Boxeo en París 2024: Alejandro venció alto y claro (+fotos y video)

El espirituano logró avanzar en los Juegos Olímpicos de París 2024, tras un éxito rotundo en su primera presentación

Claro volverá a escalar al ring el próximo dos de agosto, ya en cuartos de final. (Fotos: JIT).

Una convincente victoria logró este martes el boxeador espirituano Alejandro Claro Fiss en su debut olímpico en París 2024 al disponer 5-0 ante el subcampeón panamericano de Santiago de Chile 2023, el brasileño Michael Douglas da Silva, en la división de los 51 kilogramos.

Para llevarse la votación unánime de los jueces, el sierpense, bronce mundial, se impuso con golpes más efectivos, muchos de ellos de riposta.

Mi primer sueño era llegar a este evento, y ya lo cumplí. Ahora vamos en busca de esa medalla de oro por la que tanto hemos trabajado.  Nos conocemos, porque hemos compartido bases de entrenamiento en Cuba y en Francia, y me sentí muy bien en los sparrings que realizamos recientemente”, expresó Claro en declaraciones divulgadas por el sitio digital Jit.

Tras este triunfo en la fase de octavos de final, Claro, quien vive su primera experiencia en unos Juegos Olímpicos, volverá a escalar al ring el próximo dos de agosto, ya en cuartos de final ante el subtitular mundial en 2023 y bronce en 2019 y 2021 a ese propio nivel el francés Billal Bennama.

De superar a su difícil rival, quien estará además ante su público, el espirituano podría entrar en la ruta de las medallas con su acceso a semifinales, pero primero debe ganar.

Claro es uno de los cuatro boxeadores que le quedan a Cuba en Paris tras la derrota de Julio César La Cruz, en su primera presentación.

Para esta jornada está marcado el debut del bicampeón olímpico Arlen López en la división de 80 kilogramos ante el turco Kaan Aykutsun.

El otro que falta por debutar en Saidel Horta en los 57 kilogramos, mientras el también cienfueguero Erislandy Álvarez, quien ya está en la fase de cuartos de final tras ganar sus dos primeros pleitos de los 63.5 kilogramos.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

Comentario

  1. Cúcara Mácara

    Me enorgullece mucho ver a mis compatriotas representando a la Patria en los Juegos Olímpicos. Causa admiración cómo una isla tan chiquita puede encabezar el ranking de los países latinoamericanos con más medallas olímpicas, incluso superando a países ricos, del llamado Primer Mundo, con mucha mayor población, algunos de los cuales jamás han visto a sus representantes premiados sobre el podio. El éxito olímpico de Cuba no es una cuestión genética, sino que dice mucho sobre el empeño individual de nuestros deportistas, quienes a veces saldando miles de limitaciones materiales, han entregado muchos años de su vida al deporte. Sin embargo, detrás de los éxitos olímpicos cubanos hay que estar ciego para no querer ver la enorme voluntad política del sistema de formación de atletas creado en Cuba después del triunfo de la Revolución y, en buena medida, por iniciativa de Fidel. Un sistema que promueve masivamente la práctica del deporte y que capta desde muy jóvenes a los talentos, para ofrecerle de manera gratuita el entrenamiento requerido, desde los primeros niveles, hasta los estudios superiores, a pesar de las carencias y el deterioro que han sufrido las instalaciones para la práctica del deporte en la isla. Por ello, como cubano me duele ver cómo naciones ricas roban talentos y promueven la deserción de atletas, así como de otra clase de personal cualificado. La emigración es un fenómeno histórico y Cuba no está exenta de ella. La aspiración de mejorar en la vida marchando a otras tierras es un acto respetable, vinculado a la libertad y decisión de cada individuo. Lo que no me parece digno es que alguien deserte, se preste para criticar al sistema en el que se formó y de la noche a la mañana cambie de nacionalidad, para representar a otra bandera en eventos internacionales. El caso de Enmanuel Reyes Pla en estas olimpiadas parisinas resulta esperpéntico, en especial cuando se le ve en el ring de boxeo saludando al público con los ademanes de un torero ibérico sobre el ruedo, donde el habanero se ha mostrado como la reencarnación misma de Palomo Linares o Paquirrín (al parecer esa es la única idea que tiene sobre ser español). Ojalá la gloria y el dinero le duren mucho porque en España, siendo cubano y negro, solo te consideran conciudadano mientras puedas aportar medallas, aunque lleves un pasaporte rojo en el bolsillo. Del caso de Fernando Dayán Jorge me da asco incluso hablar porque al parecer alguien en el Comité Olímpico internacional no conoce la definición de «refugiado», de acuerdo con el DD.II. Cuba está en su derecho de defenderse contra el robo de cerebros, talentos y músculos. No es justo que una nación pequeña invierta en la formación de esa clase de personal, para que luego vayan a parar a manos del mejor postor en el Norte global. La antídoto más eficaz contra el robo de talentos ya no es la cacería de brujas ni la restricción de libertades, sino incentivar el compromiso, la ética, la fidelidad y el sentido de pertenencia, como en los viejos tiempos. Nombres como Ana Fidelia, Juan Torena y Teófilo, el cubano que -con todos los errores que pudo haber cometido en vida- no cambió su dignidad por un millón de dólares. Por eso, me hizo sentir muy orgulloso ver por unos segundos a Stevenson en la gala de inauguración de las Olimpiadas de París, donde se le recordó dentro un collage de imágenes, entre los campeones olímpicos más premiados de todos los tiempos y nacionalidades. No hay mejor trofeo que alcanzar la inmortalidad, pero no a cualquier precio. Sin dejar de ser íntegro!

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