Cuando no se desconectó el alma de los cubanos

En días difíciles, se pone a prueba la capacidad de un pueblo y su voluntad de salir adelante. Así lo demostraron los espirituanos en medio de la contingencia energética que enfrentó el país durante los últimos días

Durante días, ingenieros, técnicos, linieros, directivos desarrollaron una labor titánica.

Con su casa apagada y tres ancianos octogenarios, Maritza Fernández Díaz lo pensó una vez. Se fue hasta la sede del Comité Provincial del Partido. “Idalsis y Aymara me atendieron con mucha dulzura y mucho cariño —lo cuenta casi ahogada por el llanto—. Me mandaron comida gratis y me autorizaron el gas. Por las redes han dicho muchas cosas feas, pero también tenemos que decir todas las cosas bonitas que pasaron”.

El de Maritza no es un caso aislado en estos días en que Cuba vivió entre penumbras, tensiones y zozobra, desde que el Ministerio de Energía y Minas publicara en X una nota tenebrosa, el pasado viernes 18 de octubre: “Tras la salida imprevista de la CTE Antonio Guiteras, a las 11 de mañana de hoy se produjo la desconexión total del Sistema Electroenergético Nacional. La Unión Eléctrica trabaja en su establecimiento”.

Se apagó la luz, la eléctrica, mas no la del alma de los cubanos. Se encendieron las redes, las sociales: “Cuba cae en caos total. Estado de emergencia”, “Se apagó la Revolución, caos en el sistema”, serían directas y titulares recurrentes.

MOMENTOS DE SHOCK

“Nos quedamos en cero —comenta Yoanny Acosta Solenzar, director de la Empresa Eléctrica provincial, quien pocos minutos después confirmara a la radio local la noticia que el canal de Telegram anunciara a sus usuarios—. Es lo más crítico que puede pasar en cualquier país del mundo, en un sistema de generación de electricidad que se caiga, que colapse. Eso lo vivimos, lo sufrimos mucho más por las condiciones de ese momento: una generación muy deprimida y a la que le faltan muchas cosas por dar mantenimiento, muchas unidades fuera de servicio, una generación que no hay combustible para sostenerla”.

Difícil y tenso para los cubanos, en medio de un escenario económico complejo. Y hubo desconcierto, shock, desaliento.  “En el impacto inicial las personas se estremecieron y se dijeron: ¿qué va a pasar?”, reconoce la miembro del Comité Central del Partido y primera secretaria de la organización política en la provincia Deivy Pérez Martín.

Las noticias, difundidas como se pudo: por las redes, casi colapsadas también por la lógica mala conexión de la telefonía, por los medios y de boca en boca, nunca fueron más tétricas: apagón total y sin hora fija para restablecer. Pero, como Cuba no entiende de lamentos, se repuso en milésimas de segundos. “¿Qué pasó? lo que nos tiene caracterizado nuestro pueblo —se responde Deivy Pérez Martín, presidenta del Consejo de Defensa Provincial, ya activado. Nos cambió la vida a todos. Pero ante esta situación nos organizamos, nos crecimos y la vida continuó”.

Continuó a la manera en que lo hacen los cubanos, curtidos en eso de pasar momentos duros. Con 83 años y un montón de achaques a cuestas, Dolores Castillo, Lolo para los vecinos del edificio 26 de Olivos II, atiza los carbones en la hornilla improvisada en los bajos del inmueble. “Tengo que estirar el poco gas que me queda y con el carbón este congrí queda más rico, lo que sí no se puede es dejar de comer”. “Eso es resistencia creativa”, la animo. Y desde las manos se lleva el tizne hasta el rostro: “¡Esto es Patria o Muerte, mi’ja!”.

La alternativa se multiplicó. Allí donde se pudo encontrar o se repartió como en Cabaiguán casi una lata por casa, se cocinó con carbón. También con leña, con charamuscas, con luz brillante, con alcohol… También con la solidaridad de quienes prestaron sus cocinas, su alma, una práctica que crece silvestre y espontánea en esta tierra. Y así en esquinas citadinas, edificios, barrios, calles, campos, centros de trabajo se activaron los fogones colectivos. Nunca antes la caldosa rindió tanto para llenar estómagos a quienes no encontraron a mano la alternativa a sus cocinas eléctricas, como en Managuaco, donde se hicieron dos calderones bajo la lluvia. Mientras, para los trabajadores eléctricos cubanos, comenzaron los días más largos del mundo.

ISLAS, MICROISLAS, DESCONEXIONES…

Cuando la noche del viernes asomaba sus primeras tinieblas, le nacieron a Sancti Spíritus las primeras luces. Durante horas, ingenieros, técnicos, linieros, directivos iniciaron una labor titánica. “Para todos fue muy duro, los linieros en sus carros con muchas manipulaciones lograron hacer los diferentes microsistemas para darles servicio a los puntos vitales de la salud, los abastos de agua, algunos centros de elaborar alimentos”, explica Yoanny.

La energía local cobró protagonismo con las opciones que ofrece la generación distribuida de los emplazamientos del territorio.

Como sucedió en cada provincia ante tamaña emergencia, la energía local cobró protagonismo con las opciones que ofrece la generación distribuida de los emplazamientos del territorio, como la central generadora de electricidad con combustible fuel oil, se logró generar más de 25 MW. Con las “islas eléctricas”, aparecidas inicialmente en Sancti Spíritus, Trinidad y Cabaiguán, crecieron los tentáculos de la solidaridad. Con la luz a los hospitales, se beneficiaron clientes que multiplicaron la suya, al igual que los centros alumbrados. Donde quiera que hubo un tomacorriente energizado se “enganchó” un celular, una planta, un convertidor, una laptop, un radio, una lámpara. Se abrieron puertas y ventanas para alumbrar a distancia, para enfriar un vaso de agua, calentar el bocado del día o instalar un aerosol para mejorar la tos a un niño de cinco años en medio de la oscuridad.

¿La convocatoria? La del corazón, que se visibilizó en carteles escritos a mano o publicados en redes, donde muchos ofrecieron lo que tenían y hasta lo que no, por esa cubanidad que no suele desconectarse nunca. “El pueblo fue el principal protagonista —comenta Deivy Pérez Martín—, se caracterizó por la disciplina, la organización, el respeto, la sensibilidad. La afectación fue muy grande en tiempos en que estamos claros de las complejidades que se viven: carencias de productos de primera necesidad, altos precios, limitaciones para un grupo de actividades de servicio, y ante eso enfrentamos esta situación. Se han visto muchas actitudes de las personas que nos han impresionado”.

Aunque es lo que más disfruta, Katia Álvarez decidió no encender su split en medio de la madrugada del sábado cuando se encendieron, inesperadamente, sus luces. Apenas dejó una para adelantar el almuerzo. “¿Será conciencia ciudadana?”, se preguntó y Julio, que también tuvo las tres horas de “alumbrón” que muchos aplaudieron, asintió.

Mas, cuando las islas comenzaban a iluminar la esperanza, las noticias, las malas, comenzaron a agolparse. En pocas horas, 48 quizás, el sistema electroenergético se desconectó cuatro veces y, con él, los microsistemas. Mucho más se activó el desvelo de los eléctricos, los directivos, la gente.

Parada en su balcón a las cinco de la mañana, Tania Pérez no vio las estrellas que ciertamente alumbraban. Se bebió las lágrimas y se las secó al instante: “No puedo permitir que mi mamá, ni mis hijos, ni mis nietos me vean llorando”. Entonces agarró la jaba y partió a la Feria Agropecuaria, una de las opciones que se mantuvo el fin de semana, tanto como los puntos de venta de muchos actores privados para facilitar la comida de la gente.

En el despacho de la Empresa Eléctrica espirituana, los teléfonos estuvieron a punto de colapsar, por la insistencia lógica de quien quería saber lo que pasaba o cuándo tendría sus tres horas de luz. Hubo quienes, en el desespero, desahogaron su incertidumbre, mucho más desde Fomento, un municipio que, por su dependencia eléctrica de Villa Clara, rondó las 80 horas sin servicio y sobrevivió a base de grupos electrógenos.

“Es digno de reconocer a los especialistas del despacho con el director técnico al frente —refiere Yoanny—; no se durmió, tratando, de conjunto con el despacho nacional de carga, de ir buscando las variantes para dar servicio y recuperar los microsistemas, el sistema”.

SE HACE LA LUZ…GRADUALMENTE

Mientras las redes, las sociales, activaban su “arsenal de guerra”, con llamados a la rebelión y a tomar las calles, en Cuba se energizaron aún más las soluciones, al mismo tiempo que Oscar entraba al oriente del país con sus lluvias copiosas y sus vientos de huracán.

Algunos ciertamente salieron y cometieron actos vandálicos y conductas indecentes como lo reconociera el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Pero los más, las “tomaron” para mitigar el impacto de un apagón duradero y complicado. 

Con los microsistemas nacionales y las microislas locales, Sancti Spíritus siguió en su rutina en emergencia: “Vimos a muchos escribiendo historias de vida —relata Pérez Martín—, vimos a los más jóvenes haciendo proezas en el servicio comunitario, el Comercio, la Gastronomía, las unidades de alojamiento, del turismo vendieron comida en diferentes formatos como las unidades productoras de la agricultura, que también hicieron donaciones al igual que muchas formas de gestión no estatal para garantizar la atención a familias más vulnerables. Los trabajadores sociales, que llegaron hasta casas de personas que están solas y no están rodeadas de ese afecto familiar y así lo hicieron los vecinos que ayudaron en hogares de ancianos. Se montaron más de 70 puntos móviles de información y visionaje, donde había un grupo electrógeno, se pusieron televisores, se cargaron plantas eléctricas y después la gente compartía su energía”.

En medio del estrés hubo calma para garantizar la vitalidad, las ambulancias, aun desvencijadas, salvaron vidas como los hospitales donde también nacieron niños, se hizo el pan repartido a deshora, la escueta canasta básica se entregó, así como la tropa del gas licuado, atrapada por días en Cienfuegos, pudo cargar y aliviar las cocinas.

Mientras, Cuba remendaba entre apuros sus vetustas termoeléctricas, activaba sus plantas de Energás. A como se podía, las tres o cuatro horas de alumbrón se rotaban entre los más de 90 circuitos espirituanos. En la tarde del martes 22 de octubre una noticia electrizaba otra vez al país. “A las 2:44 p.m. quedó sincronizado el Sistema Electroenergético Nacional”.

Horas después un titular “raro” traía la calma: “Sancti Spíritus retoma las afectaciones al servicio por horarios”. Se trataba de regresar a la “normalidad anormal”, a la práctica que hace ya meses distribuye los apagones por horas en dos bloques y que nos ha obligado a organizar la vida cotidiana.

EPÍLOGO

Ernesto Cancio carga la nevera que llevó para casa de su amigo en Colón para evitar que se echaran a perder productos como a algunos de sus vecinos; Belinda Romero trae en sacos lo que pudo resguardar en casa de su sobrina; Bertha Soto apaga su chismosa y arma sus bártulos: “Esto va para Guantánamo, esa gente sí están jodíos”.

“Hay que agradecerle al pueblo porque de forma general hubo entendimiento, calma en medio de la espera y hubo confianza”, considera el director de la Empresa Eléctrica”.

“La gente se creció, el pueblo puso a capacidad el concepto de resistencia creativa: ¿Qué yo tengo?, ¿cómo lo transformo?, ¿cómo lo comparto? Afloraron valores, nos despojamos de esas miserias humanas, de esas actitudes que tratan de desalentar, desmotivar, desunir; y florecieron la sensibilidad, la solidaridad, el respeto, la unidad, que es lo que nos ha hecho tan grandes y nos mantiene en pie”, sentencia finalmente Deivy Pérez Martín.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

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