En los ojos de Samira Cabrera Nápoles cuelga el asombro. Sucede siempre que descubre cómo se le devuelve la vida a los antiguos objetos que se resguardan como verdaderos tesoros en el Museo Provincial de Historia. Sus manos, junto a las de varios de sus amigos los han salvado del inevitable paso del tiempo.
“Cosimos la vaina que perteneció a un mambí, limpiamos un sable, leemos”, cuenta con la timidez propia de una casi adolescente.
Ella y otros 10 alumnos de la Escuela Especial Frank País, de la ciudad del Yayabo, asisten todos los jueves en la mañana a la institución de color azul y grandes ventanales, ubicada frente al parque Serafín Sánchez Valdivia. Integran un círculo de interés que los educa en temas de conservación e historia.
“Los orígenes de este espacio se encuentran en la filial espirituana de la Sociedad Cultural José Martí, donde desde hace algunos años se tiene experiencia de trabajar con alumnos con necesidades educativas —refiere Fidel Díaz, especialista de la institución—. Entonces, laboramos con todo lo relacionado con los textiles, pero ahora ampliamos los tópicos porque contamos con diversas colecciones que van desde armas, objetos, artes plásticas, decorativas, numismática…
“Lo primero es que dialogamos mucho para tener en cuenta sus opiniones sobre lo que les presentamos, los enseñamos a utilizar nuestros instrumentos de trabajo y, sobre todo, fomentamos el amor por el arte”.
De esa forma se logra un binomio esencial para el sistema de educación y que no siempre muestra relaciones sólidas en Sancti Spíritus: los vínculos museo-escuela. Esas instituciones deberían constituir áreas anexas vitales en todos los procesos de enseñanza.
“Específicamente, estos once estudiantes están incorporados a los talleres de producción —explica Danis Acosta Hernández, educadora desde hace más de 40 años en la escuela yayabera—. Han aprendido mucho y esos saberes les serán muy útiles para cuando se inserten en el mundo laboral. Pero sobre todo los resultados son porque se sienten motivados por el especialista Fidel, quien inició los vínculos con nuestro centro cuando laboraba en la Casa de la Guayabera.
“No solo aprenden de conservación y restauración y despiertan el amor por el oficio que en un futuro podrán realizar, sino que culminan cada encuentro con una lectura escogida por ellos. Fidel, de acuerdo a las características de los mismos, todos con discapacidad intelectual, les hace preguntas y así los ayuda a interpretar”.
Bien lo sabe Luis Ángel Cruz Betancourt, alumno de séptimo grado, quien habla con mucha fluidez sobre una de las tantas cartas enviadas por José Martí a su amigo Serafín Sánchez Valdivia.
“Aprendemos de Historia. Pero lo más importante es que al restaurar una pieza nos preparamos, por ejemplo, para conocer más sobre artesanía. También ayudamos al museo para que no cojan moho sus objetos y otros niños disfruten de sus colecciones”.
Recientemente, el resto del alumnado y el claustro de la Escuela Especial Frank País interactuaron con los resultados de conservación de los integrantes del círculo de interés. Su área expositiva en el Festival de Actividades Laborales se robó las atenciones de quienes asistieron.
“En el Museo Provincial de Historia contamos con el programa Sin barreras, a fin de incluir a todos los sectores poblacionales. Al revisar las estadísticas de visitantes en el primer trimestre de 2023 conocimos que solo el 1.6 por ciento de quienes habían ido a la institución eran estudiantes del sistema de enseñanza especial. Hoy la realidad es otra ya que hemos logrado que sumen a sus familias. Ahora queremos integrar a la experiencia del círculo de interés a estudiantes ciegos y débiles visuales con quienes el trabajo es diferente porque tenemos que lograr que construyan en sus mentes la imagen de nuestras colecciones a través de las charlas.
“Nuestra aspiración es que, tanto los menores de edad como sus maestros y tutores, aprendan de dónde vienen y hacia dónde van, que es al final lo que nos permite la ciencia de la Historia. Además, que, independientemente del oficio o labor que realicen, amen el trabajo como sustento vital para subsistir y que conozcan del uso de herramientas y productos. Todo ello gracias al amor que sientan por la cultura”.
Son esas las premisas que convocan cada jueves a quienes se sueñan, con alegría y entusiasmo, futuros guardianes de nuestro patrimonio.
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