Con 25 años, Nelson González Pérez se arrimó a la tierra para dar un giro en su horizonte laboral. Llegaba con las raíces campesinas de las Cejas de Pedro Barba, en Cabaiguán; también con lo aprendido en las vegas de tabaco que levantaba su abuelo. “Fue lo que vi desde niño, el campo siempre me ha gustado, disfruto esto que estoy haciendo”, revela a la sombra de un ranchón. Apenas comienza la mañana.
Nelsito, como le dicen todos, entró hace ocho años a las sitierías aledañas a la Autopista Nacional con una voluntad a prueba de sacrificio y herramientas que le han abonado el camino de productor. “Fui militar por vocación, estuve siete años en la Brigada Especial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); aprendí un mundo y disfruté todo ese tiempo, no hay nada como hacer lo que te gusta. Te forma, te da disciplina, te enseña valores, respeto y ética; hay escalones que, cuando los aprendes, dan resultados en la vida. Mucho de ese aprendizaje lo traje para el campo.
“Salí licenciado de las FAR con un expediente intachable, con mucho reconocimiento, una diversidad inmensa de propuestas de trabajo, opciones de coger para muchos lugares. Cuando dejé esa vida empecé en el campo, siempre me ha gustado también, porque tiene un futuro muy diverso”. Así resume Nelsito la primera página de su juventud, para luego entrar al surco de la agricultura como integrante de la Cooperativa de Créditos y Servicios Beremundo Paz.
¿Acaso escogió el trabajo más difícil entre tantas opciones?
El campo es muy sacrificado y exigente; para el que tiene un poquito de responsabilidad le es difícil, porque cuando llegan las seis de la tarde empiezas a mirar desde la orilla y sigues viendo más trabajo, entonces te duele dejar todas esas labores pendientes, por eso es sacrificado.
Lo principal que hago es el tabaco tapado, este año debo entregar entre 180 y 190 quintales, unas 10 toneladas; además, tengo ganadería y todos los cultivos varios, cada uno en su época, ahora el plátano lo mantengo escalonado y entregando todo el año. También contrato leche con un plan de 1 000 litros mensuales, estoy ordeñando siete vacas con un promedio entre 8 y 12 litros por animal.
¿Tenías recursos cuando inició el camino de productor?
Las tierras que podía adquirir estaban muy distantes de aquí, entonces empecé sembrando en esta zona ajo y cebolla a la cuarta y a la quinta partes. Es difícil empezar sin tierra, sin capital, sin nada de nada. Comencé de jefe de los cultivos, también era jornalero, fumigador, regador de agua; así fui creciendo. Salí bien el primer año porque le prestaba mucha atención a lo que hacía; al otro salí mejor, al otro mucho más, y fui progresando, creando capital, el campo lleva capital.
Luego adquirí tierras, ya no tenía que dar parte a nadie y me hice usufructuario hace cuatro años. Comencé a diversificar las producciones. Actualmente atiendo dos fincas, una parte de la tierra está en la Cooperativa Emilio R. Capestany, en total suman siete caballerías (alrededor de 90 hectáreas).
Un día me visitó un grupo de compañeros de la Agricultura interesados en ver las plantaciones, caminamos los cultivos; al regreso me dicen: “Si tú adquiriendo los insumos en el mercado negro, que te encarecen los costos, cumples los planes y tienes esa diversificación de cultivos varios, ¿qué pasa si nosotros te apoyamos un poco más?”. Entonces me propusieron pertenecer al grupo de productores que apoyan con recursos, pero con el compromiso de que las producciones tienen que ir para el Estado. Les dije: Eso no se piensa, doy el paso al frente.
¿Lo presiona ese compromiso?
El compromiso moral que tengo de entregarle todo al Estado pesa más que el papel, porque me apoyan, estoy incluido entre los nueve productores potenciados en la zona de la Autopista Nacional; a partir de ese apoyo he ido incrementando las producciones.
Me guío mucho por lo que hace Félix Álvarez, un campesino de experiencia, algo que a mí me falta; aunque logro buenos resultados en el tabaco y los cultivos varios, tengo mucho por aprender porque el campo es un enigma y el tabaco más. Se vuelve difícil, debido a que la naturaleza va cambiando y todos los años no son iguales.
Me inserté en la siembra del tabaco tapado cuando vine para esta finca donde hay una infraestructura montada de un productor que me pidió que trabajara con él; después salió del país y hablaron conmigo para que la atendiera, eché a andar estas instalaciones.
¿Cómo logra tan alto rendimiento de la capa?
Los rendimientos que tengo son muy buenos, estamos hablando de un 92 por ciento de capa de exportación —segundo productor en el país—, cuando la media de capa es entre un 45 y un 50 por ciento. Aquí los productores nos transmitimos los conocimientos, el problema que tenga uno alerta a los demás, nos visitamos, entre nosotros no hay competencia, si existe es sin maldad, vamos en constante evolución.
Cuando tienes un 50 por ciento de capa quiere decir que el rendimiento agrícola es súper bueno. A nosotros nos ponen un plan de 250 manojos del grupo uno por hectárea, tener ese por ciento de capa quiere decir que estás por encima de los 300, de los 400 manojos. El grupo Tabacuba recoge los quintales contra por ciento de capa, ahí está la eficiencia, la calidad de la hoja que es el objetivo del tabaco tapado para incrementar la exportación de los habanos.
¿Por qué apostar a la cura controlada?
Fue un proyecto que empezó hace dos años y en la provincia participamos tres productores: Yoandi Rodríguez, Anieski de la Cruz y yo. De los cinco equipos instalados le di la puesta en marcha a dos y ya hice tres curas controladas, son los primeros en la provincia y el país en arrancar. La cura controlada acorta el ciclo del secado, lo hago entre 24 y 30 días, por la vía tradicional demora entre 45 y 55 días.
El año pasado saqué un 77 por ciento de capa, ahora usando la tecnología subí al 92 por ciento. Tengo el ciclo completo, me es fácil trabajar todo el tabaco, lo cultivo, lo seco, lo proceso y de aquí va seleccionado a los torcidos según la clase. Para el funcionamiento de la tecnología usamos paneles solares y ahorramos combustible.
¿Qué exclusividad tiene la capa que entrega al torcido?
Ha salido de alta calidad, entrego directo a la alta gama del torcido cubano, la fábrica El Laguito, en La Habana; allí tuercen las vitolas más caras del mundo. El beneficio es para todos, para mí como productor y para el país porque aporta dinero cuando se exporta.
El año pasado obtuve un pequeño nivel de capa para esa fábrica de torcido, le garantizaba el trabajo de 15 días, pero este año ese por ciento ha sido mayor y le he garantizado el tabaco de aproximadamente tres meses. Es un reto fuerte, un compromiso grande, porque cuando hay escasez me llaman, me preguntan por la cosecha siguiente, me dicen: “Oye, no nos puede fallar”.
Me felicitaron porque el rendimiento en el torcido con el tabaco mío hacía 10 años que esa fábrica no lo tenía. Aprovechan el 96 por ciento de las hojas que les entrego; si te aprovechan el 80 por ciento de lo que tú aportas ya es bueno, de ahí para arriba es muy bien, ¡imagínate que con mi capa aprovechan el 96 por ciento!
Llegar a esa exquisitez da un excelente beneficio económico, además de lo que se siente en el plano personal, estoy aportando un granito de arena al país, que lo necesita, y estoy inyectando algo a la economía.
¿Qué experiencias tiene con la escogida en la propia finca?
La escogida particular tiene la lógica del mundo, porque nadie te va a cuidar el tabaco como el que lo cosecha. Empecé a buscar personas con mucha experiencia en ese trabajo, tengo en total 22 trabajadores, 16 son mujeres. Se sienten bien; los hombres se ocupan del proceso del tabaco adentro de las cámaras y las mujeres en el salón me llevan la selección, o sea, poner cada hoja donde va, un trabajo fino, pueden ganar entre 3 500 y 5 000 pesos semanales.
¿Cómo es el joven productor Nelson González?
Con esa diversidad de producciones y encargos me es difícil hacer funciones de productor físico en el terreno, me ocupa mucho atenderlo todo y buscar la logística para sostener el trabajo. En la temporada de tabaco llego a tener días de hasta150 obreros, fuera de ese período me mantengo con alrededor de 80; busco jornaleros con mi transporte en tres municipios, aquí el trabajo es fuerte, pero recompensado.
Soy una persona humilde, sencilla, la gente se imagina a Nelson como un tipo que mide 2 metros, que tiene 15 cadenas de oro en el cuello, y lo menos que piensan es encontrarse una persona en botas de goma. He estado sentado en lugares de Cabaiguán y al lado encontrar personas hablando de mí sin conocerme siquiera; a la finca vienen personas todos los días buscándome, me pasan por delante, dan la vuelta, hasta me dicen: “Socio, ¿dónde puedo ver a Nelsito?”.
Si le digo que mi economía es mala, le estoy diciendo mentira, es verdad que uno maneja cifras altas de dinero, pero todo sale del trabajo en la tierra; por ejemplo, las inversiones mías este año andan por los 23 millones de pesos. Que maneje mucho dinero no tiene que llevarte a que te sientas diferente a los demás.
Soy una persona hiperactiva, cuando tú quieras matarme, siéntame sin hacer nada, me cuesta trabajo estar en un lugar tranquilo. No me gusta dormir la mañana ni el mediodía. No soy productor de sombrero, ni monto caballo. Las producciones me han permitido comprar carro, maquinaria, piezas de repuesto y hacer inversiones para desarrollarme.
Aporto alimentos a los centros sociales sin que me lo pidan, lo hago a conciencia. Comenzando siempre la cosecha de algo mando comida al Hogar de Niños sin Amparo Familiar… Y no quiero que hagan un papel de que entregue alimentos, quiero sentirme bien conmigo.
Pienso como productor y en mi economía, pero hay que pensar un poquito más allá, que el país busque alternativas para desarrollarse; no mires para los lados, que si aquello funciona o, que si esto no anda bien, tú trata de aportar un granito de arena a la nación, a la sociedad y veremos qué pasa. No cambio mi país por ningún otro. La economía es necesaria, tampoco lo es todo, hay raíces que me halan mucho, te hablo de familia, de tradición, no estoy dispuesto a cambiar mi cultura por la del Primer Mundo, a mí me gustan el arroz y los frijoles.
Cualquier campesino cubano que tenga acceso a lo necesario para trabajar la agricultura y la ganadería tendría resultados similares al de este joven, en los sitierios de Cabaiguán hay miles con sobrada experiencia que hoy producen sin apoyo alguno. Con acceso a créditos y un mercado nacional que le ofrezca diversidad, calidad y precio Cuba se cubre de Oriente a Occidente de comida producida en el campo y sobraría para exportar.
Otro enigma es quien supervisa los trabajos en las calles?? Los de cespedes, de tienda Habana a la vizcaína si los van a dejar así, creo que no sería bueno para nadie.
Y lo mismo si dejan de tapar los huecos nen sobral, esquina Martí al lado de la unidad de apoyo a la cultura.
La palanca hace que se avance mucho tambien.