Para Adonis Bel Iznaga, la edición número 60 del torneo fue el Girón de su vida. Eterno bronceado en torneos anteriores y coqueteando en la división de súper pesados, había transcurrido buena parte de su carrera.
Pero la jornada del domingo 14 de enero le tenía reservado el mayor desafío de sus 25 años, por encima de eventos internacionales a los que asistió en el 2023.
Era la última pelea del cartel y en sus puños estaba la suerte de una provincia, la diferencia de ser primera o segunda entre los colectivos. También de levantar por primera vez el título de campeón nacional, ese que ha ansiado tanto, “porque quiero que me conozcan”, dice.
Y estaba también la frase de su amigo y coterráneo —nació en Camagüey— Julio César La Cruz: “Si no ganas, no vas para el equipo nacional”. Y esto agregó peso a sus más de 92 kilos. “Eso me presionó un poco porque me lo dijo el sábado antes de subir en semifinales y me lo repitió el domingo, me puso entre la espada y la pared, pero a la vez me impulsó. Ya en la final subí con la convicción de que tenía que ganar porque era mi primer título y que mi provincia dependía de mí. Julio es mi amigo de años y siempre me ha apoyado pelee con quien pelee; aparte de a mis entrenadores, tengo que agradecerle mucho a él”.
Delante tendría un subcampeón mundial y el número uno de la división en Cuba: Fernando Arzola, herido el día antes en su ceja derecha.
Pero la suerte estaba echada y se lo había prometido a sí mismo justo al comenzar el 2024. “Este es un año nuevo y todo tiene que ser diferente”.
“Había terminado un 2023 muy mal, tuve dos competencias internacionales: la Copa del Mundo, donde perdí por bronce y quedé quinto, y la Copa Kazajistán, en la que logré bronce, pero no era el resultado que fui a buscar”.
Ya con la plata en el bolsillo, Iznaga quería cambiar de color la presea, y lo hizo. “Salí a darlo todo y gané, aunque no pensé que se acabaría en el primer asalto. Me sentí fuerte, bien fuerte. Solo subí a trabajar, reconociendo que es un buen atleta, compañero mío de equipo, igual que el que peleó conmigo en la semifinal, pero lo que sí sabía era que tenía que trabajar fuerte desde el primer asalto y eso hice, dar golpes y demostrar que tenía ansiedad de ganar”.
Y el público, con sus vítores, aplausos y delirio, hizo lo suyo. “El público me dio mucho ánimo, a pesar de que nací en Camagüey, pero desde pequeño me mudé a Trinidad y Sancti Spíritus me ha acogido como una familia. Subí consciente de que mi provincia necesitaba de mis puntos para poder quedar campeona de Cuba y hacer historia, y quería formar parte de esa historia”.
Ya lo conocen, como él quería. Pero este es apenas el comienzo. “Significa mucho porque ya sé que todo el trabajo, desde que empecé el boxeo con ocho años hasta ahora que tengo 25, no ha sido en vano, hay una recompensa y me inspira a seguir adelante para ser campeón del mundo, olímpico y todos los que pueda para mi provincia y mi país. Quiero que sigan contando conmigo”.
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