SIGLO XIX. Aseguran que los gemidos y cantos de los negros arrancados de su África natal espabilan a la joven villa que respira entre el mar y el monte. Se aferran a sobrevivir entre las paredes que después de días en el mar les dan abrigo. También escapa más de una maldición a los hombres blancos que los tiran como animales contra las paredes de piedras de la nave de ventanas con balaustres de hierro.
“Depositaban en el área que hoy se conoce como Cuartel de Dragones, de Trinidad, a los esclavos en una suerte de cuarentena para luego distribuirlos a sus dueños —cuenta Víctor Echenagusía Peña, especialista de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios—. Al declararse ilegal la trata negrera, quedó abandonado. Ese espacio resultó la semilla de lo utilizado por los ingenieros para proyectar de forma extraordinaria el conjunto que en 1844 se inauguró como Cuartel de Caballería, guarida del Escuadrón de los Lanceros del Rey”.
Vestíbulo, cuadra de la tropa, pabellones de oficiales, cuerpo de guardia, calabozos, cuartos de corrección y de sargento, habitación de mariscal, caballeriza, aljibe, lavaderas…; un flamante cuartel dignifica a la tercera villa de Cuba.
SIGLO XX. La construcción —calificada por la prensa trinitaria en 1857 como “magnífica fortaleza son sus baluartes revellines, reductos y aspilleras (…) coronada de un elegante templete”— cambia su objeto social para asumir un servicio de vital importancia para su época: Estación Ferroviaria de Trinidad.
“Comenzó a funcionar en 1919. Entre las modificaciones que sufrió estuvo la fractura del martillo derecho e izquierdo para que antes de la última nave cruzara la línea férrea. Pero conservó el resto de los espacios intactos, por lo que se podía realizar una lectura de los componentes de la antigua fortaleza, hito de nuestra historia arquitectónica y militar. Es hoy el único Cuartel de Dragones en el país y de los pocos en el Caribe hispano”, añade Echenagusía.
El transcurso del tiempo, las vibraciones del paso apresurado de los trenes y el poco mantenimiento a la construcción laceraron, poco a poco, la prestancia de la edificación.
1988. Con no pocas fracturas en sus cuatro naves perpendiculares, atravesadas por la línea férrea, como pérdida de techos, grietas en las paredes, ausencia de ventanas, fragmentos con peligro de derrumbe y un torreón desmembrado, plantaron bandera en su interior profesores y estudiantes de la Academia de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera. Fue la parada definitiva del peregrinaje de estudiantes y profesores de la Enseñanza Artística por cuanto espacio vacío encontraban en la urbe. En la historia de su antecesora, la Escuela Elemental de Artes Plásticas, se enfatiza su andar nómada por Trinidad.
“Estaba deplorable el estado constructivo —evoca Antonio Manuel Calzada Marín, Tony, director de la institución por 25 años, los trazos de esta historia—. Los alumnos vivían y se formaban allí porque realmente querían ser artistas”.
En poco tiempo, aquellos casi escombros se convirtieron en un verdadero hervidero creativo. Particularidad que no sorprendió a la urbe. Atner Cadalso, especialista del Consejo Provincial de las Artes Visuales y quien llegó al plantel en 1994 como profesor, tras su egreso de la carrera de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, conoce bien las causas.
“En Trinidad hay una tradición artística que tiene estrechos vínculos con su auge económico. Ya en el siglo XIX comenzaron a llegar a la ciudad algunos pintores, sobre todo europeos. También hubo familias que les posibilitaron a sus hijos formarse en las artes. Los encantos visuales de la urbe, además, favorecieron todo ese mundo creativo, donde aparecieron artistas populares como Benito Ortiz, exponente máximo del arte naif en Cuba.
“Eso derivó en que aparecieran pequeños indicios de escuelas de arte en la ciudad, aunque no podemos hablar de instituciones académicas, en ese primer momento. Luego, se crearon las Escuelas elementales de arte y se decide fundar aquí una de las pocas existentes en Cuba. Fue muy importante porque de ella salieron artistas que hoy prestigian nuestra cultura y parte de los profesores que luego enseñaron en la Academia”.
Fue así que el cuartel cambió su apellido de militar a artístico, para ser testigo de clases en las especialidades de Joyería —única en el país—, Pintura, Escultura, Grabado, Cerámica, Diseño Gráfico y Restauración y Conservación —exclusivo de la Enseñanza Elemental—.
“De esa escuela salieron creadores de la región central de Cuba que hoy son reconocidos internacionalmente, que venden en las mejores subastas del orbe, exponen en las más exitosas galerías e importantes eventos a nivel mundial. Y, lo más curioso, se formaron en una institución local”.
Y es cierto; basta desempolvar los archivos de los más de 30 años de existencia de ese plantel para tropezar de frente, sin establecer jerarquías, con nombres que confirman que en Trinidad se esculpía verdadero talento: Alexander Arrechea, Wilfredo Prieto, Inti Hernández, Jorge López Pardo, Duvier del Dago y Yudit Vidal Faife.
“El pilar fundamental de la escuela era su claustro brillante —opina esta última, reconocida representante de las artes en la villa—. Por eso, no sorprendía que de ahí tantas generaciones continuaran estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA) y, lo mejor, que la ciudad de Trinidad se oxigenó con esos artistas. Muchos de ellos al terminar no pudieron irse porque la musa estaba aquí. Basta caminar por nuestras calles para reconocer que sus obras son herencias de esa escuela”.
2001.Con esas cartas credencialesy constantes demandas de claustro, alumnos y egresados, el Cuartel de Dragones recibe una noticia esperada por años: se le devolvería todo el esplendor a la edificación.
“Formó parte del movimiento constructivo impulsado por el programa de Batalla de Ideas y una obra de choque de la Unión de Jóvenes Comunistas”, rememora Tony.
También lo recuerda Jorge Quintana Rivero, entonces inversionista en el Sectorial de Cultura y Arte de Sancti Spíritus, quien permaneció a pie de obra por los casi tres años que duraron las acciones de intervención, remodelación y construcción de un nuevo local aledaño a la edificación patrimonial.
“La Dirección Provincial de Cultura —propietaria del inmueble— no tenía ni tendrá dinero para afrontar una inversión como la que se hizo. Se le devolvieron todos los valores originales al Cuartel de Dragones. Se adaptó la escuela a su plano original. Para ello, se tomó como estrategia respetar, en casi todas las áreas, las mismas técnicas de construcción, se rescataron los canales para recolectar el agua en los dos aljibes soterrados, se pasó la línea del tren hacia fuera de la edificación, se reutilizaron muchas de sus maderas, aunque se importaron otras. Todos los materiales fueron de primera. Se llegó a un nivel detalle como cifrar las lámparas con el nombre de la Academia, así como dejar huellas en las paredes de lo hecho. Fue un orgullo para nosotros y se convirtió en una obra de referencia nacional”.
La inversión, de acuerdo con una publicación de este propio periódico, exigió entonces el desembolso de 4 690 000 CUC. Asumieron el reto el Sectorial de Cultura y Arte, como máxima responsable; el Grupo de Apoyo de Batalla de Ideas, que depositó todo el dinero; la Empresa de Proyectos de Arquitectura e Ingeniería de Sancti Spíritus; el contingente Alberto Delgado y la Oficina del Conservador de Trinidad y el Valle de los Ingenios.
“Se hizo un levantamiento de tierra para erigir el edificio anexo, donde se ubicaron los dormitorios y moderna cocina-comedor. Pero su imagen era similar a la del cuartel, con gárgolas, pérgolas, balaustres de hierros, patio interior… También se empedró toda el área exterior de ambos edificios, se hizo un tanque séptico y se llevaron sus tuberías a los pozos de agua de la urbe. Todo eso fue controlado sistemáticamente por las máximas autoridades del Partido y del Gobierno, tanto de la provincia como del municipio”.
Su terminación se hizo noticia en todo el país. De esa época Yudit Vidal Faife mantiene intactas las imágenes en lo más preciado de sus recuerdos. Ya ostentaba su título del ISA, por lo que en más de una ocasión compartió sus saberes con los estudiantes.
“Se habían empeñado en que fuera una verdadera referencia con aspiraciones de formar artistas de otras latitudes. Le construyeron un teatro y galería con un piso de mármol excepcional. Con su edificio anexo se pudo ampliar la matrícula. Era el esplendor anhelado por todos”.
2013. Sin muchas explicaciones y con demasiadas preguntas, incluso fuera de los muros de la institución educativa como en reuniones de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y el Comité de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), la Academia de Artes Plásticas Oscar Fernández Morera pasa a ser parte de la memoria de Trinidad.
“El sistema de Enseñanza Artística experimentó un proceso de reordenamiento —apunta Tony, aún no convencido de la decisión de cerrar solamente en el centro de Cuba el plantel trinitario—. Después de la inversión millonaria y los resultados de profesores y alumnos, no debió tener ese final”.
Ha pasado demasiado tiempo, mas Miladys García Sánchez, entonces al frente del Sectorial de Cultura y Arte en Sancti Spíritus, no olvida los intercambios con los especialistas del Centro Nacional de Escuelas de Arte de Cuba, quienes desde La Habana dictaron sentencia.
“Ellos alegaron, entre varias razones, que tenía poca matrícula y que, por tanto, era necesario que sus estudiantes pasaran para la escuela de Cienfuegos”.
¿Defendió Cultura con uñas y dientes la existencia de la Academia?
“Se mostró resistencia desde nosotros, desde la escuela, pero ellos tenían sus argumentos, incluso sentimos que no entendían cómo una escuela podía funcionar tan alejada de la cabecera provincial. Cosa que hoy, fuera del cargo, asumo como algo desacertado porque Trinidad es la mejor plaza para la formación de esa manifestación. Quizá sí nos faltó trabajar más en la búsqueda de la cantera para la matrícula en las Casas de Cultura o fuera de ellas”.
Con el cierre de la Academia, el Cuartel de Dragones se convirtió en espacio alternativo. Trasladaron allí al preuniversitario urbano de Trinidad —permaneció dos cursos—. También fue testigo de la enseñanza de la Danza y ubicaron aulas de la escuela primaria José Mendoza. De mano en mano, el deterioro apareció a la velocidad de la luz.
“Entregamos la escuela en óptimas condiciones porque, aunque no eran suficientes las cuantías monetarias que Cultura nos enviaba, evitamos daños significativos. Pero cuando se entregaron las llaves todo se perdió”, afirma Tony.
Una preocupación constante de Quintana Rivero durante los años que permaneció a pie de obra mientras el Cuartel de Dragones resurgía como Ave Fénix y, después, se centraba en cómo lograr mantener lo hecho.
“Nunca en el proyecto de la Batalla de Ideas se pensó en el imprescindible mantenimiento que exige toda construcción y, mucho más, las patrimoniales”, acota.
2024. Con el candado definitivo, el deterioro se acomodó a sus anchas. De su estructura interior poco o casi nada queda. Helechos prendidos de la mazamorra, arcos sin cristales, ventanas solo protegidas por las rejas, grafitis profanadores, fragmentos sin techo, bultos de basura por doquier, huellas de obras artísticas ahogadas por la maleza… El local anexo no escapa al deterioro.
“La depredación ha sido muy alta —describe Echenagusía Peña—. Es un cuerpo sin esqueleto, donde los valores están presentes, pero se hace necesario un restablecimiento tipológico de una gran magnitud y a un costo monetario elevadísimo, tal y como se logró con anterioridad. Hay que evaluar al inmueble como ruina arqueológica.
“Por una u otra razón se cerró la escuela, es discutible, pero lo que sí no podía permitirse es que el inmueble quedara a su suerte. Es una pérdida irreparable y de un daño extraordinario. Erosiona la cultura cubana a unos niveles extraordinarios”, sentencia el experto.
Justo hoy, en un escenario nacional con muchas necesidades, mínimos recursos y una situación económica en extremos compleja, pensar en asumir una intervención integral significa una quimera. Mas, sí se pudieran aunar esfuerzos para, poco a poco, oxigenarlo y que las cuatro paredes amarillas y sus torreones no caigan al piso.
“Eso hoy sigue perteneciendo al Sectorial de Cultura y Arte, por lo que la Oficina del Conservador no puede incluirlo en su plan de inversiones —argumenta Yamilka Álvarez Martínez, directora técnica de la referida institución—. Y ya por su estado sería insuficiente el dinero para asumirlo con los montos de reparación y mantenimiento. Existen cosas proyectadas, incluso resultados de tesis académicas. La intención de la Oficina, desde hace tiempo, ha sido lograr ahí algo similar a lo existente en la capital bajo el nombre de Espacios Creativos, con beneficios para los exponentes de todas las artes. Pudiera ser que asumiera las labores constructivas un proyecto de colaboración internacional. Tenemos muy buenos resultados aquí. Hemos alertado a Patrimonio a nivel nacional y provincial, porque sí nos preocupa su situación”.
Se conoce como un secreto a voces que la Delegación del Ministerio del Turismo anhela el espacio para erigir un hotel; idea que no es muy aplaudida por los especialistas en el tema ya que se lacerarían los valores originales a la hora de introducir nuevos elementos como los baños.
Ojalá y los proyectos que aparezcan —fuera de esa especie de hatos y corrales, donde parece que salvar el patrimonio es responsabilidad solo de quien funge como responsable del local— no caigan en letra muerta, como lo reseñado por este semanario en 2013 sobre una de las tantas reuniones para analizar el destino del Cuartel de Dragones y donde citaba las palabras de la entonces máxima dirección gubernamental de la provincia: “La antigua Academia volverá a ser utilizada en actividades que tributen al desarrollo cultural”.
Pasados 11 años, lo único cierto es que las cuatro naves de amarillo mostaza viven en un eterno duelo con el abandono y el olvido, situación que genera un dolor punzante, como las heridas que nunca cierran. Tanto así que Víctor, Yudit, Tony y Quintana confesaron que nunca más han podido visitarlo.
“Prefiero recordarlo desde el esplendor y no desde el dolor de muchos de los que han llegado hasta allí. Es un duro golpe visual y espiritual. Está muriendo un pedazo importante de nuestra cultura”, concluyó Vidal Faife y el silencio ahogado en sus más sinceros sentimientos le dio la estocada final a esta historia sobre el Cuartel de Dragones que precisa no seguir predestinado a su suerte.
Lisandra como siempre, justa y precisa. El cuartel de dragones espera por una decisión.
¿El museo de arte colonial de Sancti Spíritus le estará siguiendo los pasos?
Nina tremendo comentario, Mis felicidades jaja