El olor a café recién colado inunda cada rincón de la Finca Santo Tomás del Zaino. Son las cinco de la madrugada y Ana María Guerra Alfonso ya tiene todo dispuesto para emprender un nuevo día en esas tierras, pertenecientes a la Cooperativa de Créditos y Servicios Patria o Muerte de Cabaiguán, donde se cultiva tabaco de manera ininterrumpida desde el año 1935; tradición familiar iniciada por el abuelo Cristóbal. Casi 90 vegas desde entonces y toda una historia de sueños y trabajo sin descanso.
“De pequeños, el abuelo nos llevaba a mi hermana, a mi primo y a mí a repasar tabaco. Nos explicaba cada proceso con tanta pasión que era imposible no amar ese cultivo y el campo en su totalidad. Quizás por eso no puedo alejarme de estos terrenos, aquí está toda la historia de mi familia y adoro cada cosa por minúscula que sea: el canto de los pájaros, la algarabía de las gallinas, el ir y venir de los trabajadores, el aire fresco y los recuerdos que me sorprenden a cada instante. Cuando mi abuelo nos faltó, mi papá continuó sus pasos y ahora he seguido yo con su apoyo y consejos”.
Aferrada a las tradiciones campesinas que la preceden, Ana comienza su siembra cada 16 de noviembre, en homenaje al nacimiento de su abuelo, si no puede plantar la totalidad de la cosecha, al menos una gran parte lo hace ese día, en una suerte de ceremonia sagrada.
Pero esta fémina no solo ha continuado el legado de la producción tabacalera, sino que a golpe de osadía desde hace seis años migró del tabaco sol en palo al tapado. Esta última modalidad de cultivo le ha impuesto nuevos retos, como el de construir una escogida en su propia finca.
“El tabaco tapado lleva más cuidados. El año pasado dieron la posibilidad a los productores de hacer su propia escogida y a mí me encantó la idea porque este tipo de cultivo lleva sus procesos y me sentí más cómoda si lo hacía en mi casa. Así lo veo y se le da esa atención diaria, de la cual participo. Disfruto cada uno de los procesos, su olor, el cambio que da cuando va procesando, cuando ya está curado, cuando tiene olor a vino, como decía mi abuelo y todo lo disfruto”.
“Todo ese proceso se termina aproximadamente en noviembre, es decir, un año estamos por lo general. Lleva varias fases, el proceso de siembra, la recolección que es a los 65 o 70 días, después está 45 días para poderlo amarrar y posteriormente se deja curar en la caja para empezarlo a trabajar hasta que se le hace la limpieza, el beneficio y se le da el proceso en la casa de curación controlada, durante un mes o 40 días, hasta que alcance la calidad óptima de exportación”.
Esta productora cabaiguanense no solo piensa en su cosecha, sino, además, en todas las personas a las que puede dar empleo, principalmente mujeres.
“En la escogida, trabajan alrededor de 22 trabajadores, la mayoría son mujeres, unas 16 aproximadamente. Las he exhortado para que trabajen en mi escogida, les va muy bien; incluso, algunas no tienen quien le cuide al niño, porque es los sábados, y les digo que los pueden llevar, se los atiento, me encanta ver los niños corriendo por la casa”.
Lo dice, quien no le asusta tener más de 30 personas para desayunar y almorzar en el día, pues siempre encuentra tiempo para desbordarse en atenciones, para festejar junto a ellos fin de año o el día de las madres, con esos dulces tradicionales que no pueden faltar en ninguna celebración. Lo dice, quien se refiere a sus trabajadores como el alma del campo, sin saber que es ella, el alma, corazón y vida de esas tierras y de quienes la rodean.
¿Cuán difícil es entregarse al cultivo del tabaco tapado sin desatender las labores del hogar?
Lo llevo bien todo. Gracias a la unidad familiar que tenemos, logro atender a mi padre y lo que es la casa.
Supongo dentro de esa unión familiar ocupe un lugar importante Osvaldo.
Esa es mi mano derecha, mi esposo. Sin él, no podría. Es mi cómplice, llevamos ya 40 años unidos y me apoya en todo. Es el pilar de la familia y del campo. Aunque la finca es pequeña, unas once hectáreas entre potreros y la presa, cultivamos el tabaco tapado y también nuestro autoconsumo, de este último entregamos una parte a la Casa de Niños Sin Amparo Familiar de Cabaiguán, sin el apoyo de Osvaldo y del resto de la familia, claro, no fuera posible todo esto.
En el mes de marzo participaste como invitada al XI Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas. ¿Cómo describirías esa experiencia?
Fue maravillosa. Nos relacionamos más de 300 mujeres de todo el país. Intercambiamos ideas, experiencias y uno de los temas fundamentales fue la No Violencia de Género y la posibilidad del trabajo a la mujer para que sea independiente, eso trato de hacer con la escogida.
Recientemente en el acto municipal por el 17 de Mayo en Cabaiguán recibiste la medalla Niceto Pérez, sé que alberga especial significado para ti.
“Así es, me emocioné mucho al merecerla porque también la recibió mi abuelo hace muchos años. Para mí es un honor seguir sus pasos, creo que se sentiría orgulloso. Me considero una mujer sencilla, que ha logrado lo que se ha propuesto a base de esfuerzo. He podido cumplir mis sueños y eso es fundamental”.
Sentada en el portal de atrás de su casa, sitio de tantos encuentros y reuniones familiares, la sorprende la tarde. Hace una pausa, contempla la vista campestre, observa la cabecera de la mesa donde aún se respeta el lugar del abuelo Cristóbal, agradece todo lo que ha logrado y en su mente ya organiza la próxima jornada de trabajo.
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