Clara Girao Ordaz: El rodeo provoca en mí una pasión sin límites (+fotos)

Lo confiesa la exatleta del rodeo como barrilera y fundadora de la primera escaramuza surgida en Cuba con la cual representó a la isla en tierras mexicanas. Esposa y madre de dos grandes vaqueros espirituanos

Junto a su hijo Vladimir, orgullo del rodeo en la tierra del Yayabo. (Fotos: Xiomara Alsina/Escambray).

Con sus 64 años a cuestas, todavía es capaz de subirse a un caballo y salir a rastrear los terneros y las vacas en medio de los potreros. Eso lo aprendió de niña, cuando en su natal Consolación del Sur, en Pinar del Río, andaba por el campo sobre el lomo de una bestia, algo que llegó a convertirse en una pasión.

“Vengo de una familia ganadera”, dice con orgullo Clara Girao Ordaz, quien desde niña se inició en el rodeo, gracias al empeño de su padre, que por aquel entonces era el director del equipo pinareño y con 12 años la incluyó en la nómina para realizar carreras entre barriles, aunque atada al rodeo lleva toda su vida. Ni siquiera la entrada al tecnológico Rubén Martínez Villena, de la capital del país, limitó sus ansias de ser barrilera; una nueva etapa como atleta se iniciaba entonces.

“Yo paraba en la casa de Berto Reina, el entonces director nacional de Rodeo, allí conocí a su hija y a otros amantes de ese deporte ganadero residentes en Santiago de las Vegas. Así transité mis primeros años en Rancho Boyeros, a la que considero mi casa vaquera, hasta que, en el año 1976, tras la visita de unos mexicanos a la feria de La Habana —los cuales llegaron acompañados de una escaramuza—, aparece la idea de conformar un elenco similar en Cuba, que contó con el apoyo de Guillermo Hernández Morone (Memo), quien representaba al país azteca.

“Vengo de una familia ganadera”, dice con orgullo Clara Girao Ordaz, quien desde niña se inició en el rodeo.

“Fue así que surge la primera escaramuza de la isla, integrada por ocho muchachas, que fueron anteriormente barrileras. Comenzamos a prepararnos y a presentarnos en diferentes eventos de rodeo. Con esa escaramuza representamos al país en un evento internacional desarrollado en México, en el cual tuvimos la oportunidad de trabajar en varios estados como Guadalajara, el Distrito Federal, Aguas Calientes, Torrión y otros, siempre con muy buena aceptación”.

Mientras habla sus ojos brillan por la emoción de revivir momentos de gran valía no solo como atleta del rodeo, sino como mujer. Fue allí, en el mismo recinto expositivo de Rancho Boyeros, donde conoció a Luis Quintero, su compañero de equipo y de vida, el hombre al que ha seguido de muy cerca en las buenas y en las malas, que la trajo a esta tierra espirituana, de donde no ha podido desprenderse jamás.

¿Trabajó también el rodeo en Sancti Spíritus?

Sería el año 1989 cuando organizamos una escaramuza en Sancti Spíritus, la cual surgió, igualmente, con el apoyo de Memo. Recuerdo que había visitado la feria espirituana con una escaramuza de Río Verde, San Luis y Potosí, en México y fue gracias a este apasionado del rodeo, quien en su país era charro completo y provenía de una familia vaquera, que pudimos organizar nuestro elenco, tras su presentación y la realización de algunos donativos como las monturas que usan las escaramuzas.

Igual se recibieron vestidos rancheros, atuendos de colores vivos y adornos, desde los aretes hasta el moño del pelo y los arreos de cada animal. Entonces es que nació nuestra escaramuza Orquídeas del Yayabo. En ese grupo entraron Raiza Jiménez y Nicolás Castro, que era nuestro entrenador, además de varias muchachas, ocho en total, y comenzamos a practicar rigurosamente y a presentarnos en muchas pistas del país. Quedamos campeonas varias veces.

¿Hay muchas escaramuzas en Cuba?

Hubo un tiempo en que fueron surgiendo varias, ahora conozco la de Sancti Spíritus que se llama Renacer y la mixta de la localidad de Itabo, compuesta por jóvenes (hembras y varones); en La Habana existían dos, no sé si permanecerán activas.

“Fue en Rancho Boyeros donde conocí a Luis, mi compañero de equipo y de vida, el hombre al que he seguido de cerca en las buenas y en las malas”, confiesa Clara.

¿Cuál es el secreto de una buena escaramuza?

La disciplina, la concentración y la valentía a la hora de asumir el aprendizaje y de desarrollarse en la pista, pues se trata de ejercicios muy precisos, que demandan de exactitud y confianza a la hora de realizarlos, pero, sobre todo, hace falta mantener una socialización bien profunda entre el atleta y el caballo, porque esa es la seguridad.

¿En qué se basa el éxito?

Curiosamente, en los inicios de cada ejercicio que se comienza a pie, en medio de la pista, porque es donde se adquiere vista y se busca referencia para saber con exactitud en qué lugar y momento se realiza el giro. Es como buscar marcaciones visuales dentro de la pista y eso lo aplicas cuando estás entrenando con el animal, algo que resulta muy difícil. En México, por ejemplo, los caballos de las escaramuzas son solo para eso; sin embargo, a veces se hace complejo disponer de bestias propias para asumir este tipo de preparación.

Por suerte, hubo una época en la que las espirituanas fuimos privilegiadas y pudimos contar con un grupo de equinos que nos sirvieron para la escaramuza, pero llegó el momento en que algunas usaban otros que eran de los vaqueros y tenían que trabajar en varios números dentro del rodeo, por lo que era complicado utilizar un caballo que primero salía detrás de un ternero y luego desarrollaba un ejercicio artístico.

¿Recuerda algún momento significativo como escaramuza? 

Sí, cuando se nos ocurrió utilizar todos los caballos blancos, algunos los conseguimos aquí, pero otros eran de Manicaragua, por suerte casi siempre coincidíamos con atletas de esa zona en los eventos de rodeo, y Filiberto García y sus vaqueros nos apoyaron en ese empeño. Fue muy bonito, porque el espectáculo artístico que hacíamos llevaba uniformidad y colorido, además de la rigurosa preparación y concentración para no fallar, algo que el público agradecía con sus aplausos.

¿Cómo es la Clara que guía a esta familia vaquera?

Obsesiva, llena de miedos y a la vez de confianza en mis dos vaqueros, mi esposo Luis y mi hijo Vladimir, pero serán tres, porque Juan Luis, el pequeño nieto, es la continuidad. Con él pasa lo mismo que con mi hijo, que siempre nos acompañó a los eventos y aún siendo pequeñito se montaba en un caballo con un lazo en la mano.

Recuerdo que en ocasiones lo dejaba con algún vecino para que no perdiera tantas clases, mientras nosotros estábamos en alguna feria, pero fuera de ese instante él andaba para todas partes con nosotros, quizás por eso es un gran vaquero.

¿Todavía los sigue a donde van con el rodeo?

Si yo no estoy, porque alguien debe quedarse en casa atendiendo los animales, ahí está Dios que los cuida y las redes sociales que me acercan a ellos en cualquier parte. Gracias a las transmisiones en vivo puedo ver las montas de toros de Vladimir, el coleo o cualquier otro de los números que realiza.

Pero también lo llamo, lo regaño cuando hace algo indebido y me pongo muy mal. Hace un tiempo, tanto él como el resto del equipo estuvieron con dificultades, pero este año se llamaron a capítulo y concluyeron con excelentes resultados, lo cual demuestra que cuando estás en medio de un evento hay que darlo todo con el cuerpo y con el corazón.

Xiomara Alsina

Texto de Xiomara Alsina
Reportera de Escambray por más de dos décadas. Especializada en temas socioeconómicos.

Comentario

  1. Durady Suarez

    Maravillosa entrevista a esos grande del rodeo cubano , Claro maravillosa persona ,madre, esposa , abuela, que puedo decir una historia muy hermosa.

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