Solo tenía 22 años cuando se inició como custodio en La Torrefactora, un centro que data de la década del 40 y que, desde cualquier punto de la geografía local, constituye referente para quienes busquen una dirección en las inmediaciones del barrio El Jobo, en el municipio de Cabaiguán.
William Lester Santos Beltrán se sabe de memoria cada parte del proceso del tostado del café, algo que, según él, aprendió de su compañero y amigo Roberto Sánchez, al cual se vinculó tanto que, tras su jubilación, logró ocupar su puesto como operador del Sirocco, el equipo insigne de la industria, ese que, con más de 97 años de explotación, sigue siendo el eje principal en la preparación del grano.
“Siempre me gustó todo lo relacionado con el café, además de tomarlo —aclara William—. Yo miraba las máquinas y estaba atento a las soluciones que le daban los mecánicos a cualquier rotura, así me fui metiendo cada día en el proceso, hasta que pasé a formar parte del equipo de trabajo, pero como operador”.
¿Qué fue lo más novedoso para usted?
“En todo ese tiempo disfrutaba la forma en que se realizaba el tueste, porque no se trataba de tirar el grano en la paila y ya, sino de saber el momento exacto en que se debía parar, la coloración y hasta el olor del mismo, lo cual te indica que ya está listo. Eso me lo enseñó también Roberto, cuando aseguraba que el café es un grano muy noble, sensible y requiere de cuidados, porque unas veces viene con más o menos dureza, pero la clave está en saber darle el toque que lleva en el tueste, sin pasarse, ni quedarse por debajo en el tiempo”.
¿Eso determina entonces la calidad?
“Claro, aunque hay otras cosas que influyen, porque el café lleva un punto exacto en cuanto a niveles de humedad y temperatura, en dependencia con cada momento del proceso. Cada tueste se hace con unos 180 kilogramos del grano y oscila entre 45 o 50 minutos de duración. Aunque en una jornada completa llego a dorar alrededor de 2 240 kilogramos.
“Para eso utilizamos el Sirocco, ese equipo casi centenario, sin el cual, nada sería igual, porque existen otros dos tostadores donde procesamos el chícharo, que como se sabe, es el otro producto destinado a la elaboración de la mezcla para obtener el café Hola.
“Hace poco le hicimos una reparación capital al Sirocco, pero siempre le estamos pasando la mano evitando roturas. Me da gusto poder operarlo; porque es el alma de nuestra industria”.
La Torrefactora lo constituye todo para William, quien hace un tiempo pasó a ser el jefe de la brigada de tostadores, precisamente, porque cuenta con la experiencia suficiente para desempeñarse en esta tarea. Nadie como él conoce de memoria cada parte del proceso. “Con solo escuchar el ruido de los equipos soy capaz de detectar si alguno funciona mal, hasta el oído se educa en medio de tanto ruido”, asegura.
“Cuando habla trasmite seguridad y respeto”, confiesa uno de sus compañeros. Ellos saben que lo aprendido por él durante las dos décadas que lleva vinculado a La Torrefactora ha sido por vocación y no por legado familiar.
¿Se imagina trabajando fuera de esta industria?
Eso nunca, ya me acostumbré tanto al aroma del café, que sin pretenderlo me hice adicto a los olores que emana el grano durante el tueste, incluso, ya no me molesta ni el calor que desprende la tostada, tal es así que cuando hemos estado parados por algún motivo, sigo viniendo a la planta, revisando los mismos equipos, para tenerlos listos, aunque, en realidad, lo hago porque sin ellos, ya no podemos vivir.
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