Entre unos bultos de papeles encima del frío buró caen las tres hojas perfectamente presilladas. No tienen espacio en blanco. A simple vista, saltan palabras como arquitectura, ciudad colonial, identidad… Tan rápido como ese acto, las paredes de la pequeña oficina de la sede del Gobierno Municipal de Sancti Spíritus se hacen eco de una defensa a ultranza del patrimonio yayabero.
“Imagínate mi reacción cuando supe que a un edificio con techo mudéjar le iban a tirar una placa y construir arriba. En aquellos papeles estaba toda la importancia de lo que querían echar por tierra. Cuando terminé de decírselo, me dice el señor que pretendía ejecutarlo: ‘¿Y entonces qué hacemos?’. A lo que respondí: Si no es suficiente con lo escrito y dicho, hay que trasplantarte el cerebro”.
Es María Antonieta Jiménez Margolles, Ñeñeca para el mundo, una de las centinelas más fieles de la ciudad de Sancti Spíritus. Sabe cada detalle de sus recodos, conoce muchas de sus historias y leyendas, reconoce con solo pasar cuándo mueven una piedra de sus viejas calles… Vive prácticamente para la villa que ha visto crecer en páginas de documentos amarillentos y en su día a día.
“Es una ciudad maravillosa, no es una más, como expresó el 6 de enero de 1959 el Comandante en Jefe Fidel Castro, porque es una ciudad excepcional y quienes residimos aquí nos caracterizamos por ser solidarios, hospitalarios, valientes y alegres. Esas particularidades no se encuentran de forma conjunta en ninguna otra parte”.
Con ADN auténticamente espirituano, Jiménez —con pies en Chorrera Brava, zona rural— y Margolles —con andar entre los vericuetos de la villa—, Ñeñeca, como antídoto a la inquietud propia de una niña que aprendió a leer a los cuatro años, recibió la guía de dos tíos apasionados por la historia.
“Fue por ellos que ya en tercer grado se me veía con un libro de Manuel Martínez-Moles bajo el brazo. Además, me enseñaban sobre nuestro pasado”.
Resultó ese el pasaporte para no dudar en matricular en la carrera de Historia en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV). Por ello, su nombre funge entre las egresadas de la primera graduación de esa licenciatura en la casa de altos estudios santaclareña.
“Para merecer el título me designaron como tema de tesis el boom azucarero en Sancti Spíritus, algo que me chocó un poco porque esta tierra era ganadera. Pero, con la guía de mi tutor Hernán Venegas Delgado, un experto en ese tópico, me puse en contacto con una significativa cantidad de documentos que me hicieron apasionarme por la investigación”.
Tanto es así, que nunca Ñeñeca, ni en el tiempo que viajaba hasta la UCLV para impartir clases, dejó a un lado las pesquisas. Ha escudriñado en muchos de los sostenes de la villa.
“En 1982, tuve a mi hija y ya no podía asumir la docencia tan lejos. Me ofrecieron, entonces, la plaza de investigadora del equipo técnico de Monumentos. Me dieron en la vena al gusto. Ahí seguí enamorándome de la ciudad de Sancti Spíritus”.
De esa relación que no tiene términos medios han nacido sus textos sobre edificaciones, aleros, casas, calles, plazas, plazuelas… Se le encuentra explicando sus detalles lo mismo entre un grupo de foráneos que intenta apropiarse de un fragmento de ciudad bajo la escueta sombra de una construcción que en un podio frente a un auditorio, en un aula o en Facebook. Ha sucedido así desde mucho antes de 2006, cuando recibió el nombramiento de Historiadora de la Ciudad.
“Una de las cosas más maravillosas de esta urbe hoy es un disgusto para muchos de los choferes modernos: el trazo irregular de sus calles, consecuencia de voluntades individuales y no de un trazado prestablecido como el de Cienfuegos, por ejemplo. Pero basta con caminarla para disfrutar de una verdadera maravilla”.
Bajo la mirada del Escudo de la Ciudad de Sancti Spíritus, reconocimiento que recibió hace años y decidió colgar en una de las paredes de su lugar preferido: el Centro de Documentación del Museo Provincial de Historia, transcurre este diálogo en que Ñeñeca no deja de sorprender por sus ocurrencias.
“Agradezco ostentar la distinción de Hija Ilustre de la ciudad, el reconocimiento de ser una de las autoras más leídas, según la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena, durante las celebraciones aquí de la Feria Internacional del Libro, el contar con la réplica del machete mambí de Máximo Gómez, el cual tiene un valor añadido por ser un hombre que para mí tiene un significado especial. No en vano fue el Generalísimo”.
Y, sin imaginarlo, en el momento en que conversamos ya el Gobierno Provincial había aprobado conferirle la réplica del machete del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia, uno de sus tantos anhelos, según confiesa.
“Si pienso así de Gómez, imagínate del paladín de las tres guerras, un espirituano de inmensa estatura moral”.
De ambos próceres, insiste, aprendió que el deber con los cubanos es prioridad. Tanto es así que, aún muy joven, no dudó cruzar prácticamente al otro lado del mundo para cumplir una misión especial: servir de traductora de inglés entre los internacionalistas cubanos y los etiopes.
“Trabajé directamente con los oficiales que impartían clases. Fue una labor compleja porque se hacían muchas traducciones al día, pero fue una experiencia única. Descubrí un país de muchos contrastes porque las montañas son inmensas, los ríos muy profundos, por el día un calor insoportable y por la noche un frío peor.
“Su población nos acogió con los brazos abiertos. Personas con dignidad que sorprendían. Siempre recuerdo que el café que nos preparaban tenía un sabor único”.
¿Qué lecciones de vida le dejó la misión en Etiopía?
“Mis vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Sus combatientes allí venían, en su mayoría, de la lucha por la libertad de Cuba, principalmente de origen campesino, por lo que eran naturales, campechanos. Nos dieron una atención especial a las mujeres porque no siempre tuvimos las mejores condiciones logísticas”.
A Sancti Spíritus regresó con esas experiencias y las conserva entre sus más preciados recuerdos. Incluso, han sido en más de una ocasión pretexto para los diálogos que entabla con quienes cruzan el umbral del Museo Provincial de Historia.
“Me jubilé en la Oficina del Conservador de la Ciudad de Sancti Spíritus, el 31 de enero de 2022, y al otro día me reincorporé aquí en una de las plazas de especialista, no por el dinero, sino porque sigo vinculada a las investigaciones. Aquí todo está muy organizado y se resguarda una cantidad inmensa de bienes del patrimonio. El pueblo lo reconoce como un centro de obligada visita. Además, me paso el mayor tiempo en su Centro de Documentación, desde donde tengo la mejor de las vistas: su patio con sus techos espirituanos”
¿Hasta cuándo estará de pie por la añeja villa?
“Trabajo al lado de la Biblioteca Provincial, a menos de una cuadra del Archivo y entre las casas antiguas del Centro Histórico y eso me mantiene con fuerzas y feliz. Así que mientras tenga salud y la mente me funcione estaré porque no quiero andar por ahí babeándome. Espero que eso sea pasado un buen tramo después de los 80 años”.
Quienes las conocemos sabemos que sucederá así porque, junto a su hija Catalina y su nieta Ana Brenda, la cuarta villa, con sus luces y sombras, le roba pasiones y desvelos.
María Antonieta simplenente Ñeñeca es amiga mìa desde hace muchos años, compañera del Pre, admirable por su inteligencia, tenacidad y dedicación a su trabajadora incansable, defensora del patrimonio espirituano a toda prueba. Mi felicitación para ella.