La memoria despertará nuevamente los disparos; aunque, en verdad, la desmemoria nunca silenció esos disparos, “urgentes disparos”, especificaría el poeta. Volverá otra mañana de la Santa Ana, y este 26 de julio, antes de que la madrugada ceda su tiempo al Sol, los espirituanos nos reencontraremos en nuestra plaza, donde nos aguarda el mayor de nuestros Generales, Serafín Sánchez.
Era el amigo de Martí, el paladín, cuyas palabras, huérfanas de resentimientos, ayudaron a curar el alma herida de los viejos caudillos, y a frenar el ímpetu excesivo y la soberbia galopante de quienes estaban a punto de enjaezar, por primera vez, los caballos en la guerra cercana. Guerra Necesaria, advertiría el Apóstol de la independencia.
Era el Maestro, cuya mejor lección llega hasta hoy: la unidad de un pueblo, construida con hilos invisibles, salva; se torna muralla, alta muralla frente a los intentos declarados de Washington de demoler la Revolución que nos quisimos dar.
El discípulo más aventajado de Martí, Fidel Castro, el joven abogado que empezó a dar pelea por Cuba desde su época de estudiante universitario y que tuvo la osadía de atacar —con un puñado de combatientes— el cuartel Moncada, guarida de más de un millar de efectivos militares, a cada instante nos alertaba sobre la importancia de cuidar la unidad como fino cristal.
Porque esa enseñanza la aprendimos de Fidel, el próximo 26 de Julio los espirituanos acudiremos a celebrar, junto a la máxima dirección política, del Estado y del Gobierno cubanos, el acto nacional conmemorativo por el aniversario 71 de la épica moncadista, previsto en la Plaza de la Revolución Mayor General Serafín Sánchez.
Acudiremos no para regodearnos en loas y avances, y sí para dejar por sentado que sabemos cuánto nos resta por hacer y cuánto más podemos hacer con lo que disponemos. Sancti Spíritus no es una isla independiente dentro del archipiélago cubano. Como el resto de las provincias, padece las secuelas de la lenta recuperación de la economía nacional, con irrefutable impacto en nuestro día a día, ejemplificada en los atrasos en la entrega de la canasta familiar normada, en los apagones eléctricos, que encienden la paciencia, tanto como la inflación y sus precios, que llevaron y mantienen en terapia nuestros bolsillos desde hace rato.
Afortunadamente, las autoridades partidistas, estatales y gubernamentales han diseccionado esa realidad y, en consecuencia, diseñaron, implementan y controlan, según el caso, las proyecciones gubernamentales para corregir distorsiones y reimpulsar la economía este año, en medio del hostigamiento económico, comercial y financiero de Estados Unidos.
Sin una pizca de ficción de por medio, esa bestial política sigue ahí, como el dinosaurio del minicuento del escritor Monterroso. Sin embargo, no solo continúa ahí. Peor todavía; se volvió más inhumana desde que en enero de 2021 el entonces presidente Donald Trump reinsertó a Cuba en la lista de estados que supuestamente patrocinan el terrorismo. Cuando el actual mandatario Joe Biden se vio frente al mismo documento, tomó la misma pluma que, quizás, dejó su antecesor sobre el mismo buró.
O sea, el gobernante demócrata mantuvo esa designación. Nada más parecido a una patente de corso en pleno siglo XXI, que ahuyenta a instituciones financieras a efectuar operaciones con la isla caribeña. En la práctica, ello se ha traducido en la suspensión de transferencias para la compra de alimentos, combustibles y medicamentos y otros bienes, cuyas consecuencias las hemos vivido las familias cubanas y las denunciaremos durante el festejo aquí del Día de la Rebeldía Nacional.
Mientras llega esa fecha, ante cada obra constructiva emprendida, ante cada empeño fijado para conmemorar la efeméride, seguiremos con la manga subida al codo, sin perder de vista la calidad, tan imprescindible y tan exigida por el propio Fidel en sus intervenciones, incluida la de 26 de julio de 1986, cuando Sancti Spíritus mereció por primera vez la sede del acto conmemorativo de la gesta moncadista.
Como en aquella oportunidad, el cercano día 26, retornaremos a la Plaza a reverenciar la historia, a celebrar la corajuda determinación de Fidel y de un grupo de jóvenes, entre ellos los espirituanos Reemberto Abad Alemán, Antonio Darío López y Ricardo Santana, de que la Revolución —iniciada bajo el tañido de las campanas en el ingenio Demajagua por decisión de Céspedes— renaciera entre las balas aquel amanecer de la Santa Ana.
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