Cada vez que Lázaro Martínez se ve en apuros y necesita un batazo mira para el banco y alivia sus tensiones. Lo mismo le pasó a Eriel Sánchez en los tres años que dirigió. Similar sensación tienen los aficionados cuando llaman al home a Lázaro Viciedo Rivadeneira.
Y es que el muchacho tiene la virtud de la oportunidad en el bateo, esa que no todos poseen y que lo ha convertido en el emergente más eficiente del béisbol cubano actual.
Por eso el mánager no lo piensa dos veces. “Es un atleta que a la hora cero tiene la concentración y la disposición de dar el batazo, la línea. ¡Ah!, y tiene la confianza absoluta del director. Como jardinero no tiene tantas posibilidades, pero del banco para home sí, para mí es el mejor que hay en Cuba”.
Lo dice con convicción absoluta, sin revisar lo que las estadísticas confirman. En la actual campaña (hasta el jueves) todas sus veces al bate han sido como emergente y ha conectado de 20-7, con average de 350 y 10 carreras impulsadas (de las 15 que tiene el equipo con hombres de emergente). Con corredores en circulación el promedio es mayor: 389, y de 23 encontrados en base ha empujado nueve, cinco de ellos para empatar o decidir.
Hay más. Viciedo es, por mucho, el máximo empujador entre los emergentes del país. Imaginen que quienes han asumido ese rol al menos una vez en los 16 equipos (235 en total) han traído para el plato entre todos 104 carreras. Es también el que más se emplea en esa función en la serie, pues dobla en veces al bate a los que más se le acercan, que son Luis Orlando Veranes, de Santiago de Cuba, y Yoandry Guibert, de Guantánamo. Así, él solo hace que los Gallos sean los de mejor promedio colectivo de bateo en ese indicador en la campaña, con 358.
Y pese a que en esta contienda ha tenido más oportunidades que en otras, esto no viene de ahora. En sus tres series anteriores acumula balance de 46 veces al bate con 16 imparables, para un promedio ofensivo de 348 y 12 empujadas.
Es lo que puede llamarse un emergente nato, de esos que vienen del banco fríos y en el home suben la temperatura, aunque en su caso esa frialdad es relativa. “En el banco estoy concentrado en todos los juegos porque sé que en cualquier momento me van a llamar, por eso me enfoco en lo que están lanzando, todo está en la concentración, es un solo turno y casi siempre con la responsabilidad de impulsar carreras, en ocasiones para la ventaja o el empate”.
Dé o no el batazo que hace falta, por lo general no es de los que esperan mucho en el home. “Me gusta aprovechar el primer lanzamiento. En el juego inicial de esta semana ante Cienfuegos no se me dio porque era un poco malo el lance, pero generalmente le tiro al primero, porque cuando vienes de emergente y te dejas cantar un strike ya casi siempre detrás viene el foul y entonces con dos strikes le das la posibilidad al pitcher de trabajar con los lances que más te dañan a ti”.
Por tantas veces en el mismo aprieto, le han enseñado a batear con pensamiento: “No es llegar y batear, es enfocarte, ver dónde te están jugando los rivales. A veces, como lo hice en Matanzas, trato de batear el hit entre primera y segunda porque el hueco está para ahí, sobre todo cuando están jugando para doble play y el segunda base está cargado para arriba de esa almohadilla, entonces hay un buen espacio.
También ha aprendido a lidiar con la presión. “Quizás para otros sea más difícil por la responsabilidad que implica venir a batear con hombres en base, pero no me siento presionado”.
Ser un emergente tan eficaz, lo ha llevado a encasillarse a pesar de su juventud, pues solo acumula diez innings jugados en cuatro campañas contando esta, pero él es consciente de ello: “Sé qué debo mejorar a la defensa en los jardines y quisiera algún día poderlos jugar como regular, pero por ahora trato de hacer bien el rol que me toca para ayudar al equipo, hace varios años que las cosas me están saliendo así”.
De momento prefiere disfrutar lo que hace, aunque de home a las bases su temperamento parece convertirlo en dos Lázaros, aquel flemático y tranquilo cuando está parado en home y eufórico y alegre cuando da el batazo. “Es muy bonito cuando regresas al banco y la gente te acompaña con un aplauso o cuando vengo a batear también y corean mi nombre”.
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