¡Aplaudan a Mendoza! Se va uno de los grandes (+fotos)

Cuando lo vimos terminar la pasada campaña “entero”, pese a sus 44 años, con 385 de average, muchos pensamos que había para más. Semanas después, Yunier Mendoza Alfonso lo decidió

El mítico número 18 de los Gallos lega a la historia beisbolera cubana números de peso: tercero en hits: 2 447 y el número 25 en average: 324.(Foto: ACN).

El amor por la pelota se mantenía intacto. Al margen de algunas molestias propias de más de tres décadas en los terrenos de pelota y más de cuatro de vida, el trinitario luce bien y altivo. Pero Mendoza se cansó. No de salir a jugar para su gente, lo que más disfrutó en su vida. Repasó una carrera contradictoria. De un lado, una trayectoria enjundiosa en la que rindió con creces y dio hits de todos los colores (en ocho campañas sobrepasó los 100), lideró el bateo, fue guante de oro, integró selecciones de estrellas, reforzó equipos. Del otro, una triste realidad: solo una vez en el Cuba, y en una versión B que lo llevó apenas a un torneo holandés. Decepcionado, desistió.

Mas, el mítico número 18 de los Gallos lega a la historia beisbolera cubana números de peso: tercero en hits: 2 447, solo superado por Danel Castro y Frederich Cepeda, y el número 25 en average: 324.

“Me pasé toda la serie casi sobre 400 y al terminar, como se dice, se acaba todo y Mendoza para la casa otra vez. Entonces decidí, junto a la familia, que no quería jugar más. Lo dice y mira al vacío, al fondo del estadio José Antonio Huelga, que lo vio jugar por 25 campañas.

Y retoma el diálogo, sin repetir insistentemente: “No me preguntes tanto”. Pero la periodista ignora el pedido. No puede repetir la injusticia de quienes nunca lo llevaron siquiera a una preselección, ni tampoco se lo explicaron. Hablamos, como casi siempre, a cuentagotas, pero bastó para penetrar ese velo imperturbable de quien, por suerte, bateó más de lo que habla: “Podía jugar dos o tres series más, llegar a 30 quizás, pero todos saben que llevé muchos años rindiendo para la provincia, para Cuba; y sí, me voy un poco molesto, decepcionado, pues nunca se me tomó en cuenta para nada y decidí darles paso a las figuras jóvenes, a ver si tienen más suerte que yo”.

Porque la jactancia no cabe en el cajón de bateo de este hombre, prefiere aclararlo: “Sé que nunca podía hacer el equipo Cuba grande, era imposible con tantas buenas primeras bases, pero en el B o en otros pude haber ido. En Holanda, terminé de quinto bate bateando sobre 400 y después no se me consideró para nada más”.

Así y todo, Mendoza espantaba resquemores y volvía al terreno, como signo de constancia, entrega: “Me gusta lo que hago y nunca quise lucir mal, terminaba desencantado, pero me seguía preparando y decía: seguiré jugando para mí, para mi familia y para ese público que siempre me siguió, eso te da fuerzas y motivación”.

Revela también los secretos de la longevidad deportiva. “Cuando tienes treinta y pico de años, tienes que prepararte mucho mejor; me gusta mucho el gimnasio, hacer pesas, es lo que te da jugar todos los días, iba antes de batear y hacer defensa. Igual que Frederich Cepeda, siempre nos preparamos, haya o no pelota. El descanso de un pelotero tiene que ser activo, nunca puedes estar en cero porque no va bien con el organismo”.

Por su capacidad para batear de hits hacia todas las bandas, se granjeó el epíteto de La regadera trinitaria. “El secreto de batear en la pelota es batear por donde venga el lanzamiento, cuando la bola es pegada, la halas; si es para afuera, se batea para la mano contraria. También va en el swing. Eso lo da la constancia, la preparación diaria. Quise llegar a 2 500 hits y sé que lo pude haber hecho”.

Con aquel cuadrangular frente al pinareño Faustino Corrales —el año en que los Gallos fueron de plata— Mendoza rompió la teoría del zurdo contra el zurdo: “El zurdo para que le batee a un lanzador de esa mano tiene que enfrentarlo mucho. Mi primer año no fue bueno, pero ya después le fui cogiendo el ritmo, aunque era difícil. Ese jonrón fue de las mejores cosas de mi carrera, se lo di al zurdo Corrales, ¡y qué zurdo! Le pegué a una recta por fuera y salió de línea por la banda contraria, eso llevó al equipo a discutir el campeonato”.

El diálogo gira, irremediablemente hacia el central FNTA, que sigue incrustado en su sangre y su carácter. Hablamos de quienes lo hicieron pelotero y de quienes se resiste a hacer distinciones: “Fueron millones, una pila de gente, no puedo ni mencionar nombres para que nadie se ponga bravo, todos pusieron su granito de arena”. Repasamos sus inicios cuando Albertico, un entrenador de Condado, lo trajo a una provincial y luego vino para la EIDE; y el momento en que se adueñó del guante de la primera base de los Gallos: “El año que debuté ahí estaba Mario Zulueta, me mandaron para el center field, pero él salió, y como yo había hecho equipo Cuba juvenil como primera base, la dirección del equipo decidió pasarme para esa posición”.

Y ahí estuvo siempre, para el equipo y para su Trinidad, esa que lo haló sin complejos a sus series provinciales y sus clubes campeones; esa que lo tiene como un ídolo, aunque nunca le haya reconocido, como merece, con ninguno de sus títulos honoríficos. “Al vivir en Sancti Spíritus y jugar con Trinidad pasaba un poco de trabajo, pero nunca quise jugar con otro equipo. Jugaba igual cuando defendía a Trinidad o a los Gallos; lo hacía como si fuera por Cuba”.

Con él se va el penúltimo “sobreviviente” de la llamada generación de Holguín: la de una plata y cinco de bronce; todo menos el título. “Sí, me voy con esa deuda. Equipo había para eso, buena dirección, pero no sé qué faltaba, es increíble, cualquier cosa pasaba, una piedrecita en el camino… No creo en el maleficio y sigo pensando que un día llegará”.

Jugó y brilló entre estrellas, con su luz propia: “Imagínate, un equipo donde estaban Yulieski Gurriel, Frederich Cepeda, Eriel Sánchez; y era el segundo bate, que tenía la responsabilidad de llegar para que ellos me trajeran. Eso es una cosa muy grande y era difícil jugar. Algunos dicen de mis impulsadas, pero empujé casi 1 000, y eso que era segundo bate…”.

Como se quitó el traje ayer, tiene delante a muchachos que compartieron con él y ahora son sus pupilos. “Quiero seguir en lo que me gusta, ellos me ven como un ídolo, estamos enfocados, a ver si cojo un campeonato como entrenador”.

Se va un santo de la disciplina y un caballero del buen comportamiento. “Sí hubo momentos en que protesté cuando creía que un lanzamiento estaba fuera de la zona, pero sin falta de respeto, será por eso que nunca me botaron”.

Este es el Mendoza de dentro y también el de afuera. El que tiene a la familia como un pedestal donde lo arrullan su esposa Magdeyvis y sus hijos Samuel y Samir, que le sigue los pasos y, según asegura, “va a ser mejor que yo”. Es el Mendoza callado y auténtico que no atrajo, como merecía, muchos reflectores mediáticos, ni valoraciones justas, pero sí muchos admiradores: “Soy una gente de campo —me dijo alguna vez—, no somos como los de la ciudad que hablan más, se defienden más; me queda lo que dices del arique del FNTA, esa cosa del guajiro; no creo que sea tímido ni dormido, tal vez callado. Muchos me dicen que conecto un tubey con bases llenas y es como si no pasara nada. Le digo a la gente que sí lo siento, solo que por dentro”.

Mira la grabadora y el reloj. El sonido del Huelga lo revuelve, definitivamente. Sus ojos brillan de más y las palabras se entrecortan. Yunier Mendoza Alfonso se va. Deja una lección de compromiso y sentido de pertenencia. Lo saben quienes le vieron salir al terreno en la última campaña mientras su madre agonizaba antes de partir: “Ella estaba muy mal en los últimos días de vida, a veces no podía viajar con el equipo, ni podía entrenar. Iba al terreno dos, tres horas. Fue muy difícil… Ella grababa los juegos, mis turnos al bate y los guardaba en casetes cuando aquello. En medio de su gravedad oía la pelota a ver qué hacía…

“Me siento contento, en 25 años lo di todo para mi equipo, mi provincia; hay mucha gente que admira eso, he recibido mensajes de Cuba entera, la gente no lo cree, por eso de que terminé tan bien el año pasado, pero es bonito saber que te quieren, quiero que me recuerden como siempre he sido yo: disciplinado luchador”.  

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

Comentario

  1. Excelente artículo.

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