Dólares: ¿el plato fuerte de la Agricultura?

De un tiempo a esta fecha, se habla sobre compra de insumos en dólares estadounidenses por parte de los campesinos, tanto en tiendas estatales habilitadas para ese fin como en el mercado informal

“Acláreme algo, periodista: si los guajiros están comprando en ‘fulas’ sus recursos, ¿a cómo compraremos la ‘jama’ ahora?”. Disparada a quemarropa y con una jerga traducible a lo cubano, la pregunta del transeúnte, hecha en pleno bulevar —donde no se cultivan más que plantas ornamentales—, se las trae.

Sin tener a mano calculadoras ni fichas de costo, no arriesgo la respuesta, aunque entiendo la justeza de la preocupación, compartida por no pocos espirituanos y cubanos, en general. Es que de un tiempo a esta fecha se habla sobre compra de insumos en dólares estadounidenses por parte de los campesinos, tanto en tiendas estatales habilitadas para ese fin como en el mercado informal, a partir de las importaciones del sector privado y de personas naturales. Hablamos de combustible, fertilizantes, productos químicos, maquinaria, implementos…

Con aquel caro encargo de la cuestionadora interrogante en divisas, Escambray intenta responderla en moneda nacional. Y pone sobre la mesa no justamente la comida, que es, en definitiva, lo que hace falta, sino algunas aristas que le ayuden a sacar más cuentas para estirar magros salarios u otros ingresos posibles. La inquietud no solo se cosecha en el campo; ha salido el proceso asambleario de la ANAP y hasta en la contratación agrícola, donde se deciden, en papeles, los destinos de la alimentación para el año próximo.

En el Pleno Extraordinario del Comité Provincial del Partido de septiembre último, Isbel Reina, máximo dirigente partidista en el municipio de Sancti Spíritus, lo abordó con meridiana claridad. “Tenemos productores líderes, cuyo principal compromiso es con el Estado, a quienes podíamos darles un poquito de combustible a 14 o 17 pesos el litro, pero hoy estamos sacando la cuenta con 320 (así se comportaba el cambio en ese momento). Quien cultiva hace lo que sea por tratar de obtener el resultado productivo para el cual ha invertido. Lo hemos trabajado y es una distorsión que tenemos que resolver. Después que salimos del tema más formal y nos corremos para abajo de la mata, me dicen: ‘Además, traje la semilla o me la trajo un familiar de allá que me costó tantos dólares’. Al discutir el precio, se nos impone una dinámica muy fuerte”.

Se sabe que el país estudia un esquema para garantizar un nivel de divisas en la compra de algunos insumos y potenciar en Cuba la producción de determinados renglones y ahorrar importaciones. Ello genera expectativas, aunque, en cualquier caso, estaría destinado a los productores líderes, que en la provincia suman unos 40, pero el grueso de la masa —estimada en unos 25 000— seguiría a expensas de comprar en la calle el dólar, que ha incrementado su cotización por encima de los 330 pesos cubanos.

Y es esta la realidad que pesa. Héctor Domínguez Treto, director de la UEB integral de Logística, adjunta al Grupo Empresarial de Logística del Ministerio de la Agricultura (GELMA), confirmó que, a poco más de un mes de habilitarse la tienda de insumos agrícolas en divisas, se habían vendido más de 270 000 USD. “En los inicios venían 30 o 40 diariamente, ahora llegan 8 o 10, en dependencia del producto. Unos se llevan una tonelada; otros, un saco. A veces se unen y en una sola tarjeta ponen el dinero y viene uno y compra para todos. Lo que más ha salido son fertilizantes, como urea y NPK, herbicidas; también gomas y machetes, vendidos a más de dos dólares. Para algunos, ciertos productos son muy buenos, pero el precio está alto. Unos no se pueden vender a granel o por partes, como el rollo de malla (a 4.22 USD el metro y la malla trae 100)”.

Y retornamos al punto anterior. Quienes más acceden son los líderes. “Cuando el producto llega en cantidades reducidas, informamos a la Delegación para que los destine a la producción comprometida. La fórmula es dura, pero para muchos productores es mejor disponer de esos insumos, pese a su precio, pues peor es no tenerlos o adquirirlos en la calle donde son más costosos: los productos tienen buena aceptación, la venta es por tarjeta: Clásica, Mastercard, Visa y la 9240 de Bandec; vienen de toda la provincia y además de Villa Clara, Ciego de Ávila, Holguín. La tienda vende en MLC y moneda nacional. El plan de más de 12 millones de pesos cubanos mensuales casi siempre lo alcanzamos”, sostiene Domínguez Treto.

Volvamos a la pregunta del inicio. Es obvio: la divisa se agrega a la ficha de costo, no a la tasa de cambio oficial de uno por 124, sino a uno por 300 y más, como rige en el mercado informal. Y un productor que debe adquirir los fertilizantes y hasta las puntillas y las botas tiene que destinar dinero en efectivo, contante y sonante, del que no siempre dispone para la compra de dólares al tenerlo aprisionado en el banco o en las tarjetas magnéticas que, al final, es casi lo mismo, a causa de la bancarización y las cifras millonarias que aún quedan en las llamadas demandas insatisfechas.

Sobre tal arista, intenta aplacar tensiones Juan José Nazco González, delegado provincial de la Agricultura, a la pregunta de Escambray: Si no tienes divisa, ¿no puedes asumir la producción?

“La entrega de insumos está limitada; pero, por ejemplo, el tabaco los tiene garantizados, dado su esquema de financiamiento; ahora entraron pequeñas cantidades de urea y fórmula, en moneda nacional, y se han priorizado los lugares con mejores condiciones y con cultivos que contratamos. La variante en divisas es para el que pueda acceder y la piden los productores. Pero la decisión es no subirle el precio a nada. Se ha evaluado con ellos que, aunque sea caro, al ser productos buenos, dan más rendimiento y eso puede compensar”.

Mas, nadie produce para perder. Si añadimos a los revendedores, que multiplican por tres o más el precio de venta a pie de surco, habrá motivos para la zozobra financiera a la hora de comer, pues, además de ser mayoría en la comercialización, a estos no se les ha podido “enlazar” desde los precios controlados, ni en los puntos de venta que bajo el manto de la Agricultura Urbana no acabamos de ordenar, ni en carretilla o bulticos tirados en las esquinas.

¿Hasta dónde el Estado puede evitar que la compra de insumos en dólares trasiegue hasta el bolsillo de la gente de a pie? No parece tener muchas vías. Una: no se puede garantizar casi nada por la canalita. A juicio de Pedro López Cabello, subdelegado general de la Agricultura, en el proceso de contratación “lo único que puede garantizar el Estado es la tierra”, lo cual sería suficiente si esta pariera sola. Y otra, aunque este proceso, según López Cabello, “supera a otros en organización, realismo y objetividad, pues se ha atemperado a las condiciones concretas de cada productor”, es iluso predecir si el arroz subirá a más de 170 pesos la libra o una mano de plátano a más de 100.

Lo estampado en un papel —que, por cierto, aguanta cuanto le pongan y es práctica de años desviar de su cauce los compromisos escritos— no es garantía absoluta de que lo que se pacta respalde la demanda de los menguados encargos estatales. Ni siquiera porque se ha dispuesto la contratación del 80 por ciento de la producción (se estiman unas 300 000 toneladas), mientras el 20 restante es para autoconsumo o necesidades propias de los productores, de acuerdo con Leonel Valdivia, al frente de la comercialización en la Delegación Provincial de la Agricultura.

Y no es solo que hoy no pueden pactarse precios desestimulantes para quien invirtió mucho dinero en producir, es que el 80 por ciento tributa a muchos destinos, definidos en los comités de contratación de los gobiernos locales: Turismo, Frutas Selectas, consumos sociales, Acopio… Y entre tantos, este último, encargado de surtir los mercados estatales y organismos priorizados y que debe ser, en teoría, un contrapeso en los precios, está en franca desventaja en la competencia, pues solo contrata el 10 por ciento de la producción.

No son buenos los antecedentes de la contratación en un 2024 en el que el país ha tenido sobre barcos y fuera de estos la enjuta canasta familiar y eso agranda la necesidad de comprar la comida a lo que sea.

Lo sé. Aquel paisano volverá a increparme, sobre todo después de que una espirituana me enseñara una libra de tomate comprada a 600 pesos, más cara que la de cerdo. Aspiro que, al menos, con estas y otras variables, ambos, como yo, saquen sus cuentas y se respondan la interrogante en el bulevar o en la vereda más angosta.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

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