acentuarse gráficamente de conformidad con las leyes generales».[11]
Así, la Comisión Nacional de Nombres Geográficos, entidad encargada desde 1980 de la normalización de los topónimos cubanos, fijó en el Diccionario geográfico de Cuba (2000) la variante Sancti Spíritus,[12] antes de que la Ortografía de la lengua española (2010) dejara claro que, para las normas de escritura, entre los topónimos hispánicos se incluyen los que «aluden a un lugar que se encuentra en territorio de habla hispana», aun cuando conserven «grafías ajenas a nuestro sistema lingüístico en formas de procedencia extranjera», como el mexicano Macuilxóchitl, de origen nahua. En consecuencia, tales nombres, Sancti Spíritus entre ellos, «deben someterse a las reglas generales de acentuación gráfica».[13]
Las maneras más comunes de pronunciar Sancti Spíritus son [san.tiej.pí.ri.tu] y [san.tij.pí.ri.tu], aspirando la s medial y omitiendo la final en ambas. La realización plena de estas consonantes solo se verifica, por lo general, en la articulación esmerada. También se da el cambio de u a o, un fenómeno minoritario y valorado negativamente.
Aunque [san.tij.pí.ri.tu] se ajusta más a la escritura del topónimo, estimo que [san.tiej.pí.ri.tu] resulta la variante fonética de mayor uso. Gracias a García de Arboleya se tiene noticia de su arraigo en el siglo XIX; y todo hace suponer que viene de fecha muy anterior: en la Visita eclesiástica del obispo Morell de Santacruz, escrita en 1757, se documentan los híbridos Santi Espíritus, Santi Espiritus, Sancti Espiritus;[14] y en una carta de venta, firmada en La Habana el 2 junio de 1599, Sancti Espíritus.
Siento especial apego por esa e de [san.tiej.pí.ri.tu], que algunos escrupulosos estigmatizan. Es la misma que pervive, acaso ufana, en el gentilicio: espirituano, na.
[1] Tanto el pedimento como la merced se reproducen en Manuel Dionisio González, Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción, Imprenta del Siglo, Villa Clara, 1858, pp. 388-389.
[2] Cfr. Ramón de la Sagra, Historia económico-política y estadística de la isla de Cuba, Imprenta de las Viudas de Arazoza y Soler, La Habana, 1831. De José María de la Torre, los mapas de 1844, 1850, 1857 y 1873, titulados Mapa de la isla de Cuba. Además, el Mapa físico-político e itinerario de la isla de Cuba, de 1861. (Todos pueden descargarse en internet.) Y de Felipe Poey, Compendio de la geografía de la isla de Cuba, 9.a edición, Imp. de El Artista, La Habana, 1849.
[3] Cfr. Carta geogr<ráfico>-topográfica de la isla de Cuba, grabada por Dº Estruch, Barcelona, 1935; y Cuadro estadístico de la siempre fiel isla de Cuba, correspondiente al año de 1846, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, La Habana, 1847.
[4] He hallado otro híbrido de aparición muy puntual: Santo-Spíritu. Cfr. Cuadro estadístico…, ed. cit., y Francisco Lavallée, «Trinidad», en Rafael Cowley y Andrés Pego (ed.), Los tres primeros historiadores de la isla de Cuba, t. II, Imprenta y Librería de Andrés Pego, La Habana, 1876, pp. 533-560.
[5] Pichardo elige Santi-Espíritu, s.v. espirituano, en las cuatro ediciones de su célebre diccionario de provincialismos. También en Caminos de la Isla de Cuba. Itinerarios, Imprenta Militar de M. Soler, La Habana, 1865, t. 2, y en Carta geo-topográfica de la isla de Cuba, mapa en 6 hojas, grabado por Sgo. Martín, J. Constantín, Lit. del Comercio, La Habana, [¿1870?], disponible en: http://www.ign.es/web/catalogo-cartoteca/resources/html/001486.html
[6] La Gramática de la lengua castellana correspondiente a la 13.a edición, de 1874, que pude consultar fue la de la Imprenta de Antonio Matías Rebolledo, Coatepec.
[7] José García de Arboleya, Manual de la isla de Cuba. Compendio de su historia, geografía, estadística y administración, 2.a ed., Imprenta del Tiempo, La Habana, 1859 [1.a ed. 1852], p. 128.
[8] En los textos y documentos decimonónicos revisados, tanto de la primera como de la segunda mitad, a veces aparece el nombre latino sin la c del constituyente inicial, Santi Spíritus,sin la s al término del segundo constituyente, Sancti Spíritu, o sin ambos grafemas, Santi Spíritu. Las grafías pueden llevar o no la tilde y el guion. Las variaciones sobre la forma latina podrían obedecer al desconocimiento de esa lengua, a meras erratas del proceso editorial, al reflejo gráfico de la pronunciación del topónimo y/o al solapamiento de estas variantes con las formas híbridas que omiten tales consonantes.
Un dato curioso: en 1544, el obispo Diego Sarmiento, en informe sobre su visita pastoral a las villas e iglesias de Cuba, escribe ligados los constituyentes del topónimo, Sanctispiritus; y no parece descuido, porque lo hace cuatro veces en el documento. Cfr. Real Academia de la Historia, Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de ultramar, segunda serie, t. III de la Isla de Cuba, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1891, pp. 221-232.
[9] Historiadores espirituanos como Tadeo Martínez-Moles y Rafael F. Pérez Luna habían procedido igual desde el siglo XIX. Cfr. Tadeo Martínez-Moles, «Historia de Sancti-Spíritus», en Rafael Cowley y Andrés Pego (ed.), ob. cit, t. III, 1877, pp. 565-630; Rafael F. Pérez Luna, Historia de Sancti-Spíritus, Imprenta La Paz, Sancti Spíritus, 1888.
[10] Real Academia Española (RAE), Gramática de la lengua castellana, ed. cit., p. 302.
[11] RAE, Nuevas normas de prosodia y ortografía, Imprenta Aguirre, Madrid, 1959. Las he consultado en Julio Casares, «Las Nuevas normas de prosodia y ortografía», Boletín de la Real Academia Española, XXXVII, 331-347. La cita es de la p. 341.
[12]Cfr. Comisión Nacional de Nombres Geográficos, Diccionario geográfico de Cuba, Oficina Nacional de Hidrografía y Geodesia, La Habana, 2000.
[13] RAE y Asociación de Academias de la Lengua Española, Ortografía de la lengua española, p. 641.
[14] He consultado la reproducción del texto original que aparece bajo el nombre Visita ecleciástica [sic] en: Pedro Agustín Morell de Sta. Cruz. Primeros historiadores. Siglo XVIII, Colección Biblioteca de Clásicos Cubanos, Ediciones Imagen Contemporánea, Ciencias Sociales, La Habana, 2005.
La carta de venta se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba, en los fondos de la escribanía de Regueira, en un protocolo notarial, ff. 256v-257r. Forma parte del Corpus del Español de Cuba que se está elaborando (CODEC) como parte del proyecto Historia de la Lengua Española (HISDELE).
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